Cleopatra Jones, Jack Starrett, 1973, EEUU, Tamara Dobson, Bernie Casey, Shelley Winters.
Encuadrada en aquellas películas de tipo comercial realizadas en la década de los 70 por profesionales de color y destinadas al público afroamericano de los EUA y al que se clasifica como "blaxploitation", la primera aventura de esta superagente especial cosechó cierto éxito en el momento de su estreno, el cual derivó en una secuela un par de años más tarde, y en la actualidad es una de las muestras más recordadas del género. Y ello pese a tratar ciertos aspectos comunes a esta clase de películas de manera más suavizada (especialmente el sexo) a como se abordan de manera habitual en ellas o a no extraer todo el potencial del entorno urbano en el que se suelen desarrollar las peripecias de los personajes de estas ficciones, por poner dos ejemplos. Aun así, la propuesta se conforma con naturalidad dentro del campo citado por su temática y su estética, sin lugar a dudas. El "blaxploitation" continúa las líneas trazadas por el cine de acción blanco de la época pero traslada el epicentro del relato al gueto negro, contexto dominado (siempre) por la presencia de las drogas y que sirve para plasmar la violencia gráfica imperante en la cartelera de aquellos tiempos (Harry, El Sucio y/o Contra El Imperio de la Droga, sin ir más lejos) pero con personajes negros cuyas actitudes representan el sentimiento de una comunidad y sus manifestaciones, tanto verbales y actitudinales como estéticas, son una muestra de afirmación racial que funciona como imagen identitaria del grupo social. Explicado el primer término del vocablo ("blax") cabe hacer referencia al segundo ("exploitation") que define a aquellas películas que intentan extraer el máximo rédito comercial a cierto elemento morboso que presentan, usualmente sexo y violencia aunque también un filme puede intentar explotar la presencia de cierto actor o acontecimiento social (podríamos citar, por la multiplicidad de posibilidades, una infinidad de subgéneros desde el "gore" hasta el canibalismo, pasando por las películas de cárceles de mujeres- que se lo pegunten a Jonathan Demme o a la misma protagonista de este film- y, en fin, un largo etcétera). Así pues, las "blaxploitation" se sitúan como productos protagonizados y elaborados por los negros estadounidenses en los que el sexo y la violencia obtienen un rol predominante.
Es evidente que el comienzo de la adquisición de cierto estatus económico por algunos sectores de la población afroamericana convertía a este grupo social en objetivo de mercado con un estimable potencial y el cine como industria no es ajeno a las oportunidades de negocio que se le presentan. La Metro hizo diana un par de años antes con Shaft y ahora la Warner lo intentaba con un carácter protagónico femenino en lo que se confirmaba como una estrategia comercial para ocupar cuota de mercado. Las películas "blaxploitation", en su mayoría, eran distribuidas, producidas y controladas por blancos y otras como la seminal e irreverente Sweet Sweetback's Baadasssss Song, se confirmaban como excepciones polémicas. En cualquier caso, el nacimiento y desarrollo del "blaxploitation" permitió la irrupción de directores contemporáneos como Spike Lee y marcó a otros como Quentin Tarantino. Hay que recordar que este último no dudó en rendir tributo al género a finales de los noventa con Jackie Brown para la que rescató a la "Reina del Blaxploitation", Pam Grier. Precisamente la actriz que encarna a Cleopatra Jones, la malograda modelo Tamara Dobson, es, quizá y pese a no tener ni mucho menos una fructífera carrera en el celuloide, la única fémina que podría disputar el trono de Grier (y eso a pesar de que, a diferencia de esta, no era proclive a mostrar ciertas partes de su anatomía en pantalla).
Moviéndose en las coordenadas del "blaxploitation" pero de una manera más dulcificada, como se ha apuntado más arriba, el guionista Max Julien (actor de otra de las más celebradas producciones del género, The Mack) construye una historia que parece adoptar un tono distante e, incluso, autoparódico hacia el mismo género por momentos (con personajes tan excéntricos como el incorporado por la mismísima Shelley Winters, una lesbiana ninfómana que ejerce de "capo" de la redes de tráfico de drogas, o su rebelde delfín Doodlebug, obsesionado con su pelo e interpretado por Antonio Fargas, un clásico del "blaxploitation" que tocaría el cielo con su magnífico homosexual en Car Wash unos años más tarde) y, en otras ocasiones, semeja una crítica y/o burla al estereotipo femenino con ese juego exagerado que suponen los paseos por la calle de la protagonista o los efectos que causa esta en los hombres que la miran. El hecho diferencial de este filme es su feminismo militante. Aunque la propia Dobson quitara importancia al asunto, el papel otorgado a las mujeres en esta película es preeminente y no únicamente por situarlas como caracteres protagónicos de la acción sino por expresar de manera clara y contundente que una mujer puede ser independiente además de dura, audaz, hábil e inteligente como lo pudiera ser cualquier hombre. Si consideramos los dos personajes femeninos negros con significación en el relato podemos inferir la anterior afirmación ya que Tiffany, la amante de Doodlebug incorporada por la frágil Brenda Sykes, a quien este colma de regalos y de dinero para comprarlos, no encuentra la felicidad en el regazo materialista pero cerrado y opresivo del traficante en lo que se puede interpretar como metáfora de los roles de género tradicionales de la sociedad patriarcal occidental (y de la cultura afroamericana); y no hablemos de la personalidad arrolladora de la heroína de la aventura, una mujer total que se comporta muy segura de sí misma. En contraposición a las mujeres negras encontramos a la desmesurada Mommy, la matriarca blanca de la producción y distribución de la droga por los barrios negros que si bien también actúa con un comportamiento autodeterminado y extraño al poder masculino, sucumbe a la posibilidad de hacer dinero y alcanzar estatus económico aun a costa de agravar los problemas sociales del gueto con la introducción de los estupefacientes o se muestra capaz de sacrificar cualquier vida humana que se oponga a sus intereses. En este sentido, la película de Cleopatra Jones se confirma como afirmación racial situando a las mujeres negras como fieles a sus principios morales y representando a la matrona blanca como persona amoral ávida de poder, dinero y sexo y que opera como mecanismo de esa afirmación étnica de negritud. Por ello, Tiffany estará corroída por los remordimientos de utilizar el dinero "manchado", Cleopatra se dedicará en cuerpo y alma a luchar contra el tráfico de narcóticos y Mommy intentará sacar el máximo beneficio de esta actividad.
Como se puede comprobar el subtexto de esta "blaxploitation" presenta una riqueza que trasciende los presupuestos del género al aportar estas connotaciones feministas a las habituales de expresión de sentimientos raciales. De ello, podemos colegir la traslación de la respuesta a James Brown que grabara a mediados de los 60 Irma Thomas, It's a Man's- Woman's World, a la gran pantalla en la que la mujer negra reclama su lugar en condiciones de igualdad en la sociedad. Y ya que estamos con música, es inevitable hacer mención de la banda sonora cuando se trata cualquier "blaxploitation", esta viene firmada por el trombonista J. J. Johnson y en su tema principal destaca la poderosa y personal voz de Joe Simon. Cleopatra Jones es más que el celebrado desfile de ropa que luce Tamara Dobson, cortesía del prestigioso modisto Giorgio (di) Sant' Angelo, por el que se la suele recordar y sobrepasa la mera catalogación de James Bond femenina ( o álter ego de Shaft) con que también se la despacha con asiduidad. Si bien es cierto que no estamos ante una gran película, la singularidad de la propuesta con ese rabioso rol concedido a la mujer, se complementa con un ritmo rápido que concatena las situaciones con agilidad y que es coronado con una espectacular persecución automovilística (los amantes de los coches podrán disfrutar del deportivo de la agente especial, un Corvette), elementos que dotan al resultado final de cierto atractivo pese a que en el otro lado de la balanza encontremos otros aspectos que le impidan alcanzar mayores cotas (entre ellos un anticlimático final que sirve para introducir otra escena de lucha marcial y de pelea callejera o la presencia de ciertos estereotipos comerciales como el racista policía blanco). Si obviamos los innegables deméritos del film o, al menos, los contraponemos con los valores expuestos a lo largo de esta reseña, obtenemos una aceptable película que nos distraerá a lo largo de su metraje y que nos puede servir para acercarnos a un subgénero que en la actualidad cuenta con su grupo de seguidores que, dicho sea de paso, va más allá de la población a la que originalmente iba destinado. Una forma de hacer cine que ha dejado alguna propuesta interesante como las mencionadas Sweet Sweetback's Baadasssss Song y Car Wash o la primera entrega del duro detective Shaft, quizá la película más conocida de este tipo, u otras como El Color de la Piel.
Otros "blaxploitation" comentados en el blog:
http://imprescinedible.blogspot.com.es/2011/04/shaftlas-noches-rojas-de-harlem.html
http://imprescinedible.blogspot.com.es/2011/02/shaft-en-africa.html
http://imprescinedible.blogspot.com.es/2011/06/shaft-vuelve-harlem.html
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