Citizen Kane, Orson Welles, 1941, EEUU, Orson Welles, Joseph Cotten, Dorothy Comingore.
¿Es Ciudadano Kane la mejor película de todos los tiempos? Lejos de encontrar la respuesta en las infinitas listas que versan sobre el particular elaboradas por profesionales, cinéfilos y por unos y otros (¿quién no ha pretendido completar su listado personal en alguna ocasión?) quizá deberíamos reconocer la futilidad de emprender tamaña tarea y admitir, entre otros factores, que la demanda del público es cambiante, que la producción fílmica es continua, que los criterios de valoración de un filme pueden mudar y, por ejemplo, la posición de supremacía que ostenta la "ópera prima" de Welles desde hace décadas comienza a ser cuestionada por algunos espectadores, aunque parezca una herejía y la polémica sea minoritaria porque la obra sigue considerándose una de las más importantes e influyentes de la historia del Séptimo Arte. Y lo es sin ningún género de dudas ya que a los incuestionables valores técnicos se le une un relato planteado como investigación sobre la vida de una persona que resulta entretenido.
Glosar los méritos del filme es aspecto ya orillado en toda la literatura derivada del mismo pero, "grosso modo", son los siguientes: trabajo de cámara imponente desde los movimientos de la misma a la profundidad de campo que obliga a una visión activa de selección de aquello que se quiere ver, pasando por encuadres y ángulos originales (que obligaron a construir los techos del decorado y a mostrarlos por primera vez en una película); iluminación no convencional de raíces que se hunden en el Expresionismo y en la que juega un papel primordial el uso de las sombras y el claroscuro para definir situaciones y características; la utilización del sonido como elemento que otorga continuidad a las escenas y las enlaza; guión que descansa en una estructura narrativa no lineal desarrollada en diversos "flash-back". El valor del filme queda demostrado a través de la influencia que ha ejercido sobre el cine posterior palpable en el cine "noir" sin ir más lejos y es que Ciudadano Kane comenzó a reescribir el Libro de Estilo del Cine y abrió nuevos caminos para este arte ya que consigue conjuntar todos los elementos, dotándolos de una extraordinaria riqueza visual, para su uso expresivo.
El neófito Welles gozó de una libertad creativa sin precedentes para alguien de su condición merced al impacto de su emisión radiofónica de La Guerra de los Mundos para la CBS en 1938 que refrendaba una sólida trayectoria teatral por la que ya gozaba de cierto reconocimiento. La notoriedad alcanzada por la adaptación para la radio de la invasión marciana le valió a Welles firmar un contrato con la RKO por el que se comprometía a filmar dos películas pero con total control sobre las mismas, incluyendo la fase de montaje, algo insólito en aquellos tiempos. Como no podía ser de otro modo, tras el relativo fracaso comercial de Ciudadano Kane, provocado en parte por la campaña en contra que ejerció el magnate William Randolph Hearst en el que parece que se basa el personaje central, el contrato fue incumplido por la productora en la segunda obra -El Cuarto Mandamiento, 1942- que fue montada por Robert Wise, comenzando la leyenda de la Guerra contra Hollywood de Orson Welles, obligado desde entonces y hasta el final de su carrera a emplear más tiempo en recaudar fondos a través de papeles alimenticios para sacar adelante sus proyectos que en llevar estos a término.
La película que inicia (o casi) la era moderna en el cine es toda una exploración del medio y es parada obligatoria para cualquier aficionado al mismo e, incluso, a la Historia al constituirse el cine como una de las Artes más relevantes del siglo XX siendo Ciudadano Kane pináculo de esta manifestación artística. Puede que para el espectador joven la reputación que precede a la película le cree expectativas elevadas pero estas se verán colmadas en especial si se contextualiza la producción ya que en 1941 la obra es pionera en el uso dramático conjunto de los elementos que componen una película desde el montaje hasta el sonido definiendo lo que debe ser una experiencia audiovisual. En Ciudadano Kane la fotografía, la banda sonora, los decorados y el vestuario, el maquillaje, el montaje... está planificado para conseguir efecto dramático.
Para realizar su proyecto el novato Welles se favoreció de la inestimable colaboración del prestigioso operador Gregg Toland (Cumbres Borrascosas, 1939, Las Uvas de la Ira, 1940) quien pudo desarrollar una serie de innovaciones apoyadas en los avances técnicos producidos en los equipos de iluminación y en el uso de los grandes angulares reforzándose así la profundidad de campo definitoria del filme y consiguiendo que el espectador organice personalmente la información recibida. El trabajo conjunto de Welles, Toland y el escenógrafo Perry Ferguson dotan a cada composición de la película de plasticidad visual y efecto dramático lo que denota una planificación organizada con esmero. Si a la aportación de Toland se suma la de Herman J. Mankiewicz en la construcción, también novedosa para la época, del guión que desarrolla una narrativa estructurada en varios "flash-back", recurso que no es la primera vez que se emplea en el medio pero sí se engarza en el relato de tal forma que influenciará en el uso posterior que el cine haga del mismo, obtenemos los dos aspectos del filme que se suelen resaltar. Pero no solo por la profundidad de campo y el edificio narrativo descolla Ciudadano Kane, también es una cinta que completa la experimentación que Welles practicó con el sonido en el teatro ya que a través de la banda sonora se dota de continuidad al relato, consumándose la parte sonora de la obra con la reconocida partitura del igualmente debutante en Hollywood Bernard Herrmann, habitual colaborador de Welles en la radio. Pero también esta película demuestra la querencia del realizador por un elemento teatral como es el maquillaje, siendo este un elemento clave ya que la historia avanza a lo largo de la vida de los personajes. Y como ejemplo de la relevancia del montaje cabe remitirse a la famosa escena del desayuno...Estamos ante una película técnicamente rotunda y brillante con unas innovaciones narrativas adelantadas para su época ya que aunque ya se hubieran empleado con anterioridad nunca se habían concebido como unidad dramática.
Puede que el mensaje no muy optimista y el tono oscuro del filme o, incluso, las mencionadas innovaciones a las que el público no estaba acostumbrado, se unieran con el boicot impulsado por Hearst para conseguir que Ciudadano Kane, pese a cosechar buenas críticas, no lograra recuperar la inversión inicial pero la significación que se le reconoce desde mediados de los cincuenta del siglo XX la propulsa a su categoría de "mejor película de la historia del Cine" para los estudiosos y profesionales de este arte. Para el "espectador de a pie" cuya única pretensión sea disfrutar de un buen rato de entretenimiento y no prestar tanta atención al valor técnico, de innovación o como se quiera denominar, la condición adquirida por la "ópera prima" de Welles quizá pueda ser rebatida y más si consideramos que el valor que se otorga a un filme en la escala personal puede variar según el estado anímico o las experiencias que se estén viviendo en la época en que se visiona, de aquí que seguro conozcamos a bastante gente que no está de acuerdo con ese título oficioso concedido a Ciudadano Kane. No obstante, la película sigue copando hoy día dicha posición preeminente en la mayoría de listas que confeccionan expertos y profesionales.
En cualquier caso, la reflexión que Welles expone sobre la pérdida de la inocencia de la infancia desgranada en la imposibilidad de alcanzar la felicidad mediante el dinero y los bienes materiales que éste puede acarrear y la denuncia sobre el poder que pueden ejercer los medios, se distingue por todo lo expuesto en cuanto a destreza técnica y carácter audaz o avanzado en su concepción holista o totalizadora, pues todos los elementos confluyen en único objetivo: desarrollar el efecto dramático y las posibilidades expresivas del medio cinematográfico. Ahora bien, la decisión que se debe adoptar sobre su posicionamiento en la lista de favoritas de cada cuál es personal e intransferible y, por supuesto, autónoma.
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