It' s A Wonderful Life, Frank Capra, 1946, EEUU, James Stewart, Donna Reed, Lionel Barrymore.
Convertido en uno de los mayores clásicos navideños para la cultura occidental el retorno, una vez concluida la II Guerra Mundial durante la que estuvo dedicado a la realización de documentales de propaganda para el gobierno de su país, al cine comercial del director por antonomasia de la Depresión estadounidense, Frank Capra, no supuso para él mismo mantener la aceptación popular de la que gozaba en aquel período entre el nuevo público de la posguerra. Otrora trobador del "modus vivendi" del americano medio y de sus anhelos y esperanzas, el cineasta de origen italiano intenta recuperar su lugar con una obra muy personal en la que abunda en los acostumbrados elementos de su discurso sociopolítico. La inevitable pérdida de la inocencia de la audiencia de su país hace que germinen otros ciclos y la factura ideológica de ¡Qué bello es Vivir! tiene un aroma al pasado reciente constituyendo un epílogo fantástico (por aquello del elemento sobrenatural) a la capriana Trilogía Americana. Su relativo fracaso comercial inicial, propiciado por unos elevados costes de producción, no le impidió ser nominada en distintas categorías en una ceremonia de los Oscar en la que el drama social de los veteranos de guerra firmado por William Wyler arrasó, consiguiendo un buen número de las estatuillas puestas en liza. Una obra que se demuestra en sintonía con el contexto social e histórico de producción, mucho más que la de Capra. Sin embargo, ésta goza hoy en día de un prestigio singular y ha conseguido una tasa de penetración en la cultura popular de enorme impacto. Y Capra vivió para ver como su criatura, aquella en la que volcó su ideario de manera tan personal, se convertía en el clásico navideño por excelencia, con permiso de la Canción de Navidad de Dickens, gracias a las perennes emisiones que desde mediados de los años setenta comenzaron a proliferar, tras un lío con los derechos sobre la película, en los canales de televisión de los EEUU, primero, y casi que mundiales, después. Y es que la pequeña pantalla, otrora feroz contendiente de Hollywood, podía ser una buena amiga. En fin, que la fábula de los buenos sentimientos, optimismo e ilusión con la que Capra nos deleita pulsa como es costumbre el resorte sensible y acaba formando parte del paisaje de la Natividad aunque aniquilara la posibilidad de colmar las pretensiones de total independencia artística con las que el cineasta deseaba proseguir su carrera profesional. Para ello fundó su propia compañía, Liberty Films, a la que se unieron poco después el ya citado William Wyler y George Stevens y que acabó siendo comprada por la Paramount tras una corta y poco fructífera, desde el punto de vista del balance, aventura.
Tomando como excusa para articular su visión social y política un cuento de Van Doren Stern Frank Capra demuestra su dominio del medio cinematográfico y su habilidad narrativa para desplegar un relato de sentimientos navideños y defensa de los valores familiares sin olvidar la loa de la titularidad sobre la propia casa. Un producto elaborado desde los parámetros del clasicismo que conjuga drama y comedia con ritmo alto, transmite emoción y resulta entrañable, independientemente de su mensaje. Un proyecto que lejos de cuestionarse el modelo social descubre la bondad natural del ser humano y la importancia del ser individual retratado como ciudadano corriente que se conduce por un idealismo en el que caben los rectos principios morales de la honradez, integridad y solidaridad. De nuevo en una película de Capra un héroe sencillo cuyo origen radica en una pequeña comunidad es el vehículo de afirmación del valor de la libertad individual. La lucha diaria del héroe anónimo se persona en el George Bailey incorporado con suma eficacia por James Stewart y desglosa los sueños del ser humano medio, sus intereses e inquietudes. La batalla que libra frente al poderoso, un notable Lionel Barrymore con reminiscencias del Scrooge "dickensiano", amplifica los efectos navideños de la fábula y atisba ciertas nubes en el mundo optimista "capriano". Nada que no se pueda solucionar con la conclusión colectiva tan propia de este director, un clímax emotivo que pone de manifiesto su destreza en la ejecución de este tipo de escenas.
Puede que Frank Capra nunca fuera más que aquí el director de la ilusión y las buenas intenciones pero ¡Qué bello es Vivir! cuenta con buenos diálogos, avanza a buen ritmo y, desde luego, vuelve a demostrar con su estilo efectivo, que logra combinar dosis de humor con exacerbada emotividad, que su alma máter sabe de que va esto del cine y que teclas pulsar para lanzar su mensaje de lucha y sacrificio tan acorde con la anterior Gran Depresión. En un clima de posguerra con una sociedad más madura quizá el ideario "capriano" quedara desfasado aunque quién lo diría con la que ha caído con el tema de las hipotecas subprime y su reguero de víctimas anónimas. Sea como fuere, uno de los cineastas más controvertidos de la historia consigue una película entretenida que, casi por obligación, es ideal para el período más familiar del año. Creo que quien no lo conozca se hace una idea de lo que le espera en este clásico popular del que prácticamente está todo dicho. El apunte fantástico que supone un viraje hacia la pesadilla, elemento central del cuento original de inspiración "dickensiana", podría servir como piedra de toque pero en manos del bueno de Capra no es la exploración del alma humana que podría ser y otra potencial lectura queda relegada para otra ocasión que, por otra parte, tampoco se encuentra en producciones más recientes como Un Destino de Ida y Vuelta (1990). Una fábula, la de Van Doren Stern, que entusiasmó al mismísimo Cary Grant hasta el punto de convencer para comprar los derechos a los ejecutivos de la RKO con el fin de desarrollar un proyecto que quedó en estado embrionario. Por cierto, Grant un actor al que el Maestro Hitchcock supo encontrarle su lado oscuro al igual que hiciera con James Stewart, el protagonista de esta aventura que corteja de manera parecida a su interés romántico a como hiciera en otros intentos. Sin duda, la concepción de intérpretes y personajes de Capra es más plana y unidimensional y ¡Qué bello es Vivir! continua desgranando su ideario con fluidez cristalina pese a introducir algunas sombras en la vida cotidiana del americano medio. Pero, indudablemente, es un ejercicio de buen cine apreciado y cercano al que vale la pena visitar y del que muchos son incapaces de escapar sin derramar alguna lágrima que otra y del que otros tantos son incapaces de imaginarse a un actor de fisonomía más indicada que la de Henry Travers para personificar al bondadoso e inocente ángel de segunda empeñado en ayudar al héroe y explicarle que la riqueza de un hombre se puede medir de otras maneras. Un mensajero celestial mucho más complaciente que otros, pero bueno, este es otro detalle sintónico con la idiosincrasia de Frank Capra y otro elemento que posibilita colegir que ésta es una obra muy personal del polémico realizador, para bien o para mal.
Tomando como excusa para articular su visión social y política un cuento de Van Doren Stern Frank Capra demuestra su dominio del medio cinematográfico y su habilidad narrativa para desplegar un relato de sentimientos navideños y defensa de los valores familiares sin olvidar la loa de la titularidad sobre la propia casa. Un producto elaborado desde los parámetros del clasicismo que conjuga drama y comedia con ritmo alto, transmite emoción y resulta entrañable, independientemente de su mensaje. Un proyecto que lejos de cuestionarse el modelo social descubre la bondad natural del ser humano y la importancia del ser individual retratado como ciudadano corriente que se conduce por un idealismo en el que caben los rectos principios morales de la honradez, integridad y solidaridad. De nuevo en una película de Capra un héroe sencillo cuyo origen radica en una pequeña comunidad es el vehículo de afirmación del valor de la libertad individual. La lucha diaria del héroe anónimo se persona en el George Bailey incorporado con suma eficacia por James Stewart y desglosa los sueños del ser humano medio, sus intereses e inquietudes. La batalla que libra frente al poderoso, un notable Lionel Barrymore con reminiscencias del Scrooge "dickensiano", amplifica los efectos navideños de la fábula y atisba ciertas nubes en el mundo optimista "capriano". Nada que no se pueda solucionar con la conclusión colectiva tan propia de este director, un clímax emotivo que pone de manifiesto su destreza en la ejecución de este tipo de escenas.
Puede que Frank Capra nunca fuera más que aquí el director de la ilusión y las buenas intenciones pero ¡Qué bello es Vivir! cuenta con buenos diálogos, avanza a buen ritmo y, desde luego, vuelve a demostrar con su estilo efectivo, que logra combinar dosis de humor con exacerbada emotividad, que su alma máter sabe de que va esto del cine y que teclas pulsar para lanzar su mensaje de lucha y sacrificio tan acorde con la anterior Gran Depresión. En un clima de posguerra con una sociedad más madura quizá el ideario "capriano" quedara desfasado aunque quién lo diría con la que ha caído con el tema de las hipotecas subprime y su reguero de víctimas anónimas. Sea como fuere, uno de los cineastas más controvertidos de la historia consigue una película entretenida que, casi por obligación, es ideal para el período más familiar del año. Creo que quien no lo conozca se hace una idea de lo que le espera en este clásico popular del que prácticamente está todo dicho. El apunte fantástico que supone un viraje hacia la pesadilla, elemento central del cuento original de inspiración "dickensiana", podría servir como piedra de toque pero en manos del bueno de Capra no es la exploración del alma humana que podría ser y otra potencial lectura queda relegada para otra ocasión que, por otra parte, tampoco se encuentra en producciones más recientes como Un Destino de Ida y Vuelta (1990). Una fábula, la de Van Doren Stern, que entusiasmó al mismísimo Cary Grant hasta el punto de convencer para comprar los derechos a los ejecutivos de la RKO con el fin de desarrollar un proyecto que quedó en estado embrionario. Por cierto, Grant un actor al que el Maestro Hitchcock supo encontrarle su lado oscuro al igual que hiciera con James Stewart, el protagonista de esta aventura que corteja de manera parecida a su interés romántico a como hiciera en otros intentos. Sin duda, la concepción de intérpretes y personajes de Capra es más plana y unidimensional y ¡Qué bello es Vivir! continua desgranando su ideario con fluidez cristalina pese a introducir algunas sombras en la vida cotidiana del americano medio. Pero, indudablemente, es un ejercicio de buen cine apreciado y cercano al que vale la pena visitar y del que muchos son incapaces de escapar sin derramar alguna lágrima que otra y del que otros tantos son incapaces de imaginarse a un actor de fisonomía más indicada que la de Henry Travers para personificar al bondadoso e inocente ángel de segunda empeñado en ayudar al héroe y explicarle que la riqueza de un hombre se puede medir de otras maneras. Un mensajero celestial mucho más complaciente que otros, pero bueno, este es otro detalle sintónico con la idiosincrasia de Frank Capra y otro elemento que posibilita colegir que ésta es una obra muy personal del polémico realizador, para bien o para mal.
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Que gran reseña, interesante como siempre en esta casa. Yo siento debilidad por esta pelicula, es lo que hay, todas y digo TODAS las navidades se ve en mi casa, y además la vemos con ilusión y esperanza en que el espíritu intrinseco del film deje de ser utópico y contagie, nos contagie, a los seres humanos.
ResponderEliminarMe pongo tonto jajaja
Saludos afectuosos.
Y es que ya lo dices tú, querido Addison, esta película comentada "fuera de temporada" es navideña a más no poder. Nada, nada, a seguir con las tradiciones :). Buen verano. Un abrazo bloggero.
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