29/1/15

Cantando bajo la Lluvia

¿Alguien no ha visto esto?

Si el retorno navideño de mi némesis fue un musical, el mío acabando La Cuesta de Enero es EL MUSICAL, así, sin colorantes ni conservantes, bueno, algo de colorante sí tiene, porque es toda una píldora de colores de buen rollito con efectos de alegre euforia, casi, casi que hecha a propósito para insuflar algo de optimismo y vitalidad y que viene de encargo para esa cosa que se ha inventado ahora del Blue Monday o para quien el primer mes del año le pase factura, sea en forma de síndrome post-vacacional, sea en cuestiones de money, money por los gastos y fastos de la ya lejana Navidad, las subidas de los gimnasios y demás, o sea por lo que sea. La energía inigualable de Gene Kelly, un tío con good looks que dicen los americanos y sonrisa de pasta dentrífica, nos lleva por EL MUSICAL como si nada y sin enterarnos estamos contagiados de su alegría de vivir y, ya de paso, nos enseña el número musical más conocido, por consenso aplastante, de la historia del cine (el de la foto de arriba, lo han adivinado). Y aún hay más, porque otro de los más famosos también aparece por aquí, pero este lo hace Donald O'Connor en plan dibujo animado.


¿Es usted anti-musical? Pues seguro que estos dos momentos de la historia del género los conoce y si no, ¿a qué carajo está esperando? Déjese de prejuicios y tómese esta pastilla de colores que es EL MUSICAL. Subidón asegurado, aunque eso de que los personajes canten sus estados de ánimo no vaya con usted. Pero es que EL MUSICAL gusta hasta a quien no gusta el musical. Y lo digo porque EL MUSICAL es más que un musical...es una de las mejores  y más divertidas películas que el cine ha hecho sobre el cine.

Una de las dificultades del sonoro o ¿dónde poner el micrófono?
Si eso de que las cosas se digan cantando le parece irreal y fuera de lugar, aquí una sorpresa se va a encontrar. Sobre el cine aprenderá, la llegada del sonoro comprenderá y si tenemos en cuenta que a lo largo y ancho de la película se cuentan anécdotas más o menos verdaderas y desfilan trasuntos de celebridades del Hollywood de finales de los años veinte, esto es una delicatessen para quien le guste el cine y uno puede ir adivinando la celebrity correspondiente. Por el arco iris desfilan Douglas Fairbanks, pelis de gánsters, Louella Parsons y dicen que hasta el mismísimo productor de todo el asunto, Arthur Freed y, en fin, un montón de situaciones y personajes basados en hechos reales que cada uno se encargará de averiguar o acertar o recordar. EL MUSICAL es una declaración de amor al cine, un homenaje incluido un punto de picante satírico, si hasta tiene erotismo, tú, con esas piernas taaaan laaaargas que son las de la Charisse, las cuales, por cierto, en una jugada estratégica y movimiento astuto de la Metro fueron aseguradas por una cuantiosa cantidad de dólares, algo -esto de asegurar partes de la anatomía propia- que muchas estrellas del firmamento de hoy siguen haciendo.

Laaas piernaaas del 1000000 de dólares (y su propietaria)
Las piernas del millón de dólares y su propietaria son las que acompañan al Chico Profidén en el onírico número de casi un cuarto de hora que cierra la función y en el que yo me sigo preguntando por qué el célebre Don Lockwood no se imagina con la pizpireta Kathy. Obviando este asunto que como todo, tiene explicación, a saber, Debbie Reynolds no era bailarina, el número también es histórico y depara un suceso con rombo y medio, por lo menos, o sea, sólo para adultos, relacionado con el vello púbico de la chica de las piernas largas cuando lleva el pañuelo que también es quilométrico....como este es un blog para todos los públicos, quien quiera subir la temperatura tendrá que buscarse la vida, faltaría más. Sin embargo, sólo digo que este chascarillo se suma a los que casi todo el mundo conoce pero yo de paso recuerdo de juntar la leche y el agua para que se viera mejor en la pantalla la lluvia del archifamoso número que el Chico Profidén rodó con unos grados de fiebre (esto son dos chascarillos por el precio de uno), el del ingreso hospitalario de O' Connor cuando terminó el agotador Make 'Em Laugh, el de la cebolla empleada para hacer llorar a Reynolds en la escena culminante en la que se descubre el pastel (me refiero al doblaje de la Lamont, no confundir con el momento del pastel de verdad) y ya que estamos con ella (con Reynolds, me refiero) no podemos olvidar los efectos del tiránico trabajo a destajo impuesto por el Chico Profidén (a ver qué se creen que se esconde detrás de tamaña sonrisa, o todo no iba a ser tan bonito) ya que tan encantadora señorita llegó a terminar con los pies sangrando. Por cierto que seguro que saben que a Reynolds la doblaron (ironías del destino) a la hora de cantar Would You? pero también la gran Jean Hagen llega a doblarse a sí misma utilizando su verdadera voz (un lío, vaya, algo así como que Debbie hace que dobla a Jean pero ésta en realidad se dobla sí misma y, además, aparece una tercera -para más señas de nombre Betty y apellido Noyes- que le pone la voz cantando a Debbie). Pero, qué diantres, si a Debbie hasta le doblaron el zapateado de Good Morning para que sonara más potente y dicen que hasta al mismo Chico Profidén sus colaboradoras de toda la vida (Carol Haney y Jeanne Coyne, sobre ésta última volveremos, ya lo verán) le amplificaron el suyo cuando chapotea en los charcos.

¿Les han gustado los chascarillos?
Y tras los chascarillos llega el momento de la primera adivinanza tartufera (recuerden, un tartufo en juego): ¿alguien sabría decir a qué famosa princesa parió Debbie Reynolds? Esta es "molto facile", la siguiente habrá que currársela un poquito más. Además, y hablando ya de todo y de relaciones materno-filiales de actrices de Hollywood, esta princesa casi acaba "emparentando" (ten hijas para esto) a su querida madre con las monstruas de Baby Jane. Y es que Debbie dixit las dos cosas más duras de su vida han sido parir a su vástaga y rodar con el Chico Profidén, claro que cuando lo dijo la Princesa aún era una chica formal.

Lo de abajo  también me gusta y por eso lo recomiendo. Allá cada "cualo".
La fórmula que se le ocurrió a Arthur Freed (el señor ideólogo del asunto y jefe de la unidad de los exitosos musicales que la Metro hacía por aquellos tiempos) no era nueva, aprovechar canciones ya escritas (además por él mismo ya que puso letra a la música de Nacio Herb Brown allá por los años en los que se decidió situar la acción de la película) y montar una historia a partir de ellas, pero, eso sí, dándole cierto sentido a todo el conjunto. Como digo nada nuevo bajo el sol, esto se había hecho de alguna manera en Cita en San Luis o Un Americano en París, por poner dos ejemplos, pero en EL MUSICAL la pareja de guionistas Comden y Green (que ya habían trabajado con el productor y con los codirectores que eran la pareja artística que formaban en aquel entonces el Chico Profidén y el niño prodigio Stanley Donen en Un día en Nueva York) en un arrebato de inspiración acertaron de pleno al centrar la historia en un período clave de la historia de Hollywood (y del cine, vaya) e incrementaron su interés al salpimentarlo con un buen puñado de anécdotas más o menos verídicas, casi todas divertidas y vividas en primera o tercera persona por los propios miembros del equipo o conocidos de estos, no olvidemos que el rodaje de la película es relativamente cercano a la llegada del sonoro, que es lo que se cuenta. Ya digo, uno de esos momentos en los que las musas aparecen. Sólo faltaba que se metiera por el medio la pareja de dos para que el proyecto saliera redondo. Porque el Chico Profidén y Stanley (quién hacia qué daría para unas cuantas líneas y como terminaron como el rosario de la aurora aún serían más jugosas pero para que pique la curiosidad adelanto que hasta compartieron esposa, en momentos diferentes, no vayan a pensar, eh, pillines, no otra que la mujer sobre la que dije que volveríamos, sí, Jeanne Coyne) supieron rematar la faena para el musical moderno y siguiendo con la fórmula de Un día en Nueva York los bailes y las canciones están integrados en un argumento que se desarrolla de manera fluida y dinámica. La transición del cine mudo al sonoro se cuenta con alegría, con gracia y salero, con muy buen rollo, cantando y bailando los sentimientos de manera todo lo natural que puede ser y con un buen montón de fallos de montaje, pero, ya saben, nadie es perfecto.

Los pies de Debbie lo pasaron mal, pero ¡qué buen rollo!
Voy a acabar diciendo que EL MUSICAL es una "in-mejorable" (así, en dos palabras que diría aquél) ocasión para disfrutar del Espadachín de la Danza que era el Chico Profidén, de "toda su grassia y su arte" (que diría aquella), de toda su energía y vitalidad (y musculosa virilidad que dirían algunas y... algunos), pero antes vamos a jugarnos los tartufos. Allá va, he dicho que las canciones que aparecen en la película estaban ya escritas, por ejemplo, la misma Singin' in the rain ya había sido interpretada en varías películas desde que lo fuera en la primera allá por al año del crack, incluso hasta la mismísima Judy Garland la entonó, pero también hay canciones ex profeso para la ocasión como...Ánimense, señoras y señores, un tartufo está en juego. En honor a la verdad hay que decir que las dos preguntas tartuferas de hoy son de San Google, así que a por el tartufo, después a por la pastilla de colores de buen rollito, y como de píldoras va la cosa y no hay tartufos para todos, una canción y un artículo terminan con la entrada.

¡Qué grande es el cine!
Por si acaso digo que imágenes y vídeo son ilustrativas, no esconden nada más.