Cat People, Jacques Tourneur, 1942, EEUU, Simone Simon, Kent Smith, Tom Conway.
La primera en la serie de producciones de bajo presupuesto enmarcadas en el género de terror que Val Lewton desarrolló entre los años 1942 y 1946 para la RKO supuso la reformulación o, si se quiere, el descubrimiento de otra forma de acercarse al género. El horror, monopolizado hasta ahora por los monstruos de la Universal, se presenta aquí en un entorno urbano y contemporáneo, permitiendo la mayor identificación con el espectador medio y la propuesta afecta, no ya a vampiros y/o engendros, sino a personas malditas, esto último, ya apuntado, precisamente, en la última creación de la Universal, El Hombre Lobo, el año anterior. La Mujer Pantera adquiere, pues, una importancia notoria en el devenir de uno de los géneros más populares y perdurables del cine y su trascendencia alcanza hasta nuestros días por muchos de sus hallazgos y ello pese a cierto envejecimiento del filme.
Lewton se había puesto al mando de la unidad de películas de terror de la RKO, el mismo año de producción de esta película, bajo ciertas condiciones cuyo cumplimiento le otorgaba gran libertad creativa: siempre que rodara con coste inferior a 150.000 dólares cintas con una duración menor a los 75 minutos y dejara que sus obras fueran bautizadas con títulos testados en el mercado por los ejecutivos de la compañía podría desarrollar todas sus ideas de manera relativamente independiente, algo que para una persona de la imaginación del productor fue como una bendición y aspecto que se avenía con la política del estudio, no en vano, la RKO destacaba por apoyarse en productores independientes ya en los albores de la década de los cuarenta (Goldwyn desde 1941 o la distribución de las películas de Disney desde 1937, por ejemplo, atestiguaban esta singularidad respecto a otras compañías) en lo que vendría a conformarse como norma habitual con la decadencia del sistema de estudios en el decenio siguiente para el conjunto de las productoras. Así pues, Val Lewton disfrutaba de una posición privilegiada desde el prisma creativo y pudo plasmar toda su prolífica inventiva demostrada en su autoría de un buen número de oscuras novelas que le llevaron a colaborar primero con la MGM y, después, con el mismo David O'Selznick hasta desembarcar, por último, en la RKO y replantear el género de terror con un estilo definido y personal que marcó el devenir de este tipo de películas.
La formación de estados de miedo o inquietud en el espectador que siempre persigue el género de terror, ya sea considerado como género en sí mismo o como subgénero del fantástico, se consigue en La Mujer Pantera, en particular, y en el resto de las producciones de Lewton, en general, mediante una hábil combinación de varios elementos cinematográficos entre los que cobran especial relevancia las sombras y los efectos de sonido, banda sonora y juegos lumínicos que otorgan valor fundamental al fuera de campo y construyen una atmósfera de suspense por la que sobrevuela una amenaza latente y siempre presente. La estupenda fotografía se acomoda como pieza angular de la propuesta y, en este sentido, la labor del operador Nicholas Musuraca cuya especialidad en contextos sombríos en blanco y negro ya había quedado patente en el seminal "noir" El Extraño del Tercer Piso, se torna esencial para comprender la relevancia de La Mujer Pantera. La clave baja empleada en la iluminación, elemento característico y diferencial del cine negro, no es el único aspecto que emparenta a La Mujer Pantera con el género que mejor supo reflejar la ambigüedad del ser humano al que dota, mayormente y por otra parte, de complejos retratos psicológicos (a partir, y al menos, en su época dorada) sino que se une a otro elemento inherente a él como es el determinismo. Esa carga pesada y maldita que precipita de manera inexorable hacia su destino a los personajes del negro es la que lleva sobre sus hombros la heroína del film que nos ocupa, presa de una maldición que tiraniza su existencia. No se debe desdeñar tampoco el alto contenido sexual implícito a lo largo de la historia presentada, asunto explotado en el "remake" que, a principios de los 80, perpetró Paul Schrader haciéndolo explícito a través de una joven Nastassja Kinski pero que en la obra de Val Lewton queda apuntado de manera sutil y -casi- constante.
El encuentro entre Jacques Tourneur y Val Lewton, que emprendieron con esta una serie de colaboraciones que relanzan el género de terror y que, incluso, funcionan como presagio estilístico de otro gran género (el noir) o, como mínimo, aproximan a ambas clases de cine, se conforma, por tanto, como hito en el devenir del horror por, precisamente, renovar los cimientos del mismo o por abrir nuevas posibilidades en él. Potencialidades que, muchas de ellas, son marcas de fábrica y elementos reconocibles y definitorios del género para el espectador actual pues, aunque éste esté acostumbrado a una manifestación evidente de ciertas cuestiones, el mecanismo planteado en La Mujer Pantera ha sido y es utilizado de manera recurrente por el género y, sobre esto, cabe mencionar la extraordinaria escena de la persecución nocturna que a través de la utilización de los recursos propios del medio y de su hábil combinación (el montaje alternado, los efectos de sonido) genera el estado de pánico o intranquilidad en el espectador o la, incluso, más famosa escena de la piscina en la que el fuera de campo se torna algo vivo, salvaje y amenazante.
Es posible que en la película haya hecho mella el tiempo, al menos en algunos aspectos, pero es innegable que la propuesta creó escuela y propició otro modo de entender el género, de plena vigencia en la actualidad, y ello constriñéndose a los parámetros de la serie B (se reutilizaron decorados de otros filmes de la RKO, la cara más conocida en el reparto es la de Simone Simon, actriz francesa cuyo rol más recordado de su paso por Hollywood es este) que obligaron a Lewton y su equipo a hacer de la necesidad virtud y a optar por un terror sugerido antes que mostrado como muy bien refleja el trasunto del mismo Lewton (Jonathan Shields) en Cautivos del Mal.
Un apunte para cinéfagos: el hermanísimo de George Sanders, Tom Conway, aparece en uno de los papeles más relevantes que jamás consiguió, dado el innegable parecido entre hermanos, dejo a la perspicacia del espectador la identificación del susodicho.
Las imágenes se han encontrado en la red tras búsqueda con Google y se utilizan simplemente con fines de ilustración.Los derechos están reservados por sus creadores.
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