22/12/13

Falso Culpable


The Wrong Man, Alfred Hitchcock, 1956, EEUU, Henry Fonda, Vera Miles, Anthony Quayle.

Catalogada debido a su tono (semi) documental por muchos como una especie de "rara avis" en la filmografía del notable cineasta que fue Alfred Hitchcock, esta historia basada en hechos reales que ahonda en una de las máximas preocupaciones vitales de su realizador -la confusión de identidades- puede definirse como pieza menor dentro de su catálogo, a tenor de las conclusiones que sobre este filme manifiesta el propio cineasta a François Truffaut en ese libro de cabecera de cualquier cinéfilo que es El Cine según Hitchcock. No obstante, esta nueva vuelta de tuerca sobre una víctima inocente inmersa en una situación terrorífica provocada por acusaciones erróneas e identidades equivocadas, además de gozar de predicamento en algunos círculos de aficionados, es capaz de generar debates de hondo calado. Sin duda, su disfraz austero disimula su carga de profundidad y su valor en la ideología "hitchconiana".


Iniciada con un prólogo a la manera de su programa televisivo puesto en marcha el año anterior y que le sirve a Hitchcock para su habitual "cameo" pero que tiene la función de avisar al espectador del verismo del relato presentado, Falso Culpable intenta seguir los hechos de manera escrupulosa desde el punto de vista del músico injustamente acusado, un tipo normal que se ve arrojado a una pesadilla angustiosa. Puede que esta fidelidad hacia el suceso real para la que Hitchcock no duda en poner en liza una ambientación natural en la que rueda en los escenarios verídicos del drama y llega a utilizar a personas involucradas de una u otra manera en el caso, acabe jugando en contra del resultado final ya que, si por un lado, consigue dotar a la primera parte de la película de un marcado acento documental, por el otro, parece actuar como freno a la hora de volcar el personal imaginario del cineasta. Aún así, ciertos temas esenciales en su ideario como la figura del falso culpable y la referencia a la culpa cristiana ejemplificada en el martirio del protagonista están presentes de manera más o menos meridiana. La necesaria y contenida dramatización del acontecimiento se enfatiza en el segundo tramo del relato en el que la esposa del músico, incapaz de hacer frente a la situación, sucumbe a los sentimientos de culpabilidad y es presa de una crisis nerviosa que obliga a su reclusión en una institución mental, situación que adentra a la audiencia en otra película y rompe el ritmo narrativo y climático de la historia. Es en el docudrama anterior a este punto, desgranado a ritmo pausado y que expone la relación especial del hombre en el sistema (muy amable este, eso sí), en el que la película reúne la mayor parte de sus aciertos, coronados en una estupenda escena judicial que capta la fría indiferencia del mundo respecto a la zozobra personal y familiar del protagonista. La sobriedad narrativa que domina esta parte del filme, no exenta de algún manierismo técnico como los movimientos circulares de la cámara en la escena en la que el infortunado protagonista es encerrado en una celda, nos adentra en un territorio cercano al cine negro por la temática criminal desplegada pero también por la potestad del azar sobre la vida de las personas. El hombre normal abocado a una situación límite por caprichos del destino será tema recurrente y obsesivo para el genial cineasta y en esta ocasión la peripecia vital verídica de Cristopher Emmanuel Balestrero, aquí encarnado en un solvente Henry Fonda, servirá a Hitchcock para enfrentarse a su famoso miedo a la policía cual actividad catártica. Aún así, y como ya se ha dicho, él mismo parece que no quedó enteramente satisfecho con el producto resultante.





La única aproximación directa a unos hechos reales que filmó Hitchcock, un virtuoso director de cine y uno de los máximos conocedores de los mecanismos y entresijos del medio, de sus técnicas y de su lenguaje, presenta un subtexto rico y un envoltorio visual de pretendida austeridad que pone de manifiesto esa sapiencia y dominio sobre los códigos cinematográficos pero pasa por ser uno de los trabajos menos reconocidos y más incomprendidos de su realizador, y ello pese a contar con un buen número de adeptos. Rodado en plena época gloriosa (justo antes de dos de sus incontestables obras maestras, Vértigo y Con la Muerte en los talones y después de su celebrada re-elaboración de su propio filme británico El Hombre que sabía demasiado) este largometraje supone una nueva exploración sobre uno de los temas predilectos de Hitchcock, otra partida en el juego de las identidades, en la confusión de las mismas y en el poder de las circunstancias, pero también permite al cineasta realizar en clave realista su enésimo estudio sobre la culpa cristiana de manera explícita con rosarios y oraciones frente a cuadros de Jesús. Un tono que en la primera parte de la historia aunque se tome alguna licencia se centra en el uso de la cámara subjetiva cuya reiteración acaba resultando forzada y desvirtuando de algún modo la propuesta naturalista y que impide la -por otra parte tan propia del cine de Hitchcock- plena identificación del espectador con Balestrero, un personaje superado por los acontecimientos pero que, sin embargo, es capaz de soportarlos con admirable estoicismo. Esto y la ausencia de los acostumbrados toques de humor negro, falta lógica para dotar de fría objetividad al asunto, sitúan a Falso Culpable un par de escalones por debajo de las películas facturadas por los mismos años por el gran director de origen inglés. Aún así, en la función confluyen una serie de virtudes como el adecuado ritmo de exposición para su tonalidad realista o la elegante y amenazadora denuncia que sobre la indefensión de un hombre ante el sistema y sus disfunciones (abuso de poder por parte de la fuerzas del orden, error judicial o administrativo) supone la siniestra amabilidad de sus integrantes, amén de lograr crear soluciones magníficas como la de la sobreimpresión de rostros para presentar al verdadero autor de los hechos. Unos méritos globales que destacan más en la primera parte del relato y que descansan en las habilidades del propio Hitchcock y en las de sus habituales colaboradores, tanto las de Robert Burks, operador de la auténtica pieza exótica del catálogo "Hitch" y que aquí extrae de las localizaciones de la ciudad de Nueva York y de los mugrientos y  modestos interiores planificados por Paul Sylbert y William L. Kuehl una limpia fotografía de cariz negro alejada de la colorida época de esplendor de Hitchcock, como, por supuesto, las del reconocido compositor Bernard Herrmann, capaz de concebir una discreta, por sobria, partitura con toques de jazz.


Una inquietante anécdota real que le puede pasar a cualquiera le sirve a Hitchcock para rodar una película que pese a no contarse entre sus más brillantes trabajos y obviando la misma desigualdad entre sus partes, pone de manifiesto, aun siendo un proyecto de estudio (el director cumplía con el contrato que le obligaba a rodar para la Warner), preocupaciones esenciales de su personalidad y esto ya es motivo para acercarse a ella porque nos estamos refiriendo a uno de los más importantes cineastas que ha dado el Cine a lo largo de su Historia y del que es harto dificultoso separar obra e ideario.

Las imágenes se han encontrado en la Red tras búsqueda con Google y se utilizan únicamente con fines de ilustración.

4 comentarios:

  1. Es cierto que al estar ubicada entre tantas obras maestras de su filmografía esta película parece más modesta de lo que es en realidad. A mi también me parece un título muy interesante y su singularidad es otra muestra de la versatilidad del maestro Hitchcock.

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    1. Puede que la inserción en esa etapa juegue en contra de esta película pero creo que otros factores influyen en la condición de producto menor, desde la intención de fidelidad "impostada" hasta la construcción dramática. Aún así, coincidimos en su interés. Bon Nadal.

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  2. Muy interesante la relación de culpa religiosa de la que hablas y que efectivamente es recurrente en Don Alfredo, muy buena, como siempre la reseña, aun asi a mi esta pelicula me aburre un poco.
    Feliz navidad y un saludo afectuoso.

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    1. Sí, desde luego Hitchcock tiene obras más importantes y más entretenidas que esta. Ya compruebo que tienes tu bitácora a toda marcha. Felices Fiestas

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