The Thief of Bagdad, Raoul Walsh, EEUU, 1924, Douglas Fairbanks, Anna May Wong.
La imaginación y la fantasía al poder de la mano de un Fairbanks total (productor, guionista y actor) que lo borda en su papel saltimbanqui y gamberro de ladrón vividor en una Bagdad mágica diseñada y construida por Menzies. La película mantiene su frescura y su encanto de cuento de las mil y una noches y destaca por sus efectos especiales (alfombras voladoras, caballos alados, cuerdas que se mantienen suspendidas en el aire) que son un logro para la época y por su increíble ambientación, amén del ritmo que le imprime Walsh y la interpretación de Fairbanks quien utiliza con maestría su cuerpo para mostrar toda la fanfarronería y el espíritu aventurero de un personaje que lo consolida como el arquetipo de héroe por antonomasia ("Everybody's hero" le llamaron en determinado momento) tras haber interpretado a El Zorro o a Robin Hood entre otros. Espectáculo visual fascinante que desprende un toque de romanticismo a partir de la atracción que un ladronzuelo de Bagdad siente por la Princesa y que lo lleva a hacerse pasar por Príncipe y a superar una prueba (competir con los pretendientes en conseguir el mejor regalo para ella) que sirve de base argumental para llevarnos por caminos y cielos llenos de aventuras y misterios. Tuvo varios "remakes" (el más exitoso el de 1940), incluso con dibujos animados, e inspiró al mismísimo Alex Raymond en su ambientación de Flash Gordon y en la creación de su villano Ming (basado en el Príncipe mongol).
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