6/8/08
La Muchacha de Londres
Blackmail, Alfred Hitchcock, GB, 1929, Anny Ondra, John Longden, Donald Calthrop.
Primer largo totalmente sonoro del cine británico (antes ya se rodaron cortos y cintas parcialmente con sonido) aunque también se realizó una versión muda que tuvo mayor éxito por una sencilla razón: la mayoría de cines ingleses aún no contaban con la tecnología necesaria para exhibir films sonoros. Publicitada por el estudio como enteramente hablada, constituyó un notable éxito de público y crítica y confirmó el talento de Hitchcock ya anunciado en una de sus anteriores obras, El Enemigo de las Rubias.
Basada en una obra de Charles Bennett adaptada por él mismo y por el director, Blackmail merece atención tanto por sus aspectos técnicos (algunos muy innovadores) como por presentar algunas marcas de fábrica del cine de Hitchcock a pesar de contar una endeble trama que gira en torno a un asesinato (magnífica la ocultación del mismo ya que sucede fuera de cámara y la construcción de la escena en la que acaece con la que se consigue la identificación del espectador con la asesina mediante el cuadro del bufón, parece que éste se burla de ella y de nosotros) cometido por una joven (Alice, interpretada por la europea Anny Ondra) cuando la intentan violar, la protección con ocultación de pruebas incluida que del mismo hace su novio policía (Frank Webber, encarnado por John Longden) y el intento de chantaje a la pareja que intenta llevar a cabo un delincuente común.
Quizás por estar preparada en un primer momento como película muda (los productores pidieron a Hitchcock en pleno rodaje que el último rollo fuera sonoro y el director decidió rodar dos versiones, una muda y una sonora, ya que estaba convencido que al final la productora se decantaría por lanzarla como sonora como, a la postre, así fue) o por su hilo argumental, su ritmo no acaba de despegar y se hace un tanto lento, hecho salvado por la maestría del realizador en dotar a la banda sonora de un papel protagonista en la sensacional escena del desayuno que la protagonista comparte con sus padres y una vecina a la mañana siguiente del crimen; en un incesante parloteo que ofrece la vecina las palabras se tornan vagas y difusas excepto la que designa al arma homicida ("cuchillo") que se repite de manera agobiante para Alice quien está a punto de caer presa de los nervios. Hitchcock consigue integrar el sonido como parte dramática de la historia y lo dota de una enorme potencialidad para su uso en el cine. Como curiosidad respecto a la implantación del sonido en la cinta cabe reseñar que el director tuvo que emplear un ingenioso recurso para superar el obstáculo del fuerte acento de Europa del Este que tenía Anny Ondra: ésta era doblada mientras movía los labios por una actriz británica (Joan Barry) situada fuera de cámara.
La Muchacha de Londres es significativa, como ya se dijo, por augurar marcas personales del autor tales como su propia aparición en pantalla (quizás este sea su"cameo" más largo), la presencia de una rubia protagonista o la escena final de persecución en una localización famosa (en este caso el Museo Británico, escena que rodó con el procedimiento Schüftann que ya empleara Lang en Metrópolis al no disponer de suficiente luz en el interior del recinto), además de plantear dilemas morales también característicos del realizador inglés: la decisión que debe tomar Frank Webber (ayudar a su novia o cumplir con su deber de policía). Por cierto, el director tenia pensado otro final en el que repetiría la escena del inicio cuando Webber y un compañero detienen a un sospechoso, lo llevan a comisaría, lo huellan, etcétera, y acaban lavándose tranquilamente las manos como si fuera un día normal para ellos, una jornada más con su trabajo realizado, pero en este hipotética conclusión todo esto se mostraría tras la detención de Alice, de tal modo que cuando se lavara las manos el protagonista, un compañero ajeno al encarcelamiento de su novia le preguntara si iba a salir con ella, a lo que Webber respondería con un "no, no... voy a casa"...final demasiado triste para la productora que impuso su criterio e hizo rodar un final feliz.
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