Ossessione, Luchino Visconti, 1943, Italia, Clara Calamai, Massimo Girotti, Juan de Landa.
Película sombría y por la que planea la más absoluta desesperanza, la ópera prima de Luchino Visconti se sitúa en el lugar de encuentro de los caminos del cine negro y el movimiento neorrealista italiano del que la podemos considerar una suerte de augurio. La descripción de un país provinciano y deprimido que sirve de marco referencial por el (y en el) que viven los personajes así como los asuntos desarrollados en el relato, tan alejados ambos aspectos de los valores propugnados por el régimen fascista, ocasionaron problemas con la censura ya en la gestación y elaboración de la producción y, por supuesto, derivaron en su prohibición e intento de destrucción por parte de la, por aquel entonces, administración italiana (Visconti pudo salvar un duplicado del negativo) después de su exhibición en algunas ciudades de su territorio. El socavar los cimientos de la familia con una historia de adulterio y pasión y el plasmar la presencia de la miseria en la vida habitual de los habitantes de Italia, dibujando así la realidad del país con unos lápices bien alejados del mensaje de bienestar económico suscrito por el gobierno fascista, situaron, pues, a la película en el centro del huracán. Sin embargo, algo que llama poderosamente la atención es la supervivencia de la (meridiana) relación de cariz homosexual que aparece en cierto momento del relato. En fin, por si todo esto fuera poco, la imposibilidad de Visconti por conseguir los derechos para adaptar la novela del escritor norteamericano James M. Cain en que se basa el film supuso que éste no fuera estrenado más allá de las fronteras del país transalpino hasta mediados de los años 70. Precisamente la MGM, poseedora de esos derechos, realizó su propia versión del libro, de título homónimo (El Cartero siempre llama dos veces) unos pocos años más tarde respecto al acercamiento que el realizador italiano hiciera del material del escritor norteamericano.
Luchino Visconti fue una figura contradictoria por origen (aristócrata) y filiación política (miembro del Partido Comunista de Italia) pero también desde el punto de vista de su concepción cinematográfica por desarrollar un neorrealismo con preocupaciones formales a lo largo de su trayectoria profesional. Itinerario que inicia como ayudante de dirección de Jean Renoir, del que recoge influencias, y se gesta a través de su participación con artículos teóricos en la revista especializada Cinema (alguno de cuyos colaboradores suscriben el guión de esta película) y que lo confirma como autor capital en la cinematografía italiana ya desde su primer largometraje en el que consigue trasladar al espectador la sensación de asfixia que padecen los personajes apoyándose en el recurso de un ritmo lento para narrar el relato, lo que hace palpable y amplifica la angustia existencial de los protagonistas. Esta opresión sufrida por los protagónicos se completa con el fatalismo que parece dirigir su existencia, elementos que conforman la vertiente "noir" de esta película y que se conjugan con el reflejo social que supone el marco rural pobre por el que transcurre la narración. El director italiano traza un cuadro social triste y deprimente, muy pesimista, que supone una ruptura respecto al cine "oficioso" del régimen (las comedias conocidas como "cine de teléfonos blancos") pero inserto en una ficción criminal. El contexto en el que se desenvuelve la pareja protagonista no hace sino ahondar en la extraordinaria y superlativa definición y construcción de los personajes incorporados por Clara Calamai y Massimo Girotti, ella, librando una titánica lucha entre mantener la seguridad material que le proporciona su marido gordo y egoísta o dar rienda suelta a sus instintos primarios que pueden ser colmados con él, vagabundo atractivo incapaz de renunciar a su libertad individual aunque pueda satisfacer su pasión (pulsión) sexual con ella. Ambos, Gino y Giovanna, inmersos en las procelosas aguas de una pasión trágica dirigida por los hados más temibles.
Estructurada en dos partes simétricas, esta adaptación libre de la novela de Cain, que elimina un par de personajes importantes de la misma e introduce otra pareja de caracteres relevantes (el amigo ambulante y la prostituta) los cuales operan en el plano simbólico como potenciales alternativas de salida para el personaje masculino, desarrolla, a través de una relación triádica entre la definición y evolución de los personajes, la utilización del entorno que los envuelve y el compás con el que se exponen los hechos, una historia tiranizada por la soledad y la desesperanza que nos alumbra una visión deprimente sobre el ser humano. La zozobra moral de la pareja atrapada por una obsesión animal rodada por Luchino Visconti en las postrimerías del fascismo conecta la novela (naturalista) americana con el (neo) realismo italiano o, si se quiere, con el naturalismo francés, y se convierte en una exploración sombría de la condición humana. Confirmación, por una parte, de la preocupación e interés de los nuevos cineastas italianos por el verismo que posibilitó la apertura del medio cinematográfico hacia el realismo con todo lo que esta supone de captación de las pulsiones de los personajes y, por la otra, demostración de como incardinar en la narración fílmica con significado y valor dramático el entorno en el que habitan los protagonistas, Obsesión es una película más que interesante pese a que su ritmo lento pueda suponer para el espectador poco acostumbrado cierto esfuerzo en su visionado.
Luchino Visconti fue una figura contradictoria por origen (aristócrata) y filiación política (miembro del Partido Comunista de Italia) pero también desde el punto de vista de su concepción cinematográfica por desarrollar un neorrealismo con preocupaciones formales a lo largo de su trayectoria profesional. Itinerario que inicia como ayudante de dirección de Jean Renoir, del que recoge influencias, y se gesta a través de su participación con artículos teóricos en la revista especializada Cinema (alguno de cuyos colaboradores suscriben el guión de esta película) y que lo confirma como autor capital en la cinematografía italiana ya desde su primer largometraje en el que consigue trasladar al espectador la sensación de asfixia que padecen los personajes apoyándose en el recurso de un ritmo lento para narrar el relato, lo que hace palpable y amplifica la angustia existencial de los protagonistas. Esta opresión sufrida por los protagónicos se completa con el fatalismo que parece dirigir su existencia, elementos que conforman la vertiente "noir" de esta película y que se conjugan con el reflejo social que supone el marco rural pobre por el que transcurre la narración. El director italiano traza un cuadro social triste y deprimente, muy pesimista, que supone una ruptura respecto al cine "oficioso" del régimen (las comedias conocidas como "cine de teléfonos blancos") pero inserto en una ficción criminal. El contexto en el que se desenvuelve la pareja protagonista no hace sino ahondar en la extraordinaria y superlativa definición y construcción de los personajes incorporados por Clara Calamai y Massimo Girotti, ella, librando una titánica lucha entre mantener la seguridad material que le proporciona su marido gordo y egoísta o dar rienda suelta a sus instintos primarios que pueden ser colmados con él, vagabundo atractivo incapaz de renunciar a su libertad individual aunque pueda satisfacer su pasión (pulsión) sexual con ella. Ambos, Gino y Giovanna, inmersos en las procelosas aguas de una pasión trágica dirigida por los hados más temibles.
Estructurada en dos partes simétricas, esta adaptación libre de la novela de Cain, que elimina un par de personajes importantes de la misma e introduce otra pareja de caracteres relevantes (el amigo ambulante y la prostituta) los cuales operan en el plano simbólico como potenciales alternativas de salida para el personaje masculino, desarrolla, a través de una relación triádica entre la definición y evolución de los personajes, la utilización del entorno que los envuelve y el compás con el que se exponen los hechos, una historia tiranizada por la soledad y la desesperanza que nos alumbra una visión deprimente sobre el ser humano. La zozobra moral de la pareja atrapada por una obsesión animal rodada por Luchino Visconti en las postrimerías del fascismo conecta la novela (naturalista) americana con el (neo) realismo italiano o, si se quiere, con el naturalismo francés, y se convierte en una exploración sombría de la condición humana. Confirmación, por una parte, de la preocupación e interés de los nuevos cineastas italianos por el verismo que posibilitó la apertura del medio cinematográfico hacia el realismo con todo lo que esta supone de captación de las pulsiones de los personajes y, por la otra, demostración de como incardinar en la narración fílmica con significado y valor dramático el entorno en el que habitan los protagonistas, Obsesión es una película más que interesante pese a que su ritmo lento pueda suponer para el espectador poco acostumbrado cierto esfuerzo en su visionado.
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Esta particular revisón del cartero siempre llama dos veces es una de las películas que me faltan por revisar de la filmografía de Visconti, uno de mis directores europeos favoritos.
ResponderEliminarEl Gatopardo es una de mis 10 películas favoritas y películas como Muerte en Venecia o Confidencias me parecen increiblemente buenas.
Un saludo y excelente reseña.
No la he visto y prometer, promete. Me la apunto. Un saludo.
ResponderEliminarBienvenida Mara. Espero que si la ves, la disfrutes.
ResponderEliminarGracias David. A ver si me acerco más al cine italiano y comentamos algo sobre él en los blogs.¡ Hay tanto cine que ver y conocer!.
Saludos.