The Awful Truth, Leo Mc Carey, 1937, EEUU, Irene Dunne, Cary Grant, Ralph Bellamy.
Cuenta la leyenda que La Pícara Puritana fue mayormente improvisada, puede que esto explique el guión deslavazado y el desarrollo de la historia como una especie de colección de "sketches" unidos generalmente por el uso de las "cortinillas" y con el hilo conductor clásico de separación-(re)matrimonio de las comedias románticas. Prototipo de screwball en la que la pareja se separa y se une, como ha quedado apuntado, el filme de Leo Mc Carey, un hombre con amplia experiencia en el mundillo y en el género (dirigió con anterioridad unos cuantos cortos de Laurel y Hardy así como Sopa de Ganso), desarrolla con ritmo trepidante y en ocasiones demasiado atropellado una nueva adaptación de la obra de teatro de Arthur Richman de principios de los años 20 que ya había sido llevada al cine en dos ocasiones en aquella década y que se constituye como un claro ejercicio de escapismo con momentos muy divertidos.
Con un claro mensaje en favor del matrimonio -o contrario al divorcio- a pesar de mostrar una parodia de la falta de comunicación en el seno del mismo (con la escena del abogado) el filme se sustenta en un extraordinario Cary Grant con la colaboración inestimable de Irene Dunne y del resto del reparto (hay que mencionar el breve papel de Joyce Compton como cantante de club y que en la trama juega un rol importante el cánido que, por cierto, es el mismo que el de La Cena de Los Acusados y La Fiera de Mi Niña). Es en el trabajo de la pareja protagonista donde la película encuentra su punto de anclaje para desarrollar situaciones disparatadas -la surrealista lucha por la custodia del perro- y es desde este mismo punto desde el cual la película puede alcanzar su consideración de producto clásico. Tanto Grant como Dunne están excepcionales si bien aquél logra un grado superlativo, tan elegante y con un dominio absoluto del "slapstick". Sin duda asistimos a sino la gestación, sí el nacimiento de este mito de la interpretación cinematográfica.
Resaltada la vital magnitud que adquiere el elenco en esta producción -Cary Grant en especial, al edificar su propio estrellato a partir de aquí-, mencionar que la película es la clásica Guerra de Sexos con muchos de los elementos de la screwball (desarrollo de la acción frenético, diálogo ingenioso y dosis de humor físico, papel activo de la mujer en el devenir de la historia) pero a los que no acaba de dotar de la suficiente mala leche o acidez además de resentirse de cierta irregularidad en el ritmo y de situaciones un tanto envejecidas o demasiado inverosímiles por estiradas (las escenas con los policías). Esto cae en el debe de esta exitosa película que recibió buenas críticas y una lluvia de nominaciones a los Oscar (consiguió la estatuilla a Mejor Director), debe que es superado por el haber con el que nos obsequia: la risa nos viene con facilidad en algunas ocasiones tan bien ejecutadas como la de Grant en el recital de canto, Dunne haciéndose pasar por la hermana de su marido, la escena creada con el perro y los sombreros o la del mismo final con la puerta que se abre y no se abre. Pero, sobre todo, la película supone el debut del personaje con el que todos identificamos a Cary Grant, indudablemente la comedia no volvió a ser lo mismo.
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