29/7/12

La Casa de Té de la Luna de Agosto


The Teahouse of the August Moon, Daniel Mann, 1956, EEUU, Marlon Brando, Glenn Ford, Machiko Kyo.

Comedia que obtuvo éxito comercial en el momento de su estreno y recordada por la caracterización del icono cultural Marlon Brando como avispado oriental, La Casa de Té de la Luna de Agosto bien podría haber originado una "sitcom" en la televisión estadounidense y no únicamente por contar en sus reparto con Paul Ford y (Henry) Harry Morgan, actores que alcanzaron su popularidad gracias, sobre todo, a sus apariciones en la pequeña pantalla en años posteriores. Rodada en parte en la misma isla de Okinawa donde transcurre la acción, la historia gira en torno al encuentro de dos culturas bien diferenciadas y a pesar de basarse en estereotipos funciona de manera efectiva, que no brillante, tanto en su vertiente cómica como en la de ofrecer una mirada progresista alejada del etnocentrismo habitual del cine norteamericano. No obstante, la película no se ha librado de la polémica por ser unos de los ejemplos más sonoros de caracterización de un actor caucásico como oriental, un procedimiento denominado "yellowface" en el cine estadounidense, y que aquí adquiere mayor repercusión por situarse en su epicentro, nada más y nada menos, la controvertida figura de Brando cuya reputación por aquellos años era máxima (el actor ya había devorado a Kowalski y Malloy con fruición) y que se sometía a largas sesiones de maquillaje para incorporar su personaje. Esta cuestión viene a dejar en segundo plano la adelantada propuesta que significa el proceso de inculturación en el que se ve inmerso el Capitán Fisby, encarnado por un correcto Glenn Ford dando muestras de su vis cómica, un planteamiento que se ubica en las antípodas del colonialismo sobre el que vierte el filme su ironía y que hace funcionar la película de manera desenfadada y entretenida, resultando su primera parte bastante fresca, aunque también es cierto que algunas situaciones humorísticas resultan un tanto envejecidas, otras resoluciones quedan forzadas y la relativa ausencia de acción puede unirse con el metraje, en torno a las dos horas, en detrimento del filme. Sin embargo, el encanto de este, cimentado en ingeniosos diálogos y en la originalidad rayana en el atrevimiento que supone plantear siquiera un atisbo de pluralismo cultural (no hay que olvidar la cercana Caza de Brujas "hollywoodense" o la II Guerra Mundial, hechos que marcan el contexto histórico de esta película) debe ser suficiente para acercarse a él.



Rodada, como se ha dicho, entre Okinawa y los estudios de la MGM, en formato panorámico y en Metrocolor, La Casa de Té de la Luna de Agosto se constituye como un producto de entretenimiento familiar de buena calidad que nos introduce en clave de comedia algunos conceptos de absoluta vigencia en la actualidad, si bien no llega a desarrollarlos en toda su profundidad. Esto último no es óbice tanto para reconocer el progresismo de la visión mostrada sobre los encuentros culturales como para comprobar la satírica percepción que sobre la ocupación militar se despliega en el guión de John Patrick, autor teatral que aquí se encarga de adaptar su celebrada obra -ganadora del Pulitzer entre otros prestigiosos premios- a la gran pantalla, como ya hiciera en el teatro con el libro de Vern J. Sneider, fuente primaria de todas las adaptaciones, y como haría en el futuro, de nuevo en Broadway pero desarrollando la historia dentro del campo del musical, esta última vez sin éxito. La oportunidad de los temas apuntados en esta comedia es tal que hace escasas fechas se propuso por parte de los gobiernos de España y EEUU la prórroga hasta el año 2021 del Convenio de Cooperación de Defensa, acuerdo que se firmó en 1988 y que regula la presencia de tropas norteamericanas en las bases de Rota y Morón de la Frontera. Asimismo, en la misma Okinawa siguen manteniéndose bases militares del ejército estadounidense y la ocupación y administración americana se alargó hasta principios de los años setenta. Si bien es cierto que en la actualidad ni en esa isla ni en nuestro suelo se trata de fuerzas de ocupación, no deja de ser un contingente militar de los EUA en país extranjero, por no hablar de otros estados (bastantes) en los que los militares de esa nacionalidad se instalan (se haya o no producido alguna conflagración local o internacional) para "democratizar" o "pacificar" la correspondiente sociedad. Evidentemente y por motivos que huelga enumerar, también la vertiente intercultural esbozada a lo largo del arco argumental de la película que nos ocupa, goza de plena actualidad y es todo un acierto del filme posicionarse fuera del terreno del etnocentrismo.

La Casa de Té de la Luna de Agosto es una película entretenida en su conjunto (aún con sus altibajos y faltas) que ofrece una mirada inusual para el cine de Hollywood -al menos si consideramos producciones más o menos de primera magnitud- sobre algunos aspectos relevantes aún hoy en día (relaciones entre culturas y ocupación/presencia de contingentes marciales en territorios de otros estados) y merece ser recordada por más cosas que la encarnación de Brando como asiático. Precisamente respecto a las interpretaciones destaca la ejecutada por Paul Ford, retomando el rol que había desempeñado en el teatro, y  sin duda llamará la atención del cinéfilo la aparición de la actriz japonesa Machiko Kyo. Respecto a la labor de Marlon Brando..."juzguen ustedes mismos".


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24/7/12

Luz que Agoniza


Gaslight, George Cukor, 1944, EEUU, Charles Boyer, Ingrid Bergman, Joseph Cotten.

Cuidado (y lujoso) melodrama psicológico de suspense que disfrutó de un éxito inmediato que se prorroga aún en nuestros días a tenor de su reconocimiento como uno de los más recordados clásicos de su época. Su impacto comercial tuvo refrendo en la ceremonia de los Oscar alzándose con un par de estatuillas y unas cuantas nominaciones e, incluso, en los EEUU se acuñó una expresión basada en su título original cuyo significado no desvelaremos por si alguien se decide a visionar el filme por primera vez.


Inserta en  una especie de ciclo protagonizado por mujeres amenazadas y atrapadas en o por una casa que se desarrolló en el cine estadounidense en la década de los cuarenta y cuyo inicio podemos situar en Rebeca y del que forman parte también otras obras de Hitchcock como Sospecha, La Sombra de una Duda, inclusive, Encadenados, pero también de otros realizadores tales como Mankiewicz (El Castillo de Dragonwyck), Siodmak (La Escalera de Caracol) y Litvak (Voces de Muerte, con la que quizás concluye el ciclo), esta película de evidente origen teatral despliega una fotografía en clave baja que combinada con su temática la acerca de manera tangencial al territorio "noir" y es capaz de captar la atención de manera efectiva. Mucha de la responsabilidad en esta eficacia de la propuesta radica en las interpretaciones del trío principal constituido por una estrella femenina en estado de gracia y que se encontraba en el pináculo de su fama (Bergman, que recibió el primer Oscar de los citados para el filme), acompañada por un actor muy solvente en pleno apogeo de su carrera cinematográfica (Cotten) y otro que, con un rol sorprendente por lo alejado de los papeles de galán que solía desempeñar, sale muy bien librado con su personal pero atrayente actuación (Boyer). Por cierto, es impagable el debut en el cine de Angela Lansbury. Además de estas interpretaciones, de las que se puede colegir la reputación como director, no solo de mujeres, sino de actores, de la que siempre ha gozado Cukor, la película se apoya en un suntuoso diseño de producción en el que destacan unos fastuosos (y recargados) decorados de cuya supervisión se responsabilizó el, probablemente, más distinguido e influyente director artístico de la historia de Hollywood, director de decorados de la Metro durante tres décadas, Cedric Gibbons. Para él y su equipo fue el segundo galardón que consiguió el filme. Asimismo, Luz que Agoniza presenta una acertada atmósfera amenazante y oscura construida en torno a esa iluminación referida antes, firmada por Joseph Ruttenberg. Por contra, el desarrollo de la historia se resiente, de manera acusada en su parte final (algo a lo que afecta, sin duda, el clímax dramático temprano) y expone algunas cuestiones que los "verosímiles" no podrán pasar por alto.



Este drama psicológico sobre la manipulación de personas vulnerables fue llevado antes a la gran pantalla por el director inglés Thorold Dickinson siendo protagonizado por Anton Walbrook, una producción contra la que la MGM realizó una campaña en la que, incluso, intentó destruir los negativos para asegurarse que no le hiciera sombra a su opulento producto. No cabe decir que la popularidad de esta versión no es comparable a la del acercamiento que realizara con anterioridad el cine británico a la obra de Patrick Hamilton, autor teatral, también, de La Soga. Luz que Agoniza, asimismo, gozó de gran celebridad en Broadway a principios de los años cuarenta, con el mismísimo Vincent Price a la cabeza del elenco (posiblemente el buen aficionado adivine el personaje que encarnó en las tablas).

Otras películas con protagonismo de mujer amenazada:


http://imprescinedible.blogspot.com.es/2012/06/la-sombra-de-una-duda.html

http://imprescinedible.blogspot.com.es/2011/07/rebeca.html

http://imprescinedible.blogspot.com.es/2008/05/voces-de-muerte.html

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13/7/12

El Hombre de MacKintosh


The MacKintosh Man, John Huston, 1973, EEUU/GB, Paul Newman, Dominique Sanda, James Mason.

Uno de los productos que afirman la irregularidad de la que siempre se ha acusado que adolece la trayectoria cinematográfica de John Huston, un cineasta importante pero discutido, en ocasiones, por películas como esta. Sin duda que los mimbres con los que cuenta (la misma dirección del realizador o el elenco actoral protagonista) prometían pero al final, el endeble e inconsistente guión de Walter Hill, impide que la cinta cobre algo más que un limitado interés. Por supuesto, Huston salpica con algún que otro detalle personal el asunto pero este no pasa de ser un vehículo para el lucimiento particular de Paul Newman quien también ejerce labores de co-productor a través de su compañía, Newman-Foreman. También es cierto que   a lo largo de esta aventura de espionaje internacional encontramos ciertos momentos brillantes (la fuga que transcurre por los marjales) y, como se ha apuntado, claves de la personalidad del director como el naturalismo con el que se pretende dotar a las situaciones (a través del empleo de exteriores, el tono semi-documental del tramo de la ficción que acaece en la cárcel, la no exageración de las escenas de acción- aunque algunas de estas no se ejecuten de manera muy acertada-), el protagonismo de un héroe más bien taciturno o una historia de amor no consumada. Además, en la apreciable conclusión de la narración (lógica, por otra parte) se presume la mano del cineasta al plantearse su habitual desencanto en el término de la búsqueda (misión, en este caso) que emprende o debe llevar a cabo el protagonista. No obstante, la calidad del conjunto del producto queda lejos de otras obras, algunas de ellas tan relevantes como El Halcón Maltés o La Jungla de Asfalto, que jalonan la filmografía de este director, o de otras temporalmente más cercanas a la que nos ocupa como la importante Fat City -rodada el año anterior- o la interesante, e inmediatamente posterior en la carrera profesional de Huston, El Hombre Que Pudo Reinar.



Probablemente el realizador más conocido por el gran público -con permiso de Elia Kazan- de los integrantes de la Generación Perdida, aquella serie de cineastas norteamericanos marcados por el "Crack" del 29, la II Guerra Mundial y la Caza de Brujas, John Huston parece acometer esta película sin encontrarse cómodo con el material librado por Hill. Su característica ejemplaridad en el tratamiento de los personajes, tanto en su definición como en su evolución, queda olvidada en esta ocasión, presentando tipos cuyas motivaciones quedan desdibujadas. Sin duda, el libreto de esta película que desarrolla una trama de espionaje que desvela el villano hacia su mitad, encaminándose desde entonces hacia unos derroteros no muy claros con historia de amor metafísico inserta (aburrida), lastra las posibilidades de reunir a un director tan sugestivo como Huston con unos actores del calibre de James Mason, Harry Andrews o el propio Newman. No parece que rodar esta cinta constituyera una de las muchas aventuras que colman la intensa biografía de Huston, la cual podría dar para unas cuantas películas además de las ya filmadas (Cazador Blanco, Corazón Negro), más bien parece un producto bastante impersonal de este singular personaje que ejerció como boxeador, periodista, soldado y pintor bohemio antes de decidirse a invertir sus energías en el mundo del cine.

El tono lento, desapasionado e indolente con el que se desgrana la historia protagonizada por un "malo" práctico y un héroe profesional no permite remontar la materia prima servida por Hill que se permite introducir  personajes tan excéntricos y delirantes como el incorporado por Jenny Runacre, una amazona moderna profesional. Tampoco la extraña actuación de Dominique Sanda aclara el estado de la cuestión y la insistente partitura de Maurice Jarre no hace más que ahondar en la confusión aunque en las escenas de la huida por los páramos se muestra muy acertada. Esta envejecida película de espionaje en plena Guerra Fría se puede salvar por algunos momentos aislados (como el último mencionado, las escenas rodadas en la célebre cárcel de Dublín - Kilmainham Gaol- o la resolución final del relato), por la presencia de los actores (aunque realmente el único que sobresale es Andrews y, quizá, Mason) y por algún "guiño hustoniano". Aunque, también es cierto, los "fans" de Paul Newman o los aficionados a las películas de espías tienen un buen pretexto para dsifrutar de sus debilidades. Más recomendable, si cabe, es para la jornada vespertina dominical (si es lluviosa, mejor que mejor, por aquello de que la mayor parte de la acción transcurre entre Inglaterra e Irlanda), en especial, si uno ha tenido la suerte de disfrutar de una afortunada bacanal nocturna sabatina.


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9/7/12

Laura


Laura, Otto Preminger, 1944, EEUU, Gene Tierney, Dana Andrews, Clifton Webb.

Una de las películas que podemos considerar como muestra de una suerte de manifiesto estético del cine negro junto con, por ejemplo, Perdición, Historia de un Detective y/o La Mujer del Cuadro, esta obra fue creada en el período de asentamiento y expansión de este estilo el cual propone ya sus estructuras narrativas de manera definitiva. Por tanto, nos encontramos ante un film determinante del género "noir" desde el punto de vista formal. En la vertiente narrativa, la obra se inserta en la corriente, que se desarrolla por aquellos años, en la que se prescinde de los análisis sociales para centrar la atención en los procesos psicológicos que llevan a la comisión del acto criminal, es decir, el epicentro del Mal se sitúa en el interior del ser humano. Para explorar el aspecto psicológico del crimen, el alma máter del proyecto, el realizador de origen europeo Otto Preminger, desarrolla una estructura dividida en dos partes simétricas que se despliegan a través de "flash-backs", voz en "off" y movimientos de cámara elegantes que envuelven un estilo distante, quizás altivo, de narrar un drama pasional con apariencia de encuesta policial. Es, precisamente, la primera parte del relato en la que se utilizan muchos de los recursos aludidos y en la que se introducen unos personajes cuya ambigüedad moral es patente y la construcción emocional de los cuales se consigue de manera brillante, apoyándose en elementos del medio como el decorado, los objetos y los gestos, la que tiene mayor interés pues la segunda dirige la ficción hacia el territorio del melodrama psicológico y la resolución de la investigación criminal de un modo más convencional, obviando tanto el análisis como la exposición de la pulsión obsesiva que domina la vida de los protagónicos. En definitiva, la historia a medida que avanza se aleja del negro para entroncar más bien con el melodrama estilizado, si consideramos más allá de ciertas apariencias formales como puedan ser la presencia de caracteres arquetípicos (el duro y oscuro policía) o la utilización de una iluminación en clave baja.

Como se ha apuntado, la importancia de las relaciones que se establecen entre los personajes así como su carácter y motivaciones son la fuerza propulsora del filme o, al menos, juegan un rol más importante que la pesquisa policíaca, en especial en su primera mitad, una preocupación que, incluso, sacrifica la verosimilitud de algunas situaciones que acaecen a lo largo de este relato que plantea la posibilidad de la comisión de un acto criminal por cualquier persona al anidar el crimen en el alma humana. En este sentido, la clase social no opera como factor de exclusión homicida si nos atenemos al decadente muestrario de las altas exhibido en este film (un petulante pero prestigioso escritor y columnista de opinión, un mujeriego en apuros). La descripción del ambiente en el que se desenvuelven las clases "aristocráticas" modernas de las grandes urbes, punteada por un magnífico diseño de decorados de Lyle Wheeler y dominada por el tono aséptico de Preminger, genera una sensación de artificialidad, consustancial, por otra parte, al modo de vivir frívolo con el que se conducen estos ricos y que propicia un choque social con el mundo del rudo y lacónico detective. Pero esa diferencia se difumina cuando irrumpe el sentimiento del Amor... que aquí es despojado de cualquier atisbo de sentimentalismo y queda retratado como una emoción egoísta, un medio muy válido para alcanzar los fines propuestos, sean estos sociales o psico-sexuales y/o provengan de carencias afectivo-emocionales o de posiciones financieras inseguras. Preminger contrapone dos historias de amor igualmente enfermizas protagonizadas por dos hombres opuestos que, sin embargo, se enamoran de la misma mujer o,  mejor, de un ideal encarnado por la misma joven: la construcción de su modelo de mujer que perpetra el pedante "Pigmalión" Waldo Lydecker utilizando a la bella Laura y el enamoramiento que va apoderándose del policía Mc Pherson según configura de manera personal los datos que va completando sobre la chica aun sin conocerla, se alimenta del mismo componente obsesivo. Pero también las relaciones sentimentales disfrazadas de amor como la que surge entre el citado tenorio y la joven, se nutren del egoísmo ya que él la utiliza para alcanzar una estabilidad social y económica con la que poder continuar con su "modus vivendi" e, incluso, ella, antes, ha aprovechado su vínculo con Waldo para medrar, demostrando un comportamiento arribista que busca un resultado semejante al que pretende lograr su vividor novio a través de ella. No es de extrañar que tanta tensión cobijada en las relaciones que se dan entre los protagonistas se corone con el surgimiento de los celos que pasan a dominar las obsesivas historias, rayanas en lo mórbido, que padecen el refinado articulista y el tosco detective, personajes que vierten en su trato con una inusual y fría mujer fatal, sus carencias sexuales y afectivas y que, al fin, persiguen el control sobre la mujer que crean.


Por último, resaltar la extraña atmósfera onírica que baña la obra, hasta el punto de que muchos consideran el segundo bloque de la misma el sueño de uno de los protagonistas, incapaz de solucionar el caso de asesinato y de devolver la vida a su amada, también  destacable es la labor de Joseph LaShelle que dota al producto de una estilizada iluminación negra y, por supuesto, las interpretaciones del elenco, en especial de Clifton Webb que construye un personaje afeminado y engolado (no es de extrañar que su trabajo le valiera un contrato con la Fox además de una nominación al Oscar como Mejor Actor de Reparto), pero también de un sorprendente Vincent Price que sale muy bien parado del papel un tanto a contrapié que se le encomienda y tan alejado del género en el que lo asociamos, así como de Dana Andrews quien incorpora con rendimiento eficaz al romo policía. Ni que decir tiene que la partitura de David Raksin, por la que crea una de las melodías más recordadas y reconocidas por los cinéfilos, es otra de las piedras angulares sobre las que descansa el éxito del proyecto. Los suntuosos decorados, como se ha mencionado, cobran significación funcional dramática y el proceso de edición, a cargo de  Louis Loeffler, imprime dinamismo a la narrativa, sin embargo, Laura no sería lo mismo sin la realización desafectada del ideólogo del proyecto, Otto Preminger. Este sustituyó a Rouben Mamoulian una vez comenzado el rodaje, en lo que devino una segunda oportunidad para su carrera tras dirigir algunos films menores, firmando una película que podemos considerar como semillero desde el que comienza a desplegar una manera de narrar que guarda distancia ante los comportamientos y respecto de los mismos personajes, un estilo elegante y distante a través del cual pudo concebir otras obras importantes, mucho más cercanas al negro que este melodrama de suspense cuyo tono artificioso impide, en ocasiones,  la aparición de emoción. Puede que por esta helor o por la querencia por el drama pasional psicológico en menoscabo de los particularismos dramáticos del puro cine "noir", algo en lo que se ahonda a medida que transcurre la historia, me obliguen a incurrir en (nuevo) sacrilegio y definir a Laura como muestra más que correcta y, por momentos, más que eso, de cine negro pero lejos de la posición entronizada a la que la ingente literatura  especializada que se ha vertido sobre ella o numerosísimos aficionados/cinéfilos, la catapultan. Y, ello sin negar como se ha reflejado en el primer párrafo de este comentario, su singularidad histórica como base sobre la que se confirma el establecimiento y que posibilita el crecimiento de uno de los grandes géneros al que pertenece, en parte,  por la atmósfera que la cubre y por la ambigüedad moral con la que proceden sus personajes así como por su estructura narrativa no lineal construida con recursos como las regresiones temporales y las elipsis.


Desde esta bitácora se pretende comentar las películas referenciando el menor número posible de elementos  que suceden en el argumento de cada una de ellas, en aras, no ya solo de no disolver el misterio que pueda suponer para cada espectador que aún no se haya enfrentado con el título, sino también por no dirigir la mirada de ese público hacia cualquier aspecto de esa narración desconocida para él. En el caso de Laura se produce, hacia la mitad de su desarrollo, lo que en palabras del gurú de la escritura de guiones cinematográficos, Syd Field, se denomina un nudo de la trama, es decir, un hecho relevante y de enorme trascendencia para el arco argumental de la película que la hace encaminarse hacia otra dirección y que optamos por no revelar, circunstancia que aumenta la dificultad en el momento de explicar el filme.


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2/7/12

La Fuga de Logan


Logan's Run, Michael Anderson, EEUU, 1976, Michael York, Jenny Agutten, Richard Jordan.

Película de enorme impacto comercial en su momento, refrendado con la consecución de un Oscar Especial a sus efectos visuales y media docena de galardones, de por medio el de mejor película, en la ceremonia de los prestigiosos premios Saturn, que se conceden en el campo de la ciencia-ficción, esta adaptación libre de la novela co-escrita por William F. Nolan y George Clayton Johnson (dos de los animadores de la escena en este ámbito del siglo XX), alcanza hoy en día condición de película de culto. Aunque la propuesta no pasa de ser un ejercicio "retro-nostálgico" aceptable, que se desarrolla de manera esquemática sin profundizar en las interesantes cuestiones que plantea el material original, su posible relevancia se encuentra en la primera parte del relato en la que se presenta y describe la sociedad distópica en la que habitan los personajes haciendo gala de un correcto diseño de producción (las localizaciones en un futurista centro comercial de Dallas son un acierto). A partir de la segunda mitad del filme, la historia flaquea, se alarga en exceso y se torna anodina aún a pesar del influjo que sobre este tramo parecen ejercer El Planeta de Los Simios y , en menor medida y por aquello de la empecinada persecución, Almas de Metal.



Situada en un escenario futuro y post-apocalíptico, la película toma ciertas premisas argumentales del libro homónimo para apenas hilvanar un arco argumental que prima la acción y los efectos especiales sobre la trascendencia de los asuntos tratados en aquel, como ya se ha apuntado. Esta decisión deriva en la elaboración de una anti-utopía superficial en la que los temas presentes en la novela, alguno de los cuales mantienen su vigencia en nuestros días, se difuminan hasta desaparecer. Por ello, el relato se resiente y tras un inicio admisible, que podríamos acotar hasta el encargo en forma de misión secreta que recibe el protagonista, va decayendo mientras se exhiben unos efectos especiales muy envejecidos, complementados con unas maquetas plenamente identificables y unas escenas de acción de no muy afortunada ejecución, coronado todo ello con algún pasaje delirante, propio de la más genuina psicodelia, y un contexto nunca lo suficientemente explicado pese a la duración, cercana a las dos horas, del film. La estereotipia de los personajes cuya evolución queda por trabajar es otro de los efectos que conlleva la querencia por los FX adoptada para resolver la narrativa. Posiblemente la labor en el guión de un tipo como David Zelag Goodman, colaborador de los libretos de Perros de Paja y Adiós, Muñeca, pudiera haber dado más de sí, en cualquier caso La Fuga de Logan deja de lado la temática del miedo apocalíptico al exceso tecnológico, una cuestión capital en muchas y notables obras de la ciencia-ficción, para limitarse a la acción y la aventura localizadas en un tiempo futuro. Así que, mientras la más que atractiva Jenny Agutten luce palmito, la distopía avanza hacia una fallida conclusión que no hace sino ahondar en los defectos contenidos a lo largo de su desarrollo.



Y aun así, la película, que se apoya en una adecuada partitura de Jerry Goldsmith, uno de los compositores más creativos de los años setenta, junto con una eficaz fotografía firmada por el veterano Ernest Laszlo, además de en un más que notable diseño de interiores, despliega un aire Pop que hace recordable su resultado final y, quizá y por esto se produjo su éxito de público en la época de su estreno, puede llegar a conectar con la juventud por plantear una historia de inconformismo ante las reglas establecidas mezclado con un fuerte- en determinado momento del relato- componente romántico aderezado con un puntito de picante. Si su carrera comercial no acaba de ser explicada, los aparentes simbolismos que extiende en algunos instantes (bandera americana, estatua de Lincoln, retrato de Nixon) parecen enfocados a ella ya que desde, practicamente el principio, la narración se decanta por la ligereza escapista. En fin, tal fue el impacto de la obra que además de producirse una corta serie de TV a su rebufo, sirvió de pretexto a uno de los escritores de la novela (Nolan) para lanzarse a la publicación de una saga, algo a lo que también parece dispuesto a apuntarse su compañero, Johnson, cuya próxima, y parece que de inminente publicación, obra redunda en el universo de Logan. De todas formas, poco después del estreno de esta película, el espacio de la ciencia-ficción quedó redefinido o ampliado por la irrupción de La Guerra de Las Galaxias, pero esa ya es otra historia.

Otra distopía comentada en este blog:

http://imprescinedible.blogspot.com.es/2010/11/la-vida-futura.html

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