28/6/13

Harper, Investigador Privado


Harper, Jack Smight, 1966, EEUU, Paul Newman, Lauren Bacall, Julie Harris.

La modernización sobre el universo del detective que supuso la llegada a la gran pantalla de Lew Archer, el personaje salido de las páginas del heredero de Hammett y Chandler, Ross Macdonald, otorga a esta película su condición de nexo de unión entre el ciclo negro de los años cuarenta y la construcción de un nuevo arquetipo de investigador privado que poblaría las salas cinematográficas a finales de la década de los 60 a través de varias producciones que revitalizan el "hardboiled", las cuales permiten el retorno de iconos como Marlowe (Marlowe, Detective muy Privado (1969)), ofrecen otra mirada de estos personajes (valgan como muestras ésta que nos ocupa o Hampa Dorada, producción del año siguiente) y alcanzarían su reconocida cúspide pocos años más tarde. Un relanzamiento del género cuya punta de lanza podemos considerar esta propuesta que, en este sentido, se manifiesta como el eslabón perdido del investigador privado en el cine. Una figura, la del detective, que se encamina a partir de aquí por nuevas sendas en las que seguirá tropezando con la fauna variopinta que, movida por oscuros deseos de codicia y ambición, habita la jungla urbana. Pero en este tránsito no se renuncia a elementos clásicos y hasta se llega a proponer el color de un coche como pista en la investigación y el protagonista es golpeado, como mandan los cánones, en repetidas ocasiones. Una reivindicación del género negro que bebiendo de un sólido guión de William Goldman, que seguro haría las delicias del gurú de la escritura cinematográfica, Syd Field, consigue por momentos crear una interesante atmósfera, como en los pasajes que suceden en el curioso templo del extraño predicador, y recrear el cosmos del cine negro rindiéndole claro tributo, especialmente con la recuperación para la causa de la figura de Lauren Bacall en un papel deudor del mismísimo General Sternwood. Guiños que dejan bien a las claras las intenciones del guionista quien se esfuerza en dotar de entidad propia al personaje principal, acertando a construir un ser escéptico respecto al mundo pero comprensivo con los pobres diablos que solo buscan la felicidad aunque, para ello, escojan el camino equivocado. Un brillante libreto que supone la apuntada modernización sobre la figura del detective y que despliega con habilidad muchas de las coordenadas genéricas. El aficionado al género negro seguro que puede encontrar elementos consustanciales de éste a lo largo de las diferentes subtramas que conforman el débil hilo argumental principal, el cual sirve de pretexto para reivindicar el género y tributarle homenaje. Unas ramificaciones que, a diferencia de películas emblemáticas del género, quedan cerradas de manera un tanto previsible pero que nos descubren, siguiendo los vericuetos de la indagación, un nuevo modelo de detective que ya no fuma sino que masca chicle pero que sigue rigiéndose por su propio código de conducta y continua levantando acta de la miseria moral de la sociedad, ejemplarizada en la frivolidad de las clases altas o en la codicia de los truhanes de distinto pelaje con los que se va encontrando en sus pesquisas..


Los ecos del cine negro se escuchan con facilidad a medida que avanza la narración y es imposible no recordar títulos indispensables del género con muchas de las situaciones planteadas como el mencionado inicio protagonizado por la legendaria Bacall (El Sueño Eterno), el alcoholismo de una mujer clave en el embrollo (Historia de un Detective) o la presencia de un personaje secundario cercano a la mujer fatal para un pobre hombre, el cual se convierte en su víctima propiciatoria (el binomio formado por la Agnes que encarnó Sonia Darrin y por el mítico actor del género, Elisha Cook, Jr, en- de nuevo- El Sueño Eterno). Claro que el material original de Mcdonald prosigue las líneas del genuino "hardboiled", convirtiéndose este escritor en continuador, heredero y cabeza visible de la segunda generación de novelistas de este estilo. El trabajo de Goldman sustenta un entretenido ejercicio de recuperación del detective que se resiente de un tono cómico que, en ocasiones, desvirtúa la propuesta. Los innecesarios toques de humor producen la exageración del arquetipo hasta el punto de provocar la parodia.Cuando el relato abandona estos derroteros cobra mayor fuerza e interés pese a que el elemento intangible que aparece en películas míticas aquí no se asoma, impidiendo catalogar esta obra como gran película. La salsa no acaba de estar ligada y la propuesta se mueve entre el homenaje, la burla y la apertura de nuevas vías de expresión para el investigador. Cuando se decide por apostar por lo primero la película sale ganando. Quizá la imprecisión surja de la fría e impersonal realización de Jack Smight quien es incapaz de insuflar al drama el aliento existencial característico del negro. La aparición en el protagónico de un Paul Newman ya cercano al pináculo de su celebridad puede influir también en el resultado final. La estrella, aunque más o menos correcta, se muestra sobrada y condiciona el conjunto. Por encima del divo encontramos a otro galán, el sorprendentemente preciso Robert Wagner, a un acertado Robert Webber incorporando a un ávido y miserable oportunista y, por supuesto, a la gran Shelley Winters, siempre dispuesta a aceptar retos.

A pesar de no encontrar el tuétano del árbol negro Harper, Investigador Privado funciona como entretenimiento y cuando se pronuncia a las claras como peaje al género que, dicho sea de paso consiguió relanzar gracias a su éxito comercial, se conforma como más que digna aproximación a este universo. Si el resultado final abre nuevos derroteros por los que continuar las ficciones criminales, reconociendo en la propuesta visos de profundidad, o si aquel se queda en reflejo más o menos pálido del ciclo clásico de este tipo de relatos, integrando nuevos elementos superficiales al modelo, queda al gusto del espectador. Unos pueden pensar que su condición de "bisagra" se justifica a tenor de lo que vino después, aceptando la reelaboración del protagonista principal de este tipo de narraciones, otros pueden concluir que, simplemente, se aportan aspectos externos al ejemplar y la película se limita a cumplir, con mayor o menor dosis de café, como "revival"  del género. En cualquier caso, con o sin esa reflexión metacinematográfica, un buen guión de Goldman que consigue trasladar la entretenida malla tejida por Macdonald al celuloide, un acabado diseño de producción firmado por Alfred Sweeney y una interesante partitura puesta en liza por Johnny Mandel, compositor proveniente del campo del Jazz, junto con las actuaciones, ya destacadas, de algunos miembros del reparto hacen de esta película un título atrayente y, ciertamente, tanto para los aficionados a las investigaciones criminales como para el/la fan de Paul Newman, se hace necesaria.



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2 comentarios:

  1. Básicamente, de acuerdo con tu pormenorizado repaso a esta película que en su momento representó una pretendida puesta al día del género “negro” clásico en la que el color, la pantalla ancha y la ausencia de estilo narrativo del realizador (que ya a puntas tú) dieron como resultado un soleado thriller que interesa más por su atractivo reparto que por lo que en él se nos cuenta.
    Un dato: ocho años después, Paul Newman volvería a incorporar el personaje de Lew Harper en “CON EL AGUA AL CUELLO” (The Drowning Pool) de Stuart Rosenberg.

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    1. Por lo que comentas y nuestra coincidencia valorativa puede que esta película sean "habas contadas". Cierto, Newman volvería a vestir la piel de este investigador en la ocasión que citas, una incursión en el personaje de Macdonald que aún pasó con más pena que gloria que ésta. Saludos.

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