30/11/11

Marcado por el Odio



Somebody Up There Likes Me, Robert Wise, 1956, EEUU, Paul Newman, Pier Angeli, Everett Sloane.

Película que adapta la autobiografía que la leyenda del boxeo Rocky Graziano escribió al alimón con el periodista deportivo Rowland Barber y que gracias, sobre todo, al oficio de Robert Wise, realizador que supo granjearse una interesante trayectoria profesional que comenzó como montador para la RKO con, entre otras Ciudadano Kane, deviene en un producto que consigue entretener. Wise supo imprimir a esta "biopic" que sigue los patrones clásicos del subgénero de un ritmo rápido y ágil que hace que la historia avance de manera fluida. La habilidad del realizador se complementa con un estupendo maquillaje de William Tuttle y una brillante fotografía en blanco y negro de Joseph Ruttenberg además de apoyarse en el guión de Ernest Lehman aderezado con algún toque de humor y en el que, a pesar de que la relación de pareja ocupa un lugar capital en el curso de la narración, no se ahonda en el aspecto sensiblero; incluso se puede asegurar que merced a la química existente entre los protagonistas (que coincidían por segunda vez), la dulce Pier Angeli y el bello Paul Newman, el idilio se consolida como ingrediente funcional positivo en el devenir de los hechos que acaecen.



Así pues, nos encontramos ante una película perteneciente a uno de los subgéneros más trabajados a lo largo de la historia del cine estadounidense, en especial desde mediados de los años treinta del siglo pasado, tipo de films que dramatizan con mayor o menor grado de veracidad la vida del personaje real cuyas peripecias relatan. El cruce de géneros en que suelen converger las "biopics" nos lleva en esta ocasión hacia el terreno deportivo y, en concreto, el filme llega hasta el mundo del boxeo, circunscripción idónea para la visión pesimista y sombría del cine negro que el mismo Wise había abordado en The Set-Up años antes. Pero quien espere encontrar algún retazo de aquella mirada en esta película no lo va a encontrar ya que Marcado por el Odio desprende una nota optimista como buena película biográfica al uso. De hecho, la obra sigue los derroteros habituales del género, como se ha dicho más arriba, a la hora de referir la carrera de Rocky Graziano desde su infancia en un barrio marginal de Nueva York hasta la consecución del campeonato mundial de los pesos medios (creo que no se adelanta ninguna sorpresa por citar el final feliz del filme). El relato de toma de conciencia a través de la relación de pareja que lleva al personaje a ganarse su propia autoestima y el respeto de la gente (además del triunfo material que consigue) queda ribeteado de un ligero tono social, eso sí, bastante amable, al enfatizarse la pobreza del barrio en el que transcurren los primeros avatares de la vida de Graziano.

Lejos de la visión fatalista que el cine "noir" suele mostrar sobre el escenario del cuadrilátero y todo lo que lo envuelve, sobre esto no hay más que recordar el estreno dos meses antes de Más dura será la CaídaRobert Wise se encarga de rodar con solvencia un producto que parece alimenticio si se analiza el resto de su obra pero que, a través de los aspectos destacados antes, es de visión recomendable. Y, atención a todos y todas los/as "fans" de Paul Newman: este es el papel que lo dio a conocer, cumpliendo, por otra parte, con otro aspecto en el que las "biopics" suelen reincidir, la habitual loa a la interpretación del protagonista principal.

26/11/11

El Halcón Maltés



The Maltese Falcon, John Huston, 1941, EEUU, Humphrey Bogart, Mary Astor, Sydney Greenstreet.

El Halcón Maltés, o como un producto de -casi- Serie B deviene en mito fundacional de uno de los géneros, y no sólo cinematográficos, que ha sublevado a mayor número de personas, es una película sólida y que pertenece por derecho propio a aquella categoría de obras que conforman el imaginario colectivo del aficionado al cine y traspasan el medio hasta formar parte de la cultura popular.

La piedra angular sobre la que descansa el andamiaje del "noir", pues para muchos ésta es la primera película de cine negro, aunque muy discutible esta afirmación podemos aceptarla por consenso reconociendo influencias y proto-noirs anteriores (desde M hasta Pépé Le MokoFuria o La Golfa pasando por Los Muelles de Nueva York) que en ningún caso le restan valor, es la ópera prima de John Huston que tras labrarse una firme carrera como guionista (ese mismo año había firmado los libretos de El Último Refugio y El Sargento York, por ejemplo) decide comenzar su andadura como director, una trayectoria que, no hace falta recordarlo, la jalona con películas importantes sobre las que descarga preocupaciones vitales en forma de estudio de la naturaleza humana, dedicando especial hincapié a la definición de los personajes y las motivaciones que los conducen. El sobrio debut de Huston presenta en forma embrionaria las constantes vitales de su filmografía, comenzando por la adaptación bastante fiel de una obra literaria (la novela homónima de Dashiell Hammett que ya había sido llevada al cine en dos ocasiones con no muy buenos resultados), pasando por la escritura de un guión sólido y finalizando por esa citada preocupación por la construcción de los personajes y sus razones. Así pues, El Halcón Maltés se convierte en doble mito: inicio de un género vital en el devenir del Séptimo Arte y comienzo de la trayectoria de uno de los realizadores más prestigiosos del cine norteamericano y, por ende, de la cinematografía mundial. Sin embargo, la mítica de este filme aún se desarrolla en otros aspectos y la obra ha quedado fijada también como la catapulta a lo más alto del firmamento del celuloide de Humphrey Bogart quien deja atrás, merced a su composición del anti-héroe duro y cínico pero también romántico que protagoniza esta narración, sus habituales papeles de gánster, forjando una de las trayectorias más célebres que se conocen y cuyo reconocimiento como uno de los más grandes iconos del cine perdura hoy en día.Y, para los más puristas, aún presenciamos en el vuelo de esta ave otra irrupción rotunda, la de Sydney Greenstreet, actor de reparto de ascendencia notoria y que en esta ocasión está excelso, presagiando su personaje al mismo Kingpin, el Señor del Crimen, archienemigo de Daredevil o Spiderman. Por tanto en la vertiente mitológica El Halcón Maltés juega con una mano de póker iniciática: género negro, HustonBogart y Greenstreet.




El relato de Hammett le sirve a Huston para inaugurar, así, el período clásico del cine "noir", el género que mejor retrata a la sociedad codiciosa de sexo y dinero en la que los valores de amistad o amor parecen no existir o, como mínimo, quedan solapados por la línea moral difuminada que orienta la conducta de las personas que pueblan este universo. En este estado de cosas no importa quién es el responsable o autor material de los hechos sino quién aparece como tal a los ojos de la opinión pública dando pie y apoyando a la corruptela imperante. Sin duda, la situación de los EUA a principios de la década de los 40 del siglo pasado con los estertores de la Gran Depresión, la paralización de los resultados del New Deal y la inminente entrada del país en la II Guerra Mundial, supuso un buen caldo de cultivo para la irrupción del género. El género negro abre la puerta a la ambigüedad moral, reflejo, por otra parte, de la misma sociedad y naturaleza humanas y sobrepasa al cine de gánsters, tan popular en el decenio anterior, dotando a sus ficciones de personajes "grises" y constituyéndose la creación de ambientes y actitudes como pieza básica sobre la que destilar la visión pesimista sobre el devenir del mundo real. El Halcón Maltés se inserta sin dificultad tanto en el "corpus noir" como en la filmografía de su director y guionista pues, respecto a lo primero, se confirma como retrato de un microcosmos dominado por engaños y traiciones que sirven como armas principales de tipos corruptos que persiguen su beneficio de manera exclusiva y entre los que destaca Sam Spade, un héroe duro y cínico que sirve un código ético propio, hecho que lo diferencia del resto de compañeros de viaje a pesar de ser una especie de poco escrupuloso "borderline" moral. Y,  en lo tocante a la inmersión de la ópera prima de Huston en la visión que posteriormente éste desarrollaría como hilo conductor de su obra, este filme anticipa muchas de las claves contenidas en ésta, desde las citadas más arriba como son la escritura de un buen guión o el cuidado de los personajes y también de las interpretaciones, así como el aura de desencanto y fatalismo que parecen perseguir a los protagonistas tanto de sus narraciones como de las del género "noir" en general. Si recordamos otras películas del realizador como El Tesoro de Sierra Madre o La Jungla de Asfalto, comprobamos que el viaje que emprenden sus antihéroes deviene más importante que la consecución del objetivo que lo originó, tal como sucede en El Halcón Maltés donde la estatuilla que da nombre al filme funciona como un McGuffin, antes de ser bautizado por otro grande -Alfred Hitchcock- de esta manera.

La concisa puesta en escena contrasta con la complejidad moral que preside la narración y la agilidad con la que se desarrolla la película permite el fácil visionado de la misma, a pesar de que la acción transcurra mayormente en interiores y se apoye fundamentalmente en los diálogos, eso sí, notables. Cabe resaltar que la ficción protagonizada por el detective duro, frío y, sin embargo, romántico, característica esta última crucial en el excelente desenlace, se beneficia precisamente de la utilización de esos dos elementos (interiores y diálogos) para la creación tanto del ambiente claustrofóbico que demuestra el microcosmos en el que se desenvuelven los personajes, incapaces de obrar en otro hábitat, como de la actitud de los mismos caracteres protagónicos. En definitiva, el estilo seco y directo que ofrece Huston hace avanzar la historia de manera rápida y ágil, complementándose con la labor del operador Arthur Edeson (quien se había labrado una firme reputación en los años 30 al lado de James Whale) que sin exagerar la iluminación (elemento clave en el género) sí utiliza la cámara para significar cuestiones narrativas, dotando a los elementos encuadrados de funcionalidad simbólica como se puede apreciar en el plano final del ascensor, deudor de la mencionada más arriba Pépé Le Moko.



El Halcón Maltés puede que hoy no sorprenda al espectador acostumbrado a este tipo de relatos pero hay que hacer notar que sentó las bases para el desarrollo de un género no agotado en la actualidad el cual representa la realidad sin ilusiones. El arquetipo de investigador privado, héroe que sobrevive con su propio código de valores en un mundo cerrado y que se desenvuelve con un pragmatismo realista y cínico queda determinado a partir de este momento (y asociado a la figura legendaria de un tipo más bien esmirriado: Bogart) y sin olvidar que otro personaje fundamental en el género es introducido de manera primaria: la mujer fatal, encarnada en esta ocasión por Mary Astor, actriz con exitosa trayectoria desde el cine mudo. Por tanto, estamos ante la crisálida del cosmos negro, dogma del que su Moisés es Huston y que fue abrazado de inmediato por una legión de seguidores que siguen disfrutando de los ficciones en las que caracteres turbios viven entre sombras que simbolizan su ambigüedad moral y que siguen gozando de plena vigencia. No cabe duda alguna, el halcón maltés continuará sobrevolando las zonas oscuras de la ciudad.


19/11/11

La Noche del Cazador


The Night of The Hunter, Charles Laughton, EEUU1955, Robert Mitchum, Lillian Gish, Billy Chapin.

La única película dirigida por el actor Charles Laughton es catalogada por casi todo el mundo que ha podido disfrutarla como obra maestra e incluso unos pocos se atreven a considerarla como la mejor película de todos los tiempos...sin duda el visionado de La Noche del Cazador a pesar de la imposibilidad de aseverar la segunda afirmación corrobora la primera: estamos ante un film ABSOLUTO. Claro que siempre habrán excepciones y opiniones discrepantes al respecto a cuyos autores solo les pediría que revisaran el producto, todo un manjar selecto para el aficionado al cine que se precie de serlo.

La magistral y fascinante obra facturada con exuberante poderío visual que hunde sus raíces en el expresionismo alemán y en los mismos orígenes del cine (Griffith está presente y no sólo a través de su musa Lillian Gish, rescatada para la ocasión para la gran pantalla) se conforma como cuento infantil con temática adulta ribeteado con alusiones constantes a la religión, cuento que concluye con la confrontación entre el Bien y el Mal, encarnados en la Santa virginal y dulce que acoge a los niños huérfanos (la citada Gish) y el diabólico predicador, un impresionante Robert Mitchum cuya interpretación plena de manierismos y exageraciones ha pasado a los anales del Séptimo Arte (por favor véanla en versión original y podrán comprobar el uso de la voz con esas entonaciones de ogro sin contar que podrán confirmar las dotes de cantante de este gran actor que además grabó un par de discos). Sin duda el Reverendo Harry Powell con sus nudillos tatuados es uno de los iconos del cine y gran parte de responsabilidad en ello recae en la colosal exhibición "actoral" de Mitchum que agota lo superlativo y alcanza la excelencia.


No obstante la película va más allá de Mitchum y su apócrifo apóstol, resultando una obra extraña con un aura onírica que bordea el territorio del cine negro más puro y el relato de terror atávico de manera que tan inclasificable filme supuso un total fracaso en taquilla y fue recibido con frialdad por la crítica que todo lo más valoraba el estupendo ejercicio de estilo visual desplegado por Laughton y su operador Stanley Cortez, basado en un juego expresionista de luces y sombras maravilloso y que logra composiciones de una magnética y perturbadora belleza. La libertad creativa de la que dispuso el director le permitió firmar una película compleja con un envoltorio visual alucinante que ha calado en los hermanos Cohen y en David Lynch, por poner solo dos ejemplos, y que aunque para algunos pueda resultar excesivo o pretencioso confiere a la historia un tono surrealista que enfatiza la confrontación entre la inocencia infantil y la perversión codiciosa del adulto creando un mundo distorsionado gobernado por sombras que amenazan a los niños.

Desde el monólogo inicial esta pesadilla infantil plagada de simbolismo fascina y turba convirtiéndose en una película memorable, una de las mejores de todos los tiempos, que destila un insólito lirismo que la convierte en un viaje mágico, una parábola sobre el Bien y el Mal que se desvela en su último tramo al que se llega tras una ruptura del "tempo" del relato en el momento de la huida a través del río, una fuga cuasi-bucólica en la que reina un inquietante sosiego, un pasaje de una singularidad notoria con todo el bestiario que se muestra al paso de los niños fugitivos.

La dualidad entre el Bien y el Mal se acentúa con la aparición, ya en la tercera parte de la narración, del Ángel Guardián, una mujer madura que acepta a los huérfanos sin juzgarlos y que redime al mundo adulto ya que demuestra que es capaz de dar amor y protección conformándose como contrapunto al maligno Powell, encarnación del Mal sin fisuras ni ambages cuyo odio y codicia se contraponen también con la candidez del universo de los chiquillos. Unos niños que, al parecer, fueron dirigidos por Mitchum dada la aversión que Laughton sentía por los pequeños y cuyas actuaciones son más que correctas, en especial la de Billy Chapin que detecta la presencia del Mal gracias a estar fuera de las convenciones sociales que dominan el mundo de los mayores, a diferencia de su madre que cuál fanática religiosa encuentra refugio a sus miedos y frustraciones en el fundamentalismo que le hace aceptar su destino en una antológica escena en la que se nos aparece como una virgen; hay que resaltar que Shelley Winters encara su papel de mujer pasiva con acierto. La historia de avaricia, sexo, dinero, religión, fanatismo...de elementos de la vida real adulta se desgrana con una apariencia de irrealidad por ser tratada en el y desde el universo de los niños, otorgando este prisma al filme de un halo que solo se puede calificar de extraño.


Todo, desde el extraordinario diseño de producción del filme con sus decorados delineados por el magnífico trabajo de fotografía, el uso del sonido y de la banda sonora firmada por Walter Schumann rematada con himnos religiosos y canciones de cuna, la feroz temática expuesta aderezada con toques de humor, y no olvidemos a Mitchum, en fin, todo, absolutamente todo, hacen de La Noche del Cazador una obra para recrearse en ella o para descubrir, si es el caso, y cuyo fracaso podría ser atribuible a que fue realizada en una época en la que Hollywood producía películas en color y scope o, quizá, por otorgar el papel protagónico a un homicida misógino, sexualmente reprimido y obsesivo...estamos ante una obra redonda que deja en la retina imágenes imborrables como la del dormitorio con apariencia de iglesia en la que el decorado y la iluminación son muestra del potencial simbólico de los elementos del medio utilizando los recursos del mismo de manera ejemplar o sirva también como muestra la persecución por las escaleras en la que el ogro Powell con los brazos estirados a la manera de los dibujos animados intenta dar alcance a los niños recordando al villano de los cuentos, aportándose con ello un componente humorístico de exageración irreal que eleva la disonancia subyacente en todo la narración. Pero sin duda todo el que haya visto este film tendrá guardadas otras perlas como la de la escenificación de la batalla entre el Bien y el Mal que efectúa el malvado Reverendo mediante sus manos tatuadas o la de la impactante composición de la mujer bajo el agua, un instante perturbador e impresionante...imposible glosar todos los extraordinarios hallazgos visuales que encontró Laughton pero recuerden la figura del coco que nunca duerme silueteada en el horizonte a lomos de su caballo o la casa en cuya ventana se puede observar una jaula con un pájaro, todo ello recortado sobre el fondo a la manera de los cuentos, pues en un cuento asombroso se convierte la historia original de Davis Grubb que James Agee se encargó de adaptar y que en manos de Laughton y su equipo deviene en una película singular y relevante.

La Noche del Cazador, ejercicio estilizado de "noir" rural, relato de miedo ancestral en el que la pérdida de la inocencia infantil queda expuesta de manera rotunda, película inclasificable que sirve para emprender nuestro propio viaje iniciático hacia las entrañas del cine pues la utilización de los recursos del medio alcanza cotas superiores, es parada obligatoria en el recorrido que cualquier aficionado al cine decida emprender constituyéndose como obra imperecedera, intemporal e insólita, toda una demostración formal de hasta donde pueden llegar las posibilidades expresivas del medio.





6/11/11

El Hombre Lobo



The Wolf ManGeorge Waggner, 1941, EEUU, Claude RainsLon Chaney, Jr.Evelyn Ankers.

La criatura que completa el panteón del horror clásico de la Universal y que establece el diccionario del personaje que se transforma en lobo es la segunda aproximación que la productora llevó a cabo sobre la licantropía tras El Lobo Humano -también conocida por El Hombre Lobo de Londres- rodada en 1935. Sin duda es esta segunda aproximación la que crea el mito y fija las características que han pasado a formar parte del imaginario colectivo a excepción de una : la luna llena. Ésta aparecería como elemento integrador del personaje en la primera de las cuatro secuelas que en la misma década de los cuarenta produjo la Universal, todas ellas protagonizadas en el rol de licántropo por Lon Chaney, Jr., el único actor que protagonizó toda la saga de un monstruo como tal y el único que interpretó a todos los monstruos de la Universal en alguna película. Es curioso constatar que el gitano Béla transmite la maldición a Larry Talbot en la ficción al igual que Béla Lugosi parece transferir en la vida real el encasillamiento profesional en papeles de terror a Lon Chaney, Jr. ya que el hijo del Hombre de las 1000 caras -apodo con el que se conocía a su padre, una de las mayores estrellas del cine mudo y, posiblemente, la primera dentro del género de Horror- siguió una trayectoria profesional recordada por su encarnación de Hombre Lobo y casi cualquier monstruo que se pusiera a tiro.

Película esencial para adentrase en el universo del Hombre Lobo por desplegar (casi) toda su mitología que no es sino invención cinematográfica del guionista Curt Siodmak quien consigue revisar, basándose en varias fuentes, la lucha por evitar mostrar la animalidad del ser humano, construyendo para ello el monstruo más humano ya que el maldito es consciente de los crímenes que comete en su estado salvaje y es incapaz de detener su conducta. El guión económico y veloz de Siodmak en su versión original exponía una interesante propuesta que hubiera elevado el resultado final del filme ya que proponía la posibilidad, dejándola abierta, de si aquello que padecía el protagonista era una transformación en Hombre Lobo o si era una sugestión por la que creía convertirse en licántropo; las potencialidades de esta opción fueron ninguneadas por el estudio y se decidió apostar por dejar bien claro que el campechano con físico de estibador portuario mutaba en la criatura mitad hombre-mitad lobo.



En cualquier caso este clásico del terror destaca por su atmósfera construida a través de una buena fotografía de Joseph A. Valentine y sobretodo en una notable dirección artística obra de Robert Boyle -a quien debemos la reconstrucción del Monte Rushmore de Con La Muerte En Los Talones- quien consigue crear un bosque brumoso y amenazante por el que transcurre buena parte del relato y que se torna eje esencial del mismo y un valor por encima del tan cacareado maquillaje de Jack Pierce que hoy en día puede quedar muy envejecido pero que en la época de producción de filme se constituyó como un elemento clave en el éxito del mismo. No obstante, el mismo Pierce tiene otras contribuciones mucho más brillantes al género que no este disfraz de lana de Yak.

Esta revisión del mito de Jekyll y Hyde de la que se ha estrenado una versión recientemente protagonizada por Benicio Del Toro y Anthony Hopkins, ha pasado a la historia como clásico del terror y retoma y completa el ciclo que la Universal comenzó a principios de la década anterior a su realización y que en plena Depresión mantuvo a flote al estudio, siendo un filme mínimamente entretenido pese a sus garrafales errores de continuidad (puertas que se abren dos veces, camisas de tirantes que desaparecen o camisas que aparecen) y las, en ocasiones, extrañas reacciones de los personajes. De aroma a serie B El Hombre Lobo pese a contar entre su reparto con figuras de mayor o menor renombre en aquella época como Claude RainsRalph BellamyBéla Lugosi o Maria Ouspenskaya es un producto mucho más barato que aquellos con los que iniciara la etapa del Horror clásico Carl Laemmle, Jr. quien ya había sido forzado a abandonar el estudio años atrás junto con el fundador del mismo, su padre. El Hombre Lobo pone fin al período clásico del género y es una película imprescindible para los amantes del personaje y, por supuesto, para todos aquellos a lo que les guste el terror ya que todas las claves (con la excepción mencionada) de uno de sus grandes personajes se exponen en ella.