17/1/18

La Llamada

La Llamada, J. Ambrossi & J. Calvo, 2017, Esp, M. García, A. Castillo, B. Cuesta.
Que los tiempos han cambiado es un hecho incuestionable que creo que nadie va a negar. Otra cosa es cómo y cuándo van a llegar (o llegan) esas transformaciones a los diferentes medios de producción y difusión del saber y de la información, cómo afectarán (y afectan) a las relaciones y estructuras de poder y de qué manera definirán (definen) las manifestaciones artísticas. Todo ello va a provocar (ha provocado) el socavamiento de muchos elementos totémicos de nuestra sociedad y, me atrevería y atrevo a decir, que en otras tantas ocasiones, para bien. Llegará un día en que a nadie le importe un pimiento, rábano o pito el que los co-directores de una película formen pareja sentimental, sea o no del mismo género,  y se dejará de hablar de ello, no será ni anécdota, y en ello tiene que ver (y creo que esto es indudable y todo quisqui estará de acuerdo, y es una de las causas principales entre varias) con el cada vez menor papel que desempeña la iglesia católica en nuestro país (algo que se ha puesto de manifiesto con la "crisis catalana" que aún colea) aunque sigan persistiendo numerosas tradiciones tales cuales las comuniones y los campamentos de verano como el de la película que se reseña. Un hecho que hace que uno se plantee la aconfesionalidad del personal a la que el futurible alude. Sin embargo, este seguimiento contrasta con el cada vez menor contingente de feligreses que acude a los templos y con el número cada vez más reducido de adeptos que siguen los preceptos de la fe. Por esto, la definición como católico de muchos y muchas normalmente va acompañada de un pasotismo sobre las tradiciones y ritos de la propia religión católica que hace que uno se pregunte el motivo de esa definición, pero, bueno, eso ya es otra historia y allá cada cuál con su credo.


Los tiempos cambian pero aquí podríamos cantar aquello de "Divina estás programada para el baile".
Qué sí, qué sí...que todo cambia, nada es inmutable (aunque muchos piensen que las Naciones-Estado llevan siglos y más siglos). Que se lo dice uno que cuando va al fúrgol comprueba que los jugadores (y casi hasta los entrenadores) son más jovencitos que él, que se lo dice uno al que hace poco se le estropeó el termo de agua caliente y el técnico que lo arregló era un chavalote más jovencito que él. En resumen, se lo dice uno (yo) que se divirtió con este megaéxito millenial aunque tomó conciencia de la brecha generacional cuya existencia influye en el disfrute de las aventuras de las dos jovencitas interpretadas con nota y soltura por la belleza castiza que tiene a la cámara enamorá de Macarena García y el garbo y desparpajo de Anna Castillo (mención cum laude). Uno se puede sentir viejuno ya con las referencias y apariciones musicales (Whitney Houston, como locomotora de una de las subtramas, Presuntos Implicados en otra y Henry Méndez, al parecer uno de los ídolos del reggaeton) que hombre, no voy a decir dónde quedaron los Beatles  y los Bravos, pero ver a la Houston como oldie y al Méndez como estrella de la música popular actual, no hace si no constatar el paso del tiempo, de los años o de la vida (como gusten y quieran) y reflexionar sobre la toma de poder de una nueva generación que, por lo visto, aboga por una mayor libertad individual y no fijarse tanto en lo que hace el prójimo. La película se inclina por esto si se piensa en que las opciones que se abren a las protagonistas deben decidirlas por ellas mismas según sus sentimientos y emociones, menos por las opiniones de las jerarquías sociales (y eclesiásticas, en este caso explícito). Oye, si tú tienes fe, que sea por tí, no porque te lo dice la Iglesia, oye que si te gustan las personas de tu mismo sexo, pues aprovecha, no renuncies a causa del qué dirán o por lo que se supone que es correcto (en estas y ya que estamos, ¿qué es lo correcto?).

Uno de las supuestas trangresiones de la película
Desde el punto de vista cinero la película funciona bien como comedia moderna y juvenil en su conjunto, pero eso sí, en algunos momentos más que en otros (los buenos, pues los hay logrados, ya sea a través de ingeniosos diálogos o con la acertada creación de situaciones cómicas), y menos como musical ya que no sale tan bien librada ni atendiendo a la música escogida, ni a las coreografías que pasan sin pena ni gloria (quizá yo no tenga mucha sintonía con la banda sonora compuesta ad hoc por Leiva, tampoco con los referentes Houston y Presuntos y quizá el tema del baile ya no sea muy relevante en estos tiempos). No obstante, su agilidad, propia del dominio audiovisual que suelen tener los millenials, y las rotundas actuaciones, ya se ha ensalzado la labor del dúo protagonista (reitero el valor del trabajo de Castillo que crea una composición mágica con su expresiva mirada, su entonación juvenil y con sus gestos, ora seguros, ora reveladores de su perplejidad al revelársele el "descubrimiento" personal a su personaje), pero se incluye en la nota meritoria a las secundarias Belén Cuesta y Gracia Olayo y, ya de paso a Díaz Lago y a De la Rosa (que aparecen en pequeños papeles bien llevados y el segundo no es el del Caso Torras), junto con esos instantes que invitan a reír y el tono amable que desprende todo, hacen de La Llamada una película entretenida, muy propia de estos días y bastante concisa pese a que se alargue por unos números musicales que no acaban de funcionar como se hizo notar. Quizá la propuesta no dé de más, tampoco parece que se pretenda otra cosa, pero se puede ver y sin olvidar -y esto lo habrá observado in situ quien la haya visto en una sala de proyección- la evidente conexión de la película con el público millenial presente en la sala, cuyo contingente, quede dicho, era casi la totalidad de los parroquianos. Algo que confirma que los tiempos cambian y han cambiado y con ellos vienen  novedosas interpretaciones de géneros tan cinematográficos como el musical, apuestas más o menos acertadas pero nuevas como no podía ser de otra manera en una generación educada en el audiovisual que (casi) todo lo ve con otra mirada, ya sea en el campo artístico, ya sea en el sociopolítico. ¿Dejamos paso para ensanchar el camino?


La iluminada María Casado ha recibiddo La Llamada y rumia contestar de una manera poco convencional.
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