Un hombre se enfrenta a su destino y a su pasado |
Out of the Past, Jacques Tourneur, 1947, EEUU, Robert Mitchum, Jane Greer, Kirk Douglas.
Retorno al Pasado es el arquetipo del género negro por antonomasia, cuando oigo preguntar por una recomendación con la que acercarse al universo que retratan este tipo de ficciones, es esta película la que, de manera inmediata, me aparece en la mente. Casi todos los afluentes del río negro desembocan en esta obra firmada por Jacques Tourneur que así queda convertida en máxima expresión del Ciclo Negro de la RKO, que es tanto como decir del cine negro norteamericano, o lo que es lo mismo, se consagra como epitome de un género que nuevamente ha vuelto a regurgitar como suele suceder en coyunturas socio-económicas parecidas a la actual. Unos relatos que, bajo cualquier medio artístico de expresión, siempre han mantenido su nutrido grupo de adeptos, de entre los cuales de modo constante han surgido voces que homenajean al género cuando no intentan ofrecer una renovación o un acompasamiento a su propia época, en lanzar otra mirada, en definitiva, realizada desde distintas ópticas. Un género, el negro, hoy vivo y con espléndida salud para delectación de muchos y que en las fechas de realización de Retorno al Pasado se encontraba ya en pleno apogeo de su período clásico. La crítica a la sociedad norteamericana traducida en la ambigüedad moral que caracteriza a los personajes, el realismo en la transposición a la pantalla de la violencia moral y física presente en la vida cotidiana, la construcción de unos personajes con cada vez mayor complejidad psicológica y que resultan arquetípicos (la perversa, bella y calculadora mujer fatal o el antihéroe vulnerable y desencantado) pasan a formar parte del diccionario del cine negro y su rastro en la película que nos ocupa es palmario. Amén de que en toda la narración sobrevuela de manera asfixiante un ingrediente primordial del relato criminal: el determinismo tan propio y característico del género. Un peso, el del destino, que ya se marca en el inicio de la acción con ese plano desde el interior del coche que muestra una carretera a oscuras, apenas iluminada por los faros del vehículo y acaso símbolo de una huida imposible. Un comienzo que, por otra parte, guarda evidentes similitudes con otra pieza esencial del género. Y si hablamos de principios y de parecidos razonables, deberemos referirnos a finales y convergencias aunque se trate de propuestas de cine negro tamizado. En fin, ¿ven como Retorno al Pasado es exponente máximo del cine negro clásico?.
Pero ahí no acaba la cosa, este compendio de género pergeñado con maestría por la RKO ahonda en la contraposición acostumbrada entre la gran ciudad y las pequeñas comunidades, entre el cobijo que proporcionan las tinieblas de la noche y la diáfana actividad que transcurre con la claridad del día. En este sentido, Retorno al Pasado es una película de antinomias representadas de manera meridiana en los personajes femeninos, por un lado, la atractiva, inteligente y seductora mujer fatal Kathie Moffat cuya presencia domina las escenas nocturnas y urbanas y, por el otro, la serena y abnegada por amor Ann Miller, casi siempre acompañada de la radiante luz del sol en un ambiente más familiar. Es la urbe el refugio natural de la mentira y el asesinato, su atmósfera turbia y ennegrecida la convierte en el lugar de la traición y el chantaje y es en su mundo podrido y corrupto en el que anidan seres dispuestos a llegar al final para colmar su sed de avaricia. Asimismo, es la noche el escenario consustancial en el que se desatan las pasiones y las vilezas, donde se descubre la verdadera identidad -como en el viaje que realizan Jeff y Ann hacia la nueva guarida del gánster cuya llamada desde el pasado debe ser atendida- o en el que se siguen sin poder de negación los instintos y pulsiones escondidos bajo la piel, la verdadera naturaleza humana se vislumbra mejor con las sombras nocturnas. Si alguien albergara alguna duda la irrupción breve pero contundente de una tercera mujer en la narración en un momento de la misma que transcurre en el nido de sentimientos codiciosos que es la gran ciudad, las despeja de todas todas. Esta otra mujer fatal del relato, a la manera de aquella Agnes envuelta en la búsqueda del pájaro, que está compuesta por la célebre pelirroja Rhonda Fleming, corrobora el espíritu de la noche y la ciudad. Sólo cabe para el protagonista, como es habitual en el mundo negro, la escapatoria a un lugar exótico, si bien aquí ha quedado corrompido para siempre y convertido en paraíso perdido con el que ya no es posible siquiera soñar, mucho menos aspirar y, desde luego, muy peligroso desear. Para él, rodeado de codicia y corrupción, la vida ha pasado a ser una cuestión de supervivencia, es un ser sin salida hasta que comprende que el Bien y el Mal caminan de la mano y que la única redención posible pasa por el sacrificio, discernimiento al que muchos héroes han tenido que llegar pero que pocas veces se ha plasmado por el imperioso "Happy End".
Como se pone de manifiesto estamos ante la definición de cine negro desde el punto de vista narrativo-dramático pero también desde el prisma formal y estético. Una sobria puesta en escena firmada por Jacques Tourneur apoya un relato que, no podía ser de otra manera, se desarrolla en una trama convulsa escindida en múltiples episodios narrados en tiempo pasado y presente, un relato denso y complejo en el que quizás para desvelar la corruptela del alma humana lo importante vuelva a ser la creación de atmósferas y ambientes. La RKO rodea a ese gran realizador que fue Tourneur, hijo, del habitual director artístico de la casa Albert D' Agostino y del reputado -en la actualidad- director de fotografía Nicholas Musuraca, creador del tono negro y que desarrolló un trabajo sombrío siempre en el seno del estudio y, para llevar a término la adaptación cinematográfica de la novela de Daniel Mainwaring (Eleven mi Horca) puso a trabajar al propio novelista, autor reconocido para los aficionados a la Ciencia Ficción y al género negro y que firma con el seudónimo de Geoffrey Homes, cuyo libreto fue rematado con la inestimable ayuda no acreditada que el célebre James M. Cain prestó en su elaboración.
Estupenda desde la vertiente formal, Retorno al Pasado desarrolla una interesante labor en la iluminación y se afila con acerados diálogos pero, además, cuenta con el indudable acierto que supone el uso de localizaciones naturales para enmarcar el curso de los acontecimientos, otorgándose una clave realista al tono del film que amplifica los ecos de la historia. Una narración sobre la que planea siempre constante la muerte y que está protagonizada por un héroe desilusionado al que sólo la aceptación de su destino podrá liberar una vez ha sucumbido a la corrupción moral que lo envuelve. La traición que comete para con su recto y honesto código de conducta supone su particular descenso al abismo y le sitúa en una trampa mortal de la que es incapaz de librarse. No hay lugar en el que esconderse, el fatalismo del cine negro aflora en plenitud. No hay salida en el camino de autodestrucción emprendido, el ser humano, obligado a conducirse en la más absoluta ambigüedad moral desde el instante en que se traiciona a sí mismo para culminar sus deseos y pasiones, camina hacia la perdición. Un mensaje pesimista que el cine negro enarbola y que alcanza toda su intensidad en el final de esta muestra definitoria del género. La sociedad retratada en los cuadros negros tiene miedo y ha perdido la inocencia, la ansiedad del período posterior a la II Guerra Mundial se traduce en relatos criminales violentos protagonizados por antihéroes y seres marcados que se mueven en una difusa moralidad en la que parecen no existir los conceptos del Bien ni del Mal. La indeterminación ética es el caldo de cultivo para un ambiente sórdido plagado de asesinatos y traiciones, se da la bienvenida a la sociedad amoral en la que hasta el héroe, víctima de una pasión febril y urgente, es capaz de violar sus ideales. No hay redención posible.
Pero en Retorno al Pasado el proceso de aniquilación de la voluntad que sufre el protagonista, mecido en las redes de un arco argumental laberíntico, se inserta en una estupenda y poderosa historia romántica que reviste al conjunto de la película con una extraña sensibilidad trágica. El trabajo de Tourneur y compañía queda al servicio de un capítulo de "amour fou" sensible y emotivo recubierto de dureza y violencia inclementes. Para encarnarlo nadie mejor que un actor, Robert Mitchum, que se consagraba como icono del género en el pescuezo de un tipo estoico y quizá decepcionado y una actriz, Jane Greer, que ejecuta el gran papel de su carrera como la devoradora, fría y tentadora mujer fatal. Para completar el triángulo un siniestro Kirk Douglas que en uno de sus primeros trabajos compone un singular villano que no parece serlo, educado, sonriente, amenazador y que utiliza como matón a un elegante maníaco homicida incorporado con sorprendente solvencia por el debutante Paul Valentine. La nueva historia inmersa en el género negro de un hombre enfrentado a su destino y marcado por sus decisiones pretéritas, víctima de una atracción u obsesión irracional que lo arroja hacia una espiral de devastación de su propia existencia, demuestra que nadie puede borrar las huellas del pasado y se erige como máximo exponente de las películas de su condición. Cine Negro en su máxima expresión.
Las imágenes y el vídeo se han encontrado en la Red tras búsqueda con Google y se utilizan únicamente con fines de ilustración. Los derechos están reservados por los creadores.
Verdadero "Amour Fou" |
La letal Kathie Moffat se introduce en la existencia de Jeff |
Estupenda desde la vertiente formal, Retorno al Pasado desarrolla una interesante labor en la iluminación y se afila con acerados diálogos pero, además, cuenta con el indudable acierto que supone el uso de localizaciones naturales para enmarcar el curso de los acontecimientos, otorgándose una clave realista al tono del film que amplifica los ecos de la historia. Una narración sobre la que planea siempre constante la muerte y que está protagonizada por un héroe desilusionado al que sólo la aceptación de su destino podrá liberar una vez ha sucumbido a la corrupción moral que lo envuelve. La traición que comete para con su recto y honesto código de conducta supone su particular descenso al abismo y le sitúa en una trampa mortal de la que es incapaz de librarse. No hay lugar en el que esconderse, el fatalismo del cine negro aflora en plenitud. No hay salida en el camino de autodestrucción emprendido, el ser humano, obligado a conducirse en la más absoluta ambigüedad moral desde el instante en que se traiciona a sí mismo para culminar sus deseos y pasiones, camina hacia la perdición. Un mensaje pesimista que el cine negro enarbola y que alcanza toda su intensidad en el final de esta muestra definitoria del género. La sociedad retratada en los cuadros negros tiene miedo y ha perdido la inocencia, la ansiedad del período posterior a la II Guerra Mundial se traduce en relatos criminales violentos protagonizados por antihéroes y seres marcados que se mueven en una difusa moralidad en la que parecen no existir los conceptos del Bien ni del Mal. La indeterminación ética es el caldo de cultivo para un ambiente sórdido plagado de asesinatos y traiciones, se da la bienvenida a la sociedad amoral en la que hasta el héroe, víctima de una pasión febril y urgente, es capaz de violar sus ideales. No hay redención posible.
Pero en Retorno al Pasado el proceso de aniquilación de la voluntad que sufre el protagonista, mecido en las redes de un arco argumental laberíntico, se inserta en una estupenda y poderosa historia romántica que reviste al conjunto de la película con una extraña sensibilidad trágica. El trabajo de Tourneur y compañía queda al servicio de un capítulo de "amour fou" sensible y emotivo recubierto de dureza y violencia inclementes. Para encarnarlo nadie mejor que un actor, Robert Mitchum, que se consagraba como icono del género en el pescuezo de un tipo estoico y quizá decepcionado y una actriz, Jane Greer, que ejecuta el gran papel de su carrera como la devoradora, fría y tentadora mujer fatal. Para completar el triángulo un siniestro Kirk Douglas que en uno de sus primeros trabajos compone un singular villano que no parece serlo, educado, sonriente, amenazador y que utiliza como matón a un elegante maníaco homicida incorporado con sorprendente solvencia por el debutante Paul Valentine. La nueva historia inmersa en el género negro de un hombre enfrentado a su destino y marcado por sus decisiones pretéritas, víctima de una atracción u obsesión irracional que lo arroja hacia una espiral de devastación de su propia existencia, demuestra que nadie puede borrar las huellas del pasado y se erige como máximo exponente de las películas de su condición. Cine Negro en su máxima expresión.
Las imágenes y el vídeo se han encontrado en la Red tras búsqueda con Google y se utilizan únicamente con fines de ilustración. Los derechos están reservados por los creadores.
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