The Night of The Hunter, Charles Laughton, EEUU, 1955, Robert Mitchum, Lillian Gish, Billy Chapin.
La única película dirigida por el actor Charles Laughton es catalogada por casi todo el mundo que ha podido disfrutarla como obra maestra e incluso unos pocos se atreven a considerarla como la mejor película de todos los tiempos...sin duda el visionado de La Noche del Cazador a pesar de la imposibilidad de aseverar la segunda afirmación corrobora la primera: estamos ante un film ABSOLUTO. Claro que siempre habrán excepciones y opiniones discrepantes al respecto a cuyos autores solo les pediría que revisaran el producto, todo un manjar selecto para el aficionado al cine que se precie de serlo.
La magistral y fascinante obra facturada con exuberante poderío visual que hunde sus raíces en el expresionismo alemán y en los mismos orígenes del cine (Griffith está presente y no sólo a través de su musa Lillian Gish, rescatada para la ocasión para la gran pantalla) se conforma como cuento infantil con temática adulta ribeteado con alusiones constantes a la religión, cuento que concluye con la confrontación entre el Bien y el Mal, encarnados en la Santa virginal y dulce que acoge a los niños huérfanos (la citada Gish) y el diabólico predicador, un impresionante Robert Mitchum cuya interpretación plena de manierismos y exageraciones ha pasado a los anales del Séptimo Arte (por favor véanla en versión original y podrán comprobar el uso de la voz con esas entonaciones de ogro sin contar que podrán confirmar las dotes de cantante de este gran actor que además grabó un par de discos). Sin duda el Reverendo Harry Powell con sus nudillos tatuados es uno de los iconos del cine y gran parte de responsabilidad en ello recae en la colosal exhibición "actoral" de Mitchum que agota lo superlativo y alcanza la excelencia.
No obstante la película va más allá de Mitchum y su apócrifo apóstol, resultando una obra extraña con un aura onírica que bordea el territorio del cine negro más puro y el relato de terror atávico de manera que tan inclasificable filme supuso un total fracaso en taquilla y fue recibido con frialdad por la crítica que todo lo más valoraba el estupendo ejercicio de estilo visual desplegado por Laughton y su operador Stanley Cortez, basado en un juego expresionista de luces y sombras maravilloso y que logra composiciones de una magnética y perturbadora belleza. La libertad creativa de la que dispuso el director le permitió firmar una película compleja con un envoltorio visual alucinante que ha calado en los hermanos Cohen y en David Lynch, por poner solo dos ejemplos, y que aunque para algunos pueda resultar excesivo o pretencioso confiere a la historia un tono surrealista que enfatiza la confrontación entre la inocencia infantil y la perversión codiciosa del adulto creando un mundo distorsionado gobernado por sombras que amenazan a los niños.
Desde el monólogo inicial esta pesadilla infantil plagada de simbolismo fascina y turba convirtiéndose en una película memorable, una de las mejores de todos los tiempos, que destila un insólito lirismo que la convierte en un viaje mágico, una parábola sobre el Bien y el Mal que se desvela en su último tramo al que se llega tras una ruptura del "tempo" del relato en el momento de la huida a través del río, una fuga cuasi-bucólica en la que reina un inquietante sosiego, un pasaje de una singularidad notoria con todo el bestiario que se muestra al paso de los niños fugitivos.
La dualidad entre el Bien y el Mal se acentúa con la aparición, ya en la tercera parte de la narración, del Ángel Guardián, una mujer madura que acepta a los huérfanos sin juzgarlos y que redime al mundo adulto ya que demuestra que es capaz de dar amor y protección conformándose como contrapunto al maligno Powell, encarnación del Mal sin fisuras ni ambages cuyo odio y codicia se contraponen también con la candidez del universo de los chiquillos. Unos niños que, al parecer, fueron dirigidos por Mitchum dada la aversión que Laughton sentía por los pequeños y cuyas actuaciones son más que correctas, en especial la de Billy Chapin que detecta la presencia del Mal gracias a estar fuera de las convenciones sociales que dominan el mundo de los mayores, a diferencia de su madre que cuál fanática religiosa encuentra refugio a sus miedos y frustraciones en el fundamentalismo que le hace aceptar su destino en una antológica escena en la que se nos aparece como una virgen; hay que resaltar que Shelley Winters encara su papel de mujer pasiva con acierto. La historia de avaricia, sexo, dinero, religión, fanatismo...de elementos de la vida real adulta se desgrana con una apariencia de irrealidad por ser tratada en el y desde el universo de los niños, otorgando este prisma al filme de un halo que solo se puede calificar de extraño.
Todo, desde el extraordinario diseño de producción del filme con sus decorados delineados por el magnífico trabajo de fotografía, el uso del sonido y de la banda sonora firmada por Walter Schumann rematada con himnos religiosos y canciones de cuna, la feroz temática expuesta aderezada con toques de humor, y no olvidemos a Mitchum, en fin, todo, absolutamente todo, hacen de La Noche del Cazador una obra para recrearse en ella o para descubrir, si es el caso, y cuyo fracaso podría ser atribuible a que fue realizada en una época en la que Hollywood producía películas en color y scope o, quizá, por otorgar el papel protagónico a un homicida misógino, sexualmente reprimido y obsesivo...estamos ante una obra redonda que deja en la retina imágenes imborrables como la del dormitorio con apariencia de iglesia en la que el decorado y la iluminación son muestra del potencial simbólico de los elementos del medio utilizando los recursos del mismo de manera ejemplar o sirva también como muestra la persecución por las escaleras en la que el ogro Powell con los brazos estirados a la manera de los dibujos animados intenta dar alcance a los niños recordando al villano de los cuentos, aportándose con ello un componente humorístico de exageración irreal que eleva la disonancia subyacente en todo la narración. Pero sin duda todo el que haya visto este film tendrá guardadas otras perlas como la de la escenificación de la batalla entre el Bien y el Mal que efectúa el malvado Reverendo mediante sus manos tatuadas o la de la impactante composición de la mujer bajo el agua, un instante perturbador e impresionante...imposible glosar todos los extraordinarios hallazgos visuales que encontró Laughton pero recuerden la figura del coco que nunca duerme silueteada en el horizonte a lomos de su caballo o la casa en cuya ventana se puede observar una jaula con un pájaro, todo ello recortado sobre el fondo a la manera de los cuentos, pues en un cuento asombroso se convierte la historia original de Davis Grubb que James Agee se encargó de adaptar y que en manos de Laughton y su equipo deviene en una película singular y relevante.
La Noche del Cazador, ejercicio estilizado de "noir" rural, relato de miedo ancestral en el que la pérdida de la inocencia infantil queda expuesta de manera rotunda, película inclasificable que sirve para emprender nuestro propio viaje iniciático hacia las entrañas del cine pues la utilización de los recursos del medio alcanza cotas superiores, es parada obligatoria en el recorrido que cualquier aficionado al cine decida emprender constituyéndose como obra imperecedera, intemporal e insólita, toda una demostración formal de hasta donde pueden llegar las posibilidades expresivas del medio.
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