3/1/11
Más allá de la duda
Beyond a reasonable doubt, Fritz Lang, 1956, EEUU, Dana Andrews, Joan Fontaine, Sidney Blackmer.
La última estación del importante trayecto americano del genial director de origen austríaco supone la confirmación del papel cada vez más relevante que juega el peso del destino en la vida de los seres humanos y la habitual exposición de la moral de la sociedad que tan hábilmente desarrolló a lo largo de su filmografía.
De nuevo a través del simbolismo de los objetos Lang revisa la posibilidad de la comisión de un crimen por cualquier persona bajo determinadas circunstancias y la eventualidad de que un inocente sea declarado culpable considerando pruebas circunstanciales. Si en la primera película americana de Lang (Furia, 1936) un inocente era empujado al delito por la falla del sistema en el seno de una sociedad inmersa en una crisis moral que deriva en la intolerancia y la intransigencia denunciadas y tan presentes en la época de la Depresión, en la última se nos muestra a un frío ejecutor sin analizar las causas que lo empujan a la delincuencia en lo que parece comenzar como un alegato contra la pena capital y acaba convirtiéndose en un nuevo análisis del impulso criminal, sin la profundidad de aquella obra, y en la constatación del desencanto en la condición humana por parte del realizador, humanidad marcada por la fatalidad del destino bajo cuya urdimbre el ser humano es mero títere.
El viraje en la cuestión central del filme comentado más arriba desemboca en la exposición del fallo del procedimiento judicial que puede declarar culpable a un inocente, reflexión sobre el error del sistema legal coincidente con la primera incursión en el cine de Hollywood del director europeo, mediante la explícita influencia del poder político en su devenir (el papel, aunque distinto, del gobernador en ambas obras evidencia la posibilidad de injerir que tiene el aparato político) a pesar de que aquí quede mediatizado e influenciado por el de la prensa; aspecto este último que resulta una profundización sobre una de las constantes en el cine "languiano", a saber, la función y actuación de los medios de comunicación en el seno de la sociedad de tal modo que en esta obra, y en determinados momentos, los periódicos hacen avanzar el relato y tienen ascendencia sobre los personajes (en especial cuando Susan accede a la dirección del diario en lo que se constituye como una exploración de la creación de opinión -otro tema "languiano"-), sin olvidar la grabación y emisión de resumenes que la TV hace del juicio o la retransimisión que del mismo lleva a cabo la radio. Como siempre en el cine de Lang la tecnología adquiere una presencia considerable observada en esta ocasión con la presencia de interfonos en las oficinas y el uso de la cámara fotográfica instantánea además de los mencionados medios audiovisuales.
Considerada como una obra menor, Más allá de la duda, supone un ahondamiento en el desencanto de Lang en el ser humano (todos los personajes se mueven por motivos egoístas, desde Tom -un acartonado Dana Andrews, aunque le viene bien a su personaje que no debe mostrar ninguna emoción- hasta el fiscal) y una nueva propuesta por la reflexión y el cuestionamiento de ciertos problemas morales y determinadas situaciones sociales que casi siempre nos plantea este gran cineasta utilizando el medio y la técnica cinematográficas de manera notable en aras de esa búsqueda de meditación. Además esta obra cuenta con un asombroso final al que llegamos después de un planteamiento y desarrollo que nos fuerzan a suspender la incredulidad y que no por ello deja de impactar y de ser resuelto de una manera envidiable y plena de fuerza.
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