5/8/08

La Colina



The Hill, Sidney Lumet, 1965, EEUU, Sean Connery, Harry Andrews, Ian Bannen.

Impresionante alegato antibélico y pro-derechos humanos que firma Sidney Lumet basándose en una obra para la TV (como ya hiciera en su aclamada ópera prima, Doce Hombres sin Piedad, que él mismo dirigió en la pequeña pantalla) co-escrita por Ray Rigby quien se encarga del guión (ganador en Cannes) de esta cinta que tuvo escaso éxito comercial en su momento y a la que poco a poco se le va haciendo justicia, de hecho el año pasado pr fin se editó en DVD por estos lares.

El casi siempre interesante Lumet nos ofrece una película técnicamente atrevida en la que destacan en este aspecto, el plano secuecia inicial en el que la cámara grúa se desplaza desde la colina en el interior del penal hasta el exterior del mismo, el uso de los rápidos primeros planos en las escenas de discusión, los travellings y los cambios de escala entre otros alardes (picados y contrapicados, por ejemplo), sin embargo, lejos de caer en una película formalmente estética pero hueca, consigue darle contenido narrativo y peso drámatico al dotar a los personajes de todo su valor psicológico ya en el inicio del film (notese el poco progreso respecto a su carácter de todos ellos en el transcurso de la historia, cosa por otra parte lógica si tomamos en consideración que la acción que nos cuenta transcurre en escaso día y medio).

Película coral que se desarrolla en un campo de reclusión situado en el Norte de África para soldados británicos convictos por deserción, desobediencia, robo y demás durante la II Guerra Mundial, La Colina nos presenta una galería de personajes alejados del maniqueísmo que cumplen de modo notable su rol en el desarrollo drámatico de la historia narrada y entre los que se incluyen un oficial degradado por desobedecer una orden suicida, Roberts no es un héroe al uso, sino más bien un antihéroe que comprende que en el ejército deben existir órdenes que acatar pero no de manera irracional como si el soldado fuera una máquina, el Sargento Mayor Wilson, el auténtico ideólogo del espíritu del lugar que cree fervientemente en lo que hace, característica que lo aleja de ser el malo malísimo y lo diferencia de su subordinado Williams el cual es un ser lleno de complejos que intenta medrar llevando la filosofia de su superior hasta las últimas consecuencias. Precisamente el subordinado con su crueldad será el disparador de los acontecimientos. Además, entre el resto de protagónicos se presenta a un soldado negro harto de someterse a las vejaciones racistas, otro bravucón que funciona como el típico soldado, y un pícaro regordete que intenta sacar partido de todo en su propio beneficio que junto con Stevens, hombre débil y dependiente, completan el grupo que ingresa en el penal con Roberts. Por el bando carcelero, además de Wilson y Williams, tenemos al Sargento Harris, quien tiene empatía por los presos y las condiciones que padecen pero necesita un empujoncito para luchar por sus ideas, un oficial médico corrupto que reacciona cuando comprueba que su situación puede quedar en entredicho y un Comandante que, como el Sargento Mayor Wilson destaca ("Podría firmar su propia sentencia de muerte si yo se la diera"), está más preocupado por asuntos de faldas que por el propio penal.

Con una estupenda fotografía de Oswald Morris en blanco y negro (que pone de relieve el aplastante calor y da textura al mismo sudor) y rodada con luz natural y ausencia de partitura musical para enfatizar el realismo que Lumet quería conseguir, La Colina es una estupenda reflexión sobre la corruptela que lleva el ejercicio del poder y autoridad en un medio cerrado, consigue plasmar una atmósfera opresiva (esas subidas y bajadas cargados con sacas a la espalda al montículo de arena apilada por los propios prisoneros bajo un abrasador sol que se utilizan como medidas diciplinarias y de castigo), algunos momentos brillantes como el del motín resuelto con ración extra de queso, serias interpretaciones (desde Connery, en su intento por alejarse de James Bond -ésta obra la rodó entre Goldfinger y Thunderball- hasta Ian Bannen con todos los matices que conlleva su personaje del Sargento Harris, pasando por Ossie Davis y Sir Michael Redgrave) destacando una monumental y soberbia de Harry Andrews, y concluye con un magnífico final.

Cinta que se debe revisar para que ocupe el lugar que merece, con una tensión increíble que no decae en cada nuevo visionado y que deja un sabor agridulce por pesimista respecto a la temática que trata...imprescindible.

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