3/4/15

Yo Confieso

Un cura con pasado

I confess, Alfred Hitchcock, 1952, EEUU, Montgomery Clift, Anne Baxter, Karl Malden. 

Pues ya que en este blog se acaba de comentar una de Monty yo no voy a ser menos y aquí les traigo otra de este mito-icono sexual del Hollywú de siempre. Y es que este tío bien podría pasar por un sex-symbol de los de hoy, puede que Clark Gable parezca viejuno, las andanzas y tropelías con o sin bigotito de Errol siempre dan que hablar, el salvaje de Brando es de armas tomar, a mí Cary siempre me parecerá lo más (¡qué elegante!) pero los rasgos de Monty son los que se llevan ahora y para colmo siempre tendrá ese poso de tormento que bien le para para papeles como los de este Padre Logan, todo culpa y atado hasta decir basta a su código deontológico, "uséase" no poder propagar a los cuatro vientos lo que le han contando en confesión, aunque esto sea un asesinato. Tal es la premisa de esta película del grande entre los grandes Alfred Hitchcock que pese a no acabar muy contento de todo el meollo nos prepara un entretenimiento que bucea en sus obsesiones de siempre. Qué tío este Hitchcock que supo manipularnos como nadie. Como digo el mismo orondo realizador le comentó a Truffaut (corran a comprar ese libro mítico de entrevistas si es que no lo tienen ya) que esta película no le salió todo lo bien que quería pero aun así yo creo que la podemos salvar, claro que sí. Sus temas recurrentes aderezados con elementos religiosos a tope (bueno, uno de sus fetiche era la culpa cristiana, así que, al fin y al cabo, la cuestión religiosa siempre andaba por ahí) y una nueva demostración de formalismo cinero hacen que la salvemos.


Nótese el peso de la cuestión religiosa
Y para esta gótica película con esos contrapicados de las iglesias de Quebec y el fondo de su famoso hotel (una city que en la mejor tradición del cine negro cobija de manera retorcida los recovecos del asunto) Hitch se basa en una obrita de principios de siglo de Paul Anthelme, convenientemente adaptada con sus acostumbradas concesiones a la verosimilitud  y pone sobre el tapete lo que muchos entendidos en la materia piensan. Esto es, que estaba en plena madurez y podía conseguir momentos sublimes como el del pasaje onírico en el que el futuro cura regresa de la guerra y pasa un rato agradable con su amiga. Este pasaje de la película es toda una premonición del aura que desprende la obra maestra entre las obras maestras (para entendernos y para que quede claro hablo de Vértigo). Además, el tío consigue otros momentos logrados como el de la salida del Padre Monty tras el juicio, un hombre marcado al que seguimos en su descenso desde la sala hasta la calle y lo acompañamos en su incredulidad desconcertada ante la multitud que se apiña para condenarlo socialmente. Lástima de esa resolución con la que se da por finiquitado el asunto que queda como traída al pelo, muy melodramática ella porque antes el punto de partida, ese problema moral al que se enfrenta el párroco Monty que antepone su obligación religiosa al esclarecimiento de un asesinato, resulta sugerente. Quizá el cura esté torturado también por otros secretos inconfesables que carga en su mochila vital desde antes de ser cura pero precisamente por ser cura son inconfesables. Como esto último recuerda a los populares trabalenguas hay que decir que el sacerdote se siente culpable y guarda secreto por el juramento religioso al que se halla obligado (conocer la identidad del asesino a través del confesionario) pero también por su misma posición religiosa (la sociedad puritana no podría entender que antes de ordenarse pudiera haber tenido sus pinitos amorosos e imagínense que estos sean pinos al tratarse de ¡una mujer casada!). Total, que esto le viene como anillo al dedo al místico y atormentado Monty para lucir palmito y martirio (no me dirán que no viene bien esta película para estas fechas) y a Hitch para indagar un poquito sobre la culpa y la angustia. Pero sólo un poquito porque al final la transferencia de culpabilidad queda como inexplorada, cuando uno acaba de ver la película le parece incompleta en su tema hitckoniano en cuyo centro se halla un tipo inocente "culpable", una propuesta cercana a la posterior Falso Culpable.


Un flashback, irrealidad, escaleras, pues sí, cine negro á la Hitch
Pero ya digo que la premisa que propone un combate entre la tradición religiosa y la justicia moral (o así) junto con las multicapas con las que Hitch siempre barnizaba sus cosas, sea a nivel formal o emocional, hace que este experimento acabe siendo recomendable pese a que el famoso suspense no aparezca demasiado (sabemos desde el principio quien es el asesino, no tardamos mucho en conocer las relaciones del protagonista con la víctima). Un apunte para cinéfilos, o mejor, aquí se ponen en juego los tartufos: el cine de Hitchcock representa, sin duda, todo un universo personal en el que cada elemento que se muestra en pantalla juega un papel determinado y repensado, como lo es aquí la escena en la que el Padre Monty desayuna con sus colegas mientras la mujer del asesino sirve la mesa, pero ¿alguien sabría "disir" por lo menos dos películas de la etapa inglesa del Maestro en las que como aquí aparezcan escenas con funcionalidad dramática en las que los protagonistas desayunan? Ale, ahí queda eso.


El expresionismo y las sombras, otro ingrediente negro presente en las tribulaciones del Padre Logan.
Pues nada, ya pueden empezar a ver esta demostración de madurez de uno de los mejores directores en esto del cine, aunque sea una obra de transición por así decir pero que vale la pena por variados motivos: Por Monty, por la fotografía de Robert Burks que pasa como desapercibida para la mayoría y por la relación explícita que guarda la película con el más puro cine negro, desde su posición naturalista representada en el despacho sucio y austero del profesional policía Larrue (soberbios Karl Malden y su nariz que al igual que el cura creen firmemente en lo que hacen) hasta el fragmento onírico que refleja las pesadillas propias del género. Y, por supuesto, por Hitch, por ver una de Hitch, ese gran proyector de obsesiones que si no son colectivas casi que acaban siéndolo una vez concluye con su hábil proceso de manipulación. Puede que estemos ante el hombre que mejor ha entendido los mecanismos con los que el cine opera en la mente humana.



¿Las dos parejas de niñas más aterradoras de la Historia del cine?
Para terminar y dada la dificultad del tartufo puesto en juego así como que se han nombrado varios guapos, nos jugamos otro (un tartufo, que no es lo mismo que un guapo aunque pueda -ser que lo es- un tartufo guapo): uno de esos guapos comparte con Monty método y otra cosa más mundana o más sencilla o más de trivial, si se quiere ¿Cuál es la cosa?

Las imágenes se han encontrado tras búsqueda con Google y sólo las pongo para ilustrar la entrada, que si no queda "muu" sosa. Los derechos están reservados por quien los tenga.