Roma, Città Aperta, Roberto Rossellini, 1945, Italia, Aldo Fabrizi, Anna Magnani, Marcello Pagliero.
La revolución artística que supuso el movimiento surgido en Italia en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial conocido como Neorrealismo, claro y contundente en y desde sus presupuestos estilísticos y políticos, encuentra en esta película su hito fundacional. Roma, Ciudad Abierta es ya por esto una obra de singular relevancia para la historiografía cinematográfica dada la influencia que la citada corriente ha ejercido desde su aparición en multitud de cineastas de diferentes latitudes y que se puede rastrear con relativa facilidad en la Nueva Ola francesa, el Free Cinema británico o el Cinema Novo brasileño. Estamos ante la génesis del Cine Moderno, praxis cinematográfica en la que podemos situar al Neorrealismo italiano, meridiano exponente de cine de vanguardia realista que supone una ruptura respecto a las expectativas buscadas por la audiencia clásica en el cine normativo, siquiera sea por exponer el drama de las cotidianeidades diarias a las que se enfrenta el pueblo sencillo. Pero, además, esta temática contemporánea sobre la problemática social de la posguerra viene forjada con abierto compromiso político y fuerte conciencia moral. El renacimiento artístico del cine italiano parte de unos postulados estéticos e ideológicos, políticos y artísticos, antagónicos con el cine promovido por el régimen fascista (producciones épicas históricas de las que se puede extraer una lectura pro-gobierno, aparentemente "inofensivas" comedias de costumbres -el denominado "cine de los teléfonos blancos"- o filmes de propaganda que apoyan abiertamente las bondades de la dictadura son los que se exhiben en la cartelera de aquellos tiempos en el país transalpino), frente a la grandilocuencia y ampulosidad se apuesta por la sencillez y el naturalismo. El Neorrealismo supone para el cine italiano un viraje, quizá provocado por la escasez de medios de la industria cinematográfica del país, hacia personajes humanos que se deslizan por escenarios naturales, una mirada a la realidad sin revestirla de sentimentalismo alguno aunque, eso sí, sus ficciones se construyen con un guión trabajado como es el de Sergio Amidei y Federico Fellini (por cierto, nominado en la ceremonia de los Oscar norteamericanos) para esta Roma, Ciudad Abierta, unos libretos detrás de los cuales encontramos en muchas ocasiones a los teóricos de la revista Cinema. En definitiva, en contraposición al cine fascista caracterizado por su exagerada puesta en escena y una representación falsa de un mundo ideal, el Neorrealismo plantea unos relatos en los que se aboga por mostrar el miserable presente de la sociedad italiana y no se rehuye narrar los crueles hechos recientes impresos en la conciencia colectiva del pueblo. Las historias y personajes que las pueblan se dan en un universo real perfectamente definido en los planos espacial (Roma y/o Italia) y temporal (II Guerra Mundial y su posguerra) y se centran en el drama del pueblo llano que se desarrolla siempre evitando el sensacionalismo, a través de un protagonismo coral.
Obra seminal del Neorrealismo y símbolo de esta corriente, Roma, Ciudad Abierta hace de la necesidad virtud, algo que se puede generalizar a la práctica totalidad del cine italiano de posguerra debido a la desorganización y desmantelamiento de la industria cinematográfica de aquel país, paisaje en ruinas ejemplificado en la conversión de los grandiosos estudios de Cinecittà en campo de refugiados, pero que, por otra parte, posibilitó como el propio Rossellini reconociera años más tarde, la existencia de un clima creativo en el que se disponía de mayor margen de maniobra para la experimentación. Los pocos medios con los que se contaba a la hora de afrontar el rodaje de cualquier película provocaron la filmación en localizaciones naturales con iluminación generada de manera rudimentaria y la imposibilidad de alquilar equipos de grabación no permitía trabajar con el sonido, circunstancias que, evidentemente, marcan el nacimiento y desarrollo del cine neorrealista. Las vicisitudes que devinieron durante el rodaje de Roma, Ciudad Abierta inspiraron al escritor Ugo Pirro para escribir su novela Celuloide, adaptada al cine por Carlo Lizzani con título homónimo a mediados de la década de los noventa, y dan cuenta, igualmente, de la situación por la que atravesaba el cine italiano de la época. La depauperada situación social y la escasez de medios técnicos son utilizadas como mecanismos de ruptura cinematográfica pero también como herramientas para lograr la necesaria transformación social. El camino hacia esta se alcanza con el compromiso político-social de todos (curas, mujeres y niños también deben formar parte activa de esta nueva sociedad) como queda explicitado a lo largo del film, en una afirmación de los postulados de unidad política defendidos por el nuevo gobierno del democristiano De Gasperi. Sobre la fractura respecto a las convenciones fílmicas cabe destacar que en Roma, Ciudad Abierta no se producen de una manera radical, sino que se recurre a ciertos elementos normativos de implicación sentimental para el espectador tales como el carácter maniqueo y la presentación de personajes prototípicos. Este apoyo en las tensiones propias del cine normativo no implica evitar el alejamiento de sus postulados y confirmar la irrupción de otra manera de filmar, en este caso filtrada, paradójicamente, por la experiencia de Rossellini en el cine documental de propaganda fascista. Se puede constatar que el realizador consiguió dotar al conjunto de Roma, Ciudad Abierta de un tono cercano al documental beneficiándose de su trayectoria profesional anterior y que amplifica la impresión de realidad de lo mostrado en pantalla. La conclusión del relato dominada por la iconografía cristiana y fiel testimonio de la cruda realidad de la guerra, demuestra la voluntad de certificar la dura realidad y en su postrera imagen abre la esperanza, reafirmando la importancia del compromiso político y de la necesaria actividad de todos los miembros de la sociedad en la lucha por la liberación de la ocupación Nazi y reconstrucción del país. Rol activo que, como la viuda Pina y el cura Don Pietro (la racial y carismática Ana Magnani y el divertido Aldo Fabrizi que aporta asueto en el drama con sus toques de humor, ambos magníficos y los dos cómicos provenientes del teatro de variedades) todos deben desempeñar de manera ineludible, unidos en un objetivo común.
Película inaugural del Neorrealismo y, en consecuencia, de gran trascendencia en la evolución del cine que debe ser visitada por el cinéfilo que se precie de serlo. Para el recuerdo escenas imborrables e impactantes como la de la carrera de la pasional Pina tras el camión que transporta a los hombres detenidos o la que muestra la silla vacía en el campo preparada para un último acto brutal y apuntada queda la posibilidad de abrir un juego cinéfilo en el que analizar las similitudes que este film guarda con el no menos celebérrimo y excelente de Fritz Lang, M.
Las imágenes se han encontrado en la Red tras búsqueda con Google y se utilizan únicamente con fines de ilustración. Los derechos están reservados por sus creadores.
Obra seminal del Neorrealismo y símbolo de esta corriente, Roma, Ciudad Abierta hace de la necesidad virtud, algo que se puede generalizar a la práctica totalidad del cine italiano de posguerra debido a la desorganización y desmantelamiento de la industria cinematográfica de aquel país, paisaje en ruinas ejemplificado en la conversión de los grandiosos estudios de Cinecittà en campo de refugiados, pero que, por otra parte, posibilitó como el propio Rossellini reconociera años más tarde, la existencia de un clima creativo en el que se disponía de mayor margen de maniobra para la experimentación. Los pocos medios con los que se contaba a la hora de afrontar el rodaje de cualquier película provocaron la filmación en localizaciones naturales con iluminación generada de manera rudimentaria y la imposibilidad de alquilar equipos de grabación no permitía trabajar con el sonido, circunstancias que, evidentemente, marcan el nacimiento y desarrollo del cine neorrealista. Las vicisitudes que devinieron durante el rodaje de Roma, Ciudad Abierta inspiraron al escritor Ugo Pirro para escribir su novela Celuloide, adaptada al cine por Carlo Lizzani con título homónimo a mediados de la década de los noventa, y dan cuenta, igualmente, de la situación por la que atravesaba el cine italiano de la época. La depauperada situación social y la escasez de medios técnicos son utilizadas como mecanismos de ruptura cinematográfica pero también como herramientas para lograr la necesaria transformación social. El camino hacia esta se alcanza con el compromiso político-social de todos (curas, mujeres y niños también deben formar parte activa de esta nueva sociedad) como queda explicitado a lo largo del film, en una afirmación de los postulados de unidad política defendidos por el nuevo gobierno del democristiano De Gasperi. Sobre la fractura respecto a las convenciones fílmicas cabe destacar que en Roma, Ciudad Abierta no se producen de una manera radical, sino que se recurre a ciertos elementos normativos de implicación sentimental para el espectador tales como el carácter maniqueo y la presentación de personajes prototípicos. Este apoyo en las tensiones propias del cine normativo no implica evitar el alejamiento de sus postulados y confirmar la irrupción de otra manera de filmar, en este caso filtrada, paradójicamente, por la experiencia de Rossellini en el cine documental de propaganda fascista. Se puede constatar que el realizador consiguió dotar al conjunto de Roma, Ciudad Abierta de un tono cercano al documental beneficiándose de su trayectoria profesional anterior y que amplifica la impresión de realidad de lo mostrado en pantalla. La conclusión del relato dominada por la iconografía cristiana y fiel testimonio de la cruda realidad de la guerra, demuestra la voluntad de certificar la dura realidad y en su postrera imagen abre la esperanza, reafirmando la importancia del compromiso político y de la necesaria actividad de todos los miembros de la sociedad en la lucha por la liberación de la ocupación Nazi y reconstrucción del país. Rol activo que, como la viuda Pina y el cura Don Pietro (la racial y carismática Ana Magnani y el divertido Aldo Fabrizi que aporta asueto en el drama con sus toques de humor, ambos magníficos y los dos cómicos provenientes del teatro de variedades) todos deben desempeñar de manera ineludible, unidos en un objetivo común.
Película inaugural del Neorrealismo y, en consecuencia, de gran trascendencia en la evolución del cine que debe ser visitada por el cinéfilo que se precie de serlo. Para el recuerdo escenas imborrables e impactantes como la de la carrera de la pasional Pina tras el camión que transporta a los hombres detenidos o la que muestra la silla vacía en el campo preparada para un último acto brutal y apuntada queda la posibilidad de abrir un juego cinéfilo en el que analizar las similitudes que este film guarda con el no menos celebérrimo y excelente de Fritz Lang, M.
Las imágenes se han encontrado en la Red tras búsqueda con Google y se utilizan únicamente con fines de ilustración. Los derechos están reservados por sus creadores.
Estupendo texto para una grandísima obra de arte.
ResponderEliminarSaludos
Roy