29/7/12

La Casa de Té de la Luna de Agosto


The Teahouse of the August Moon, Daniel Mann, 1956, EEUU, Marlon Brando, Glenn Ford, Machiko Kyo.

Comedia que obtuvo éxito comercial en el momento de su estreno y recordada por la caracterización del icono cultural Marlon Brando como avispado oriental, La Casa de Té de la Luna de Agosto bien podría haber originado una "sitcom" en la televisión estadounidense y no únicamente por contar en sus reparto con Paul Ford y (Henry) Harry Morgan, actores que alcanzaron su popularidad gracias, sobre todo, a sus apariciones en la pequeña pantalla en años posteriores. Rodada en parte en la misma isla de Okinawa donde transcurre la acción, la historia gira en torno al encuentro de dos culturas bien diferenciadas y a pesar de basarse en estereotipos funciona de manera efectiva, que no brillante, tanto en su vertiente cómica como en la de ofrecer una mirada progresista alejada del etnocentrismo habitual del cine norteamericano. No obstante, la película no se ha librado de la polémica por ser unos de los ejemplos más sonoros de caracterización de un actor caucásico como oriental, un procedimiento denominado "yellowface" en el cine estadounidense, y que aquí adquiere mayor repercusión por situarse en su epicentro, nada más y nada menos, la controvertida figura de Brando cuya reputación por aquellos años era máxima (el actor ya había devorado a Kowalski y Malloy con fruición) y que se sometía a largas sesiones de maquillaje para incorporar su personaje. Esta cuestión viene a dejar en segundo plano la adelantada propuesta que significa el proceso de inculturación en el que se ve inmerso el Capitán Fisby, encarnado por un correcto Glenn Ford dando muestras de su vis cómica, un planteamiento que se ubica en las antípodas del colonialismo sobre el que vierte el filme su ironía y que hace funcionar la película de manera desenfadada y entretenida, resultando su primera parte bastante fresca, aunque también es cierto que algunas situaciones humorísticas resultan un tanto envejecidas, otras resoluciones quedan forzadas y la relativa ausencia de acción puede unirse con el metraje, en torno a las dos horas, en detrimento del filme. Sin embargo, el encanto de este, cimentado en ingeniosos diálogos y en la originalidad rayana en el atrevimiento que supone plantear siquiera un atisbo de pluralismo cultural (no hay que olvidar la cercana Caza de Brujas "hollywoodense" o la II Guerra Mundial, hechos que marcan el contexto histórico de esta película) debe ser suficiente para acercarse a él.



Rodada, como se ha dicho, entre Okinawa y los estudios de la MGM, en formato panorámico y en Metrocolor, La Casa de Té de la Luna de Agosto se constituye como un producto de entretenimiento familiar de buena calidad que nos introduce en clave de comedia algunos conceptos de absoluta vigencia en la actualidad, si bien no llega a desarrollarlos en toda su profundidad. Esto último no es óbice tanto para reconocer el progresismo de la visión mostrada sobre los encuentros culturales como para comprobar la satírica percepción que sobre la ocupación militar se despliega en el guión de John Patrick, autor teatral que aquí se encarga de adaptar su celebrada obra -ganadora del Pulitzer entre otros prestigiosos premios- a la gran pantalla, como ya hiciera en el teatro con el libro de Vern J. Sneider, fuente primaria de todas las adaptaciones, y como haría en el futuro, de nuevo en Broadway pero desarrollando la historia dentro del campo del musical, esta última vez sin éxito. La oportunidad de los temas apuntados en esta comedia es tal que hace escasas fechas se propuso por parte de los gobiernos de España y EEUU la prórroga hasta el año 2021 del Convenio de Cooperación de Defensa, acuerdo que se firmó en 1988 y que regula la presencia de tropas norteamericanas en las bases de Rota y Morón de la Frontera. Asimismo, en la misma Okinawa siguen manteniéndose bases militares del ejército estadounidense y la ocupación y administración americana se alargó hasta principios de los años setenta. Si bien es cierto que en la actualidad ni en esa isla ni en nuestro suelo se trata de fuerzas de ocupación, no deja de ser un contingente militar de los EUA en país extranjero, por no hablar de otros estados (bastantes) en los que los militares de esa nacionalidad se instalan (se haya o no producido alguna conflagración local o internacional) para "democratizar" o "pacificar" la correspondiente sociedad. Evidentemente y por motivos que huelga enumerar, también la vertiente intercultural esbozada a lo largo del arco argumental de la película que nos ocupa, goza de plena actualidad y es todo un acierto del filme posicionarse fuera del terreno del etnocentrismo.

La Casa de Té de la Luna de Agosto es una película entretenida en su conjunto (aún con sus altibajos y faltas) que ofrece una mirada inusual para el cine de Hollywood -al menos si consideramos producciones más o menos de primera magnitud- sobre algunos aspectos relevantes aún hoy en día (relaciones entre culturas y ocupación/presencia de contingentes marciales en territorios de otros estados) y merece ser recordada por más cosas que la encarnación de Brando como asiático. Precisamente respecto a las interpretaciones destaca la ejecutada por Paul Ford, retomando el rol que había desempeñado en el teatro, y  sin duda llamará la atención del cinéfilo la aparición de la actriz japonesa Machiko Kyo. Respecto a la labor de Marlon Brando..."juzguen ustedes mismos".


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1 comentario:

  1. Fue una de las comedias que más grato recuerdo me dejó en mi niñez. No había vuelto a verla hasta el año pasado en que adquirí el DVD editado en España, y ocurrió lo previsible, claro.
    En realidad, el film no contiene en sí mismo grandes méritos, pero la exitosa obra teatral (que yo desconozco) en que se basó intuyo que tenía suficientes virtudes como para que el nada brillante Daniel Mann (considero su trabajo más desencorsetado el paródico "OUR MAN FLINT") no encontrara demasiados problemas en la operación de traslado. Así, unos chispeantes diálogos, varios gags de antología y las composiciones de unos magníficos comediantes en plena for­ma, con especial mención para la divertida "performance" de un ajaponesado Marlon Brando, hacen muy estimulante la función.
    Lo que ignoro es cómo recibieron los japoneses diez años después de Hiroshima y Nagasaki esta "amigable" intentona americana de hermanar culturas con el claro mensaje de un "pelillos a la mar".
    Un saludo.

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