19/2/11

Caballero sin Espada



Mr. Smith goes to WashingtonFrank Capra, 1939, EEUU, James StewartJean ArthurClaude Rains.

La controversia en torno a la figura de Frank Capra no es óbice para negar su importancia: el enorme éxito comercial de sus filmes a lo largo de la década de los 30, jalonado con la obtención de innumerables premios, se conjuga con la favorable opinión crítica de la época. Probablemente, Capra sea el director de la depresión americana o, como mínimo, el que supo conectar mejor con el público estadounidense de ese período. Aún hoy día goza de una enorme popularidad demostrada con la polémica mencionada más arriba; su supuesta sensiblería e idealismo ingenuo para algunos y su exacerbado patriotismo para otros ponen su obra en entredicho. Sin embargo, para muchos Capra es el director de los buenos sentimientos y de la ilusión.

En esta ocasión el realizador continúa su triptíco (iniciado tres años antes con El Secreto de Vivir, obra con la que Caballero sin Espada guarda evidentes paralelismos, y que culminaría con Juan Nadie) en el que despliega el corpus de su filosofía poblada por héroes sencillos, honrados e idealistas que se enfrentan a elementos poderosos como puedan ser políticos corruptos y magnates oportunistas de manera que el valor de la gente sencilla queda realzado y la libertad del individuo como tal queda instaurada en la base para el desarrollo de la sociedad.

Caballero sin Espada se inserta en la obra "capriana" con todas las consecuencias: la controversia persigue al filme desde su concepción y desde diferentes posicionamientos. Cuando era un proyecto pretendido por otros estudios la oficina dirigida por Joseph Breen, reguladora de la implementación de las directrices marcadas por el Código Hays, alertó a los mismos sobre la idoneidad de retratar a los senadores de los Estados Unidos como políticos corruptos, lo que sería visto como ataque a las instituciones del país. Finalmente la Columbia de Harry Cohn apostó por llevar a término la película bajo el mando de Capra y con el guión escrito por Sidney Buchman (quien posteriormente sería víctima de la Caza de Brujas) los censores quedaron satisfechos. No así miembros de la clase política norteamericana y algunos integrantes de la prensa quienes tras el pre-estreno temían que el filme, en plena situación pre-bélica, pudiera ofrecer una imagen negativa de los USA. No obstante, la crítica recibió bien la obra y el público acudió en masa a las salas convirtiendo el filme en un gran éxito comercial despachando por la vía rápida el pavor a que la obra generara sentimientos anti-americanos debido a la corrupción mostrada en pantalla. Lejos de crear ese sentimiento la película fue prohibida en países europeos controlados por regímenes totalitarios. Y sin duda que ciertos valores tan característicos del pueblo americano como la defensa de la libertad individual y el patriotismo quedan enaltecidos en el filme. Y ello es posible por la habilidad de Capra en acceder a la mitología del ideario del americano medio, la secuencia de montaje en la que el protagonista visita los monumentos de la capital USA es digna de mencionar por su apología de la patria y de la democracia.



Dirigida con ritmo ágil y con habilidad (el emplazamiento de la cámara en el famoso discurso final sirve de ejemplo) la película denuncia la corruptela política pero destila un patriotismo exagerado para quien no es norteamericano y al igual que en casi toda la filmografía "capriana" en la que nunca se profundiza en el problema, se presenta éste como conducta individual contingente, es decir, accidente y no como esencia del modelo social, entroncando el cine del realizador en la corriente escapista. Eso sí, la labor de documentación del filme es notable puesto que la recreación en estudio del Senado y sus estancias es fidedigna y el sentido didáctico con las explicaciones que se hacen del proceso que siguen las leyes para su aprobación es elogiable.

Sin la capacidad emotiva de la citada El Secreto de Vivir y con menos dosis de comedia, Caballero sin Espada presenta un elenco de secundarios notable (Thomas MitchellGuy KibeeEugene Pallette o el mismo Claude Rains) además de una carismática pareja protagonista: Jean Arthur y su perfil izquierdo y un James Stewart que se encumbraría con su papel de tipo bueno, honesto y sencillo (e ingenuo y que al igual que Longfellow Deeds no duda en emprenderla a tortazo limpio en determinadas situaciones), patriota e idealista que es designado senador. Sus peripecias se solucionan de la única manera posible teniendo en cuenta el desarrollo del relato: el desenlace aún siendo consistente es abrupto dada la no inclusión en el montaje final del epílogo rodado.

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