The Graduate, Mike Nichols, 1967, EEUU, Dustin Hoffman, Anne Bancroft, Katharine Ross.
Considerada como gran clásico del cine norteamericano de los años 60, el segundo filme del que era director-estrella del teatro por aquellos años, Mike Nichols, supuso un impacto comercial y cultural significativo que lo catapultaron a esa condición privilegiada. No obstante, el valor cinematográfico de El Graduado queda relegado a un plano secundario ya que pese a su prometedor inicio que se desenvuelve en unos presupuestos estilísticos novedosos y de inspiración europea, estos se tornan en vacuos y fríos cuando el relato vira en su segunda parte hacia la tópica y carente de interés aventura del chico que encuentra chica-chico que pierde a la chica-y chico que lucha por recuperar la estima de la chica (que como se aprecia en el esquema queda como personaje desdibujado y carente de decisión alguna). La supuesta trascendencia de la película queda justificada en la vertiente sociológica al plantear la situación de la encrucijada en la que se encuentran los jóvenes cuando se enfrentan con el futuro una vez finalizan su formación académica. Esta disyuntiva intemporal es la clave desde la que parte la adaptación de la novela homónima de Charles Webb que los guionistas Buck Henry y Calder Willingham llevaron a término y es la que le sirve a Mike Nichols para desplegar con pericia técnica algunos recursos narrativos interesantes apoyándose en la hábil labor del montador Sam O'Steen y en la atractiva, por momentos, aportación del operador Richard Surtees. Desgraciadamente el sugerente punto de partida queda diluido por la indecisión o incapacidad por explorar sus potencialidades dramáticas y el desarrollo del relato deriva hacia la comedia superficial poblada de artificios formales.
La película, a la que no se le pueden negar indudables aciertos pese a que estos quedan subsumidos en el tono hueco que domina la narración, cosechó un impacto demoledor en taquilla, consiguiendo conectar con el mercado juvenil en una época de turbulencia social y es en este plano sociológico en el que El Graduado puede hacerse acreedora a cierta relevancia aunque, considerada desde la perspectiva que otorga el tiempo, con matices. Pues el filme se gestó en un tiempo dominado por la aparición del desencanto en los hijos de las clases medias, circunstancia que hizo posible un replanteamiento de su propia escala de valores; la contracultura con su apertura sexual y su uso de las drogas, su posición "anti-establishment" o enfrentamiento con el autoritarismo, entre otras cosas, hizo de semillero de esta pérdida de la inocencia, un campo perfectamente abonado por el inicio de la revolución tecnológica, la Guerra de Vietnam, los movimientos por los Derechos Civiles, el extensivo acceso de la mujer al mercado de trabajo y otros cambios acaecidos en aquel período en la sociedad estadounidense (sobre las transformaciones sociales y su novedad, diversidad y transitoriedad y como hacerles frente escribió Alvin Toffler en su excelente ensayo El Shock del Futuro, publicado poco después). En esta tesitura de demanda de cambio, espoleada por protestas de la juventud norteamericana, hace su aparición Benjamin Braddock, el graduado, héroe contracultural curioso ya que pertenece a una capa social más bien pija y que parece más encaminado a casarse y dedicarse a los plásticos que comandar un movimiento que sirva de motor a transformaciones de pautas sociales; es un tipo que no renuncia al materialismo como lo demuestra su afición a conducir el deportivo obsequio de sus padres pero que, por contra, captura el choque generacional siempre presente en las relaciones paterno-filiales y que en aquella etapa se hizo más acusado aunque deje de lado cuestiones políticas y sociales importantes para los jóvenes de aquellos años. En definitiva, El Graduado acierta en el centro de la diana al esbozar la coyuntura de la juventud ante un futuro lleno de incertidumbre pero el tratamiento que da al problema planteado se resuelve con un tono ligero y amable fabricado con artificios técnicos. El sentido de la oportunidad de Nichols se completa con su apuesta personal por integrar el pop melódico del dúo Simon & Garfunkel como banda sonora del film, todo un guiño juvenil que no hace más que aderezar el envite de la producción hacia el mercado joven que cobraba su cada vez más significativa cuota.
El discurso cordial de la propuesta (no hay referencias al uso de drogas o situaciones socio-políticas controvertidas) funciona al principio merced a la utilización habilidosa de recursos cinematográficos que concluyen en la notable y cuidada factura técnica de la película. Una pericia que se demuestra en la magnífica secuencia de montaje con los cambios de escenarios hilvanados por la música, con la puesta en liza del punto de vista subjetivo que crea una sensación de agobio que refleja la del personaje central (traje de buzo y fiesta inicial) o con la creación de metáforas interesantes para proyectar también los sentimientos del héroe (la piscina y el acuario son el mundo cerrado del que parece no poder salir y se convierten en muestra de la alienación provocada por las convenciones sociales que dominan el mundo familiar del protagonista). Todo este juego con los elementos del medio queda como artificio en la segunda mitad del relato, resultando superficial el uso del teleobjetivo y del zoom y repetitivo, incluso, el apoyo en las canciones de Paul Simon, entre otras cosas. Y es que la historia en esta parte final es muy desdibujada, planteando reacciones poco creíbles de los poco trabajados personajes y orillando, cuando no atracando, en los tópicos comerciales del cine romántico.
Película clave del cine norteamericano de los 60 cuya consideración como tal debe entenderse dentro del ámbito sociológico y alejada de su valor cinematográfico ya que este es apuntado únicamente en la primera mitad de la historia siendo en la segunda irrelevante e, incluso, efectista. Por otra parte, El Graduado supuso el estrellato para el desconocido, por aquel entonces, Dustin Hoffman -un actor dotado para la comedia- y la consolidación del talento de Anne Bancroft en su papel de madura depredadora sexual (a modo de curiosidad, la diferencia de edad real entre estos dos intérpretes era de 6 años).
La mítica película del "oscarizado" Mike Nichols, director de trayectoria irregular, goza hoy de inmensa popularidad quizá por su atrevido y escandaloso triángulo sexual y, sin duda, por la coyuntura social existente cuando se filmó pese a que no representa muchos aspectos de ella. Si bien su consideración como clásico parece exagerada, El Graduado es un producto interesante en su inicio y su presentación, muy trabajada, merece un mínimo de atención aunque el resultado en su conjunto sea muy desigual.
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