11/1/13

Breve Encuentro


Brief Encounter, David Lean, 1945, GB, Celia Johnson, Trevor Howard, Stanley Holloway.

Una de las joyas de la corona británica, a tenor de la consideración otorgada por la crítica especializada y algún cinéfilo a esta pequeña gran película como una de las dos o tres mejores de las realizadas a lo largo y ancho de aquella cinematografía. Exagerada o no esta condición aquello de lo que no cabe dudar es de la sobriedad y madurez de la propuesta. Un asunto central delicado para los años de realización del film (que, curiosamente, sólo levantó polvareda en Irlanda) tratado con inusitada adultez y desgranado con absoluta solvencia aunque, es cierto, muchos espectadores actuales pueden definir los encuentros de la pareja protagonista como castos o inocentes. La capacidad para desarrollar la cuestión central de la propuesta se complementa desde el punto de vista formal con el empleo de mecanismos que hacen avanzar la narrativa dramática y la dotan de sustancia y textura a la vez. El simbolismo de los trenes y la estación, el tipo de plano escogido (primerísimo primer plano sobre la boca de la amiga inesperada como metáfora de su carácter lenguaraz y molesto), la vertebración mediante analepsis o la narración con voz en "off" de la historia, los efectos de la notable y funcional fotografía alineada con el cine negro (los fundidos alrededor de la protagonista principal cuando se sumerge en introspección ensoñadora), la introducción de un aliviadero dramático (personificado en las apariciones de la pareja formada por el revisor y la camarera) con el que se atenúa la melancolía de la historia central y, por último, la utilización de la banda sonora para potenciar los sentimientos de los personajes (no ya únicamente el reconocido Concierto para Piano nº 2 de Rachmaninoff sino también otros efectos como, por ejemplo, las sonrisas de una pareja de jóvenes que fugazmente pasan corriendo por detrás de los protagonistas en un momento triste para ellos) son algunos de los recursos que se ponen en liza por parte de David Lean para crear una película de sencillez aparente y calado profundo. Desde luego, Breve Encuentro queda en las antípodas de las grandes superproducciones épicas a las que se entregó este realizador años después, segunda parte de su filmografía por la que, probablemente, la mayoría del público lo recuerda. Una trayectoria profesional durante la cual pisa todos los escalones del oficio y que se inicia de la mano del polifacético Noel Coward, uno de los grandes agitadores de la cultura británica del siglo XX, con el que forma un equipo de trabajo, que completan Anthony Havellock-Allan y Roland Neame además de un recurrente grupo de actores, que adapta al cine las obras del dramaturgo. Precisamente, la culminación de esta colaboración llega con la historia de tono intimista que nos ocupa, un relato en el que más de uno puede ver un trasunto de la condición homosexual de Coward. En fin, el recorrido de Lean una vez dejado el nido, prosigue con sus celebradas adaptaciones de Dickens y llega hasta esas magníficas, por lo suntuoso, y famosas epopeyas que son El Puente sobre el Río Kwai, Lawrence de Arabia o Doctor Zhivago.


La cotidianeidad posible del hecho planteado, una historia de infidelidad que atenta contra las normas sociales y se enfrenta directamente con los valores de la puritana moral de la sociedad británica y occidental, se trata con suma naturalidad y el relato avanza con delicadeza y fluidez pese a ciertos momentos de complacencia (la actitud displicente del marido, encarnado por un estupendo Cyril Raymond o el accidente sufrido por el niño) e incoherencia narrativa (la famosa escena en el piso del amigo contradice el punto de vista del narrador). Unos deslices que quedan disculpados por el instinto cinematográfico de Lean que le sirve a éste para, a través de una esmerada puesta en escena en la que cada gesto, mirada y detalle cobran su significado dentro de lo narrado, construir una historia sincera y conmovedora que evita en todo momento el sentimentalismo empalagoso y que, asimismo, le permite plasmar la existencia tediosa que puede llegar a vivir la clase media y manifestar el peso opresor de las convenciones sociales sobre las personas. Mientras que la manera humana y sensible de narrar toda la aventura sentimental dota a la película de un tono romántico íntimo que rezuma una cálida sencillez y rehuye el exceso dramático, la capacidad de observación social demostrada a lo largo del metraje acerca el resultado final al melodrama social. Un aspecto que con el paso del tiempo va ganando cuerpo ya que Breve Encuentro supone un excelente testimonio sobre los usos sociales de la clase media inglesa de la primera mitad de los años cuarenta. Su tono naturalista exacerba aún más esta cuestión y se ejemplifica con la ropa o el maquillaje empleados por los personajes. La elección de unos principales alejados del glamour que se les puede presuponer a las estrellas del celuloide no hace más que ahondar en la naturalidad que domina la película. El éxito popular de la receta no se puede explicar, desde luego, a través de sus ingredientes despojados estos de atractivo comercial, protagonistas adúlteros encarnados por actores de apariencia común o escenarios por los que transcurre la acción sórdidos y sombríos como la misma aventura que viven. El tren que transporta a nuestra pareja descarrila por el choque frontal que se produce con el expreso de la decencia y el honor, la presión social de la norma es la locomotora que impulsa una conclusión lógica al trayecto pero también alejada, presuntamente, del gusto mayoritario. Y sin embargo, esta película goza de un estatus enorme y del beneplácito del cinéfilo. Quizá sea porque los hechos contados sean algo corriente y se presenten con suma franqueza.

Eso sí, la aparente sencillez que ofrece Breve Encuentro que no impida constatar que es una película muy elaborada. La planificación que se resuelve en la meticulosa, y hasta cierto punto minimalista, puesta en escena se corona con una fotografía en clave baja que otorga carácter de oscuro, sórdido y mísero al devaneo que mantienen los protagonistas, anticipando así el operador Robert Krasker su labor en la aún más relevante El Tercer Hombre. Un amor maldito condenado a sufrir en turbias calles inundadas de bruma y en solitarios andenes sofocados por denso humo, unos lugares nocturnos donde no llega la luz ni las miradas. Tan sólo el solaz luminoso del campo parece convertirse en la tierra de promisión como es usual en el cine negro. Unas localizaciones  y unos juegos de luces y sombras que inoculan más hálito "noir" a este melodrama de estructura circular que el que ya le insufla su articulación en flash-back y su narración a través de voz en "off". La concepción estudiada de la función se consolida con una mirada a la segunda pareja del filme que corre caminos paralelos a la principal. Si el dueto representativo de la clase media, integrado por la gris madre y ama de casa condenada a una vida anodina y el médico cuyos sueños de juventud están atrapados en la mediocre realidad, está incorporado con contención serena por Celia Johnson y Trevor Howard, el dúo de clase baja formado por el revisor y la camarera (Stanley Holloway y Joyce Carey) se comporta con picaresca y de manera dicharachera, descargando la tensión y la tristeza dramática y tomándose, en definitiva, parecido asunto con otros aires.


Breve Encuentro, admirada por muchos y revalorizada por otros (el mismísimo Billy Wilder le rinde tributo en La Tentación Vive Arriba y, según parece, la idea con la que comenzó a germinar El Apartamento está basada en la personalidad que, según este cineasta, tendría el amigo que deja el piso al médico), desgrana con sobriedad las emociones naturales que podemos sentir las personas ante hechos más o menos frecuentes u ordinarios, felicidad, desesperación, remordimientos...pueden generarse por un ataque que incendia de llamas de pasión inesperada nuestra rutina.

Las imágenes se han encontrado tras búsqueda con Google y se utilizan únicamente con fines de ilustración. Los derechos están reservados por sus creadores.

6 comentarios:

  1. Preciosa pelicula, todas las escenas en la estación y en el bar de la misma son memorables, el momento casa del amigo es casi axfisiante...buff! me parece una película que habla de los dos tipos de amor que podemos encontrarnos en la vida, el romantico y el visceral.
    Genial entrada tío.
    Saludos.

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  2. Una película sencilla y grande. Es una pena que carezca de la popularidad de otras debido a la ausencia de grandes estrellas.
    Sabía que había inspirado a Wilder para hacer otra gran película: El apartamento.
    Saludos.

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  3. No pasa el tiempo, se conserva en sal marina. El primer arreón de Lean en el que ya nos deja tocados. En que número de peliculas ha influido su Breve encuentro? Temo que en muchas. Obra maestra.

    Saludos
    Roy

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  4. Vuestros comentarios confirman que Breve Encuentro es una apreciada pequeña joya. Gracias por dejarlos por aquí, saludos.

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  5. Esta grandísima película la descubrí, afortunado noctámbulo, hace muchos años en la tele, en lo que llamábamos "el UHF" en puro y duro B/N y la ví de un tirón, sin anuncios y en v.o.s.e.

    Yo entonces era más joven que ahora y odiaba casi que visceralmente el cine romántico y me ocurrió lo que a Pablo de Tarso: me caí de mi caballo y comprendí que podía haber películas románticas excelsas.

    Luego la habré visto en otra ocasión, también en la tele, claro, pero hace tantos años que yo andaba muy convencido que la protagonista femenina era Wendy Hiller, ya ves, hasta que hace unos meses al fin compré por un eurillo el dvd que está ahí guiñándome el ojo y eso que no ha leído esta estupenda reseña, Ca, verdadera disección que ha hecho aflorar todos mis recuerdos.

    un abrazo.

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  6. Hombre, Breve Encuentro sí desprende un aroma de película de madrugada UHF, sí. El cine romántico creo que, efectivamente, nos ha dejado alguna perla. Una de las cimas de este género, del melodrama bien entendido que no del sentimentalismo, la encontramos curiosamente en un excelente Western de Nicholas Ray, Johnny Guitar. Un momento melodramático puro que los escépticos deberían revisar se produce cuando los personajes incorporados por Joan Crawford y Sterling Hayden se encuentran en la cocina del local de la primera y mantienen un intenso diálogo. Demostración contundente de la validez del romanticismo en el medio cinematográfico. Por supuesto, también Breve Encuentro es buena prueba de la validez de este género, sobria, sencilla y honesta. Saludos.

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