5/11/13

Las Aventuras de Priscilla, Reina del Desierto


The Adventures of Priscilla, Queen of the Desert, Stephan Elliott, 1994, Australia, Terence Stamp, Hugo Weaving, Guy Pierce.

Producción australiana que disfruta en la actualidad de estatus de obra de culto, Las Aventuras de Priscilla, Reina del Desierto, supuso una original, por inusual, mirada al universo Drag Queen y cosechó un buen recibimiento por la crítica especializada ya desde su lanzamiento en el prestigioso Festival de Cannes, una bienvenida completada con la aceptación por parte del público que derivó en un tremendo impacto en taquilla a nivel internacional. Un éxito comercial del que continúa gozando la franquicia en la que se ha convertido su adaptación teatral. En cualquier caso, la propuesta de Stephan Elliott es una aproximación desenfadada a la realidad de un colectivo que no suele acaparar los focos cinematográficos y al que no es habitual ver representado como objeto principal en el celuloide destinado a la audiencia mayoritaria, si bien la aparición de la temática homosexual y/o transexual en películas de mayor o menor calado producidas para el público general existe desde los mismos albores del cine (La Caja de Pandora, 1929), sea en ocasiones de manera explícita, sea en otras deducible y en algunas se insista en su presencia apoyándose en argumentos interpretativos de realidades y contextos. Cierto es que en múltiples situaciones se trate de soslayo, ora como pretexto argumental (Tarde de Perros, 1975), ora como personaje con más o menos peso dramático en el argumento (ahí tenemos las colaboraciones Waters/Divine). Por supuesto, no podemos olvidar el uso que el Maestro y sus émulos han hecho de la transexualidad (Psicosis, 1960, Vestida para Matar, 1980) ni tampoco el travestismo en ambas direcciones como recurso cómico (múltiples ejemplos, tales como Victor o Victoria, 1982, o las clásicas Con Faldas y a lo Loco, 1959, y La Novia Era Él, 1949, sirven para comprobar esto último pero a buen seguro que vendrán a la mente del lector otros tantos casos ilustrativos). Tendencias que, por otra parte, se han complementado con una presentación más rigurosa o, si se quiere, realizada con un enfoque diferente situando la homosexualidad en el epicentro del arco argumental como en los casos de Maurice, 1987, Mi Hermosa Lavandería, 1985 y Mi Idaho Privado, 1991, también aquí el lector podrá completar esta pequeña lista con aportaciones propias, al igual que lo hará al enumerar apuestas más arriesgadas o sorprendentes como Diferente, 1961 o El Ansia, 1983. En fin, que a lo largo del tiempo se han producido obras aptas (y destinadas) para todos los públicos en las que la homosexualidad y la transexualidad aparecen con más o menos peso dramático aun siendo comprobable una mayor atención en el último cuarto de siglo, circunstancia que, por otra parte, reafirma una tendencia eclosionada en la década de los años 60 del siglo pasado. La Contracultura, en el segundo período, o la irrupción del SIDA, en el primero, y la misma evolución de la sociedad podrían ser factores que promueven el crecimiento de un cine producido para ciertos sectores de la población pero, a su vez, posibilitan la llegada de producciones "mainstream" que conceden voz a colectivos marginados hasta ese momento y, hasta en otras ocasiones, productos en principio dirigidos a un sector determinado acaban rebasando su intención original de manera que obtienen éxito entre la audiencia general.


Y es en el primer grupo dónde la película traída a colación con esta entrada se inserta con naturalidad. Una obra que a la manera de otras expresadas bajo diferentes manifestaciones artísticas ha llegado a gran parte del público (mundial) partiendo de un objeto, a priori, particular. Las Aventuras de Priscilla, Reina del Desierto, filme proveniente de una cinematografía también presente desde los inicios del medio y con sus correspondientes figuras mediáticas (léase Errol Flynn o Mel Gibson), famosas películas (la saga Mad Max comenzada a fines de los setenta, la gran producción firmada por Peter Weir Gallipoli, 1981, el éxito mundial del cómico autóctono Paul Hogan -Cocodrilo Dundee, 1986-, o las sorprendentes revelaciones con su consecuente carrera comercial y reconocimiento especializado de Calma Total, 1989 y Babe, El Cerdito Valiente, 1995)  y, por supuesto, obras de culto, propone al espectador, desde una óptica a caballo entre la comedia y el acercamiento sereno pero superficial, una introducción en el mundo de las Drag Queens, universo integrado por personas con sus anhelos y preocupaciones. La frescura de la propuesta radica en el inusual trío de protagonistas, estupendamente interpretado por Terence Stamp, actor ya consagrado pero que compone un inesperado papel y sus dos compañeros, Hugo Weaving y el guapo Guy Pierce, quienes dieron el salto internacional con sus respectivos roles. Desde luego, a la película de Elliott no se le pude negar esta presentación para el gran público del fenómeno Drag Queen y menos si consideramos la reputación de la que disfruta entre el grupo de referencia, sin embargo, a lo largo de su desarrollo se pueden observar concesiones y elementos ciertamente facilones que provocan que quede como un producto entretenido, al que quizá le sobren veinte minutos y no por el ritmo si no por la desigualdad de las situaciones planteadas, y que termina siendo una combinación de episodios con más o menos gracia y con mayor o menor empaque dramático. Si, por un lado, tenemos la encomiable voluntad de introducir a los personajes centrales del relato como personas de carne y hueso que se enfrentan a cuestiones universales como el miedo a la soledad y cuyos sentimientos les provocan una serie de problemas que no distan de los del resto de la población, por la otra, observamos una irreverencia calculada que no asume riesgos, una provocación simpática que genera la duda sobre el oportunismo del proyecto (el éxito de Philadelphia, 1993, estaba reciente). Pese a ello, esta "road-movie" consigue destilar un personaje central, la transexual Bernadette incorporada por el veterano Stamp, con verdadero acierto y a él pertenecen los momentos de mayor lucidez de la función.


En definitiva, Las Aventuras de Priscilla, Reina del Desierto, se atreve en otorgar protagonismo a unos caracteres poco frecuentes en el cine destinado a las grandes salas y aunque se sitúe lejos de los sesudos trabajos sobre el fenómeno firmados por Leila Rupp y Verta Taylor o por SJ. Hopkins, artículos desestigmatizadores recogidos en un interesante volumen al alcance, pasa por ser una original y divertida propuesta con altibajos que no han impedido que se haya convertido en obra de culto para determinado segmento de la población. Algunos momentos de cierta profundidad dramática (generalmente encarnados en el personaje antes destacado) combinados con alguna situación realmente divertida (incluyendo hasta puntos de humor absurdo a lo Monty Python), unas notables actuaciones del trío protagonista a las que se une el sólido trabajo del curtido intérprete australiano Bill Hunter, una reconocida labor con el maquillaje y -especialmente- el vestuario (con su correspondiente Oscar) y, por último, el guiño en que se constituye interpelar mediante la inclusión de himnos gay en la banda sonora (en la que tienen cabida los iconos Gloria Gaynor o Village People, por ejemplo) al colectivo al que pretende presentar con dignidad, son los aciertos que confluyen en esta película de carretera que, como tal, incardina a ésta como metáfora del viaje a la madurez emprendido por los protagonistas de la historia y la sitúa como testigo del conocimiento interior alcanzado por ellos. Una jugada relativamente original con ciertas dosis de frescura y que consigue entretener sin alcanzar profundidad emocional, salvo en aislados pasajes, algo que, dicho sea de paso, no parece ser pretensión de su particular demiurgo, Stephan Elliott, que lejos de poner sobre el tapete la realidad del grupo de referencia, opta por apuntar pinceladas previsibles y de fácil resolución, posibilitando, al fin, que la obra sea apta para todos los públicos y de tranquila digestión y, sin embargo, muy reputada en los círculos a los que alude como ha quedado ya dicho. Esta película que nos llega desde una cinematografía relativamente exótica se deja ver sin pretensiones y se constituye como un buen entretenimiento.


Las imágenes se han encontrado en la Red tras búsqueda con Google y se utilizan únicamente con fines de ilustración.

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