11/6/17

Comanchería

High Hell or High Water, D. Mackenzie, 2016, USA, C. Pine, B. Foster, J. Bridges.
Hete aquí una interesante muestra de cine contemporáneo independiente USA que ha triunfado en taquilla con nominaciones oscarianas incluidas, lo que abre la polémica de si consumimos lo que nos dan o elegimos lo que consumimos...sí, sé que el elenco protagonista es una carta-anzuelo que hace que mucha gente vea la peliculita pero su desarrollo la aleja bastante de lo que nos dicen los blockbuster sobre los gustos mayoritarios de nuestros días...en fin, como los cerros de Úbeda quedan lejos para la mayoría nos centramos en lo que nos tenemos que centrar.

Uno de los momentos de más humor de la película.
Los nuevos talentos aún no corrompidos Mackenzie y Sheridan (cada uno en lo suyo: dirección y escritura) proponen una historia anclada en la crisis socioeconómica que dicen algunos que ha terminado y que sitúan (nada menos) en el epicentro del género USA por antonomasia (sí, el western). Pruebe el espectador a sustituir los caballos por los coches y fíjese en el recurso del paisaje como elemento descriptivo y singular que domina las emociones de los protagonistas. Pero, además, son capaces de salir bien librados de puros homenajes al cine negro de verdad. Total que hacen un neo-negro postcrepuscular western con atisbos sociales contemporáneos e históricos (referencias a la conquista del territorio de los nativos americanos por un lado y por el otro algunas imágenes del desolado paisaje petrolifero que parecen sacadas de un documental de ese supuesto grano en el culo del establishment USA que para algunos es Moore) muy estudiado en su vertiente formal y muy cuidado en su construcción de personajes (aunque la reproducción de ciertos clichés es evidente) y en sus significativos diálogos. Y algo muy importante: los estallidos de violencia secos y concisos se dan con dosificación ejemplar...cuando toca, vaya.

Violencia la hay: dura pero en su justa medida.
Claro que no todo es cuestión de rosas y la historia debería cortarse en el momento en que el hermano pequeño - Chris Pine, al que no me extraña que eligieran bien afeitatadito y aseadito, claro, para coger el testigo de William Shatner para hacer de Capitán Kirk- se gira al empleado de banco preguntándole si en su sucursal puede tramitar el papeleo para transmitir la granja familiar a sus vástagos...todo lo demás sobra, y me refiero a esa escena conclusiva en la que los caracteres antagónicos del Ranger y de él mismo exponen las motivaciones de sus actos que han sido plasmadas más que bien en lo que ya se nos ha mostrado.

El díscolo Cabeza Loca a punto de descubrir qué significa ser Comanche
Para el final dejo la banda sonora de Nick Cave y su fiel Warren Ellis que es curiosa pero parece acrecentar una tendencia en el cine moderno de cuidar este aspecto aunque no acabe de encajar en el desarrollo del relato de lo que se propone en pantalla (cosas del post-tarantinismo) y, para rematar, no se puede obviar la interpretación del Sr. Bridges, un tipo que a estas alturas está más allá del bien y del mal y que se acerca peligrosamente a la sobreactuación desde hace unos años. En este caso su alabada composición de un agente de la ley y el orden cansado acusa ese rasgo "hiper" especialmente en sus primeras apariciones cuando no se ha conocido al personaje. Quitando estas cositas la película queda muy recomendable y uno se va contento después de verla y termino con una premonición nada rappeliana: la escena con la que se quedará mucha gente será la del casino en la que el hermano mayor se enfrenta con el indio Comanche de pura cepa y voz ultragrave.

Y para que no se diga allá va un juego de espejos: 





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