26/5/13

Forajidos


The Killers, Robert Siodmak, 1946, EEUU, Burt Lancaster, Ava Gardner, Edmond O'Brien.

Como no podía ser de otro modo una obra que reúne muchos de los elementos definitorios del género negro acaba convirtiéndose en contundente arquetipo del mismo. Forajidos es un decálogo negro con todas las de la ley. Una estructura narrativa desarrollada mediante analepsis, una línea dramática subrayada con estallidos de violencia extrema o un relato por el que deambulan personajes prototípicos (mujer fatal o delincuente simpático) que dan cuerpo al desencanto que dominaba la sociedad norteamericana inmediatamente posterior a la II Guerra Mundial, son piedras angulares del negro más puro y están presentes, entre otras constantes vitales del género, en esta muestra del mismo. Precisamente, en el catálogo de caracteres que pueblan el universo oscuro dibujado por el realizador de origen europeo Robert Siodmak, que se apoya en las sombras estilizadas del operador Elwood Bredell, surge un paradigmático ser, encarnación del fatalismo que sobrevuela las ficciones criminales, un auténtico perdedor que no puede más que aceptar su destino. El Sueco, interpretado por el debutante Burt Lancaster, ocupa un lugar privilegiado en la galería de personajes del género. Pero también los dos "profesionales" han adquirido peso singular en el devenir de los relatos criminales hasta el punto de influenciar su iconografía actual (veáse el trabajo del celebérrimo, para las generaciones de hoy, Quentin Tarantino).

Pero ¡ay! El Sueco...un tío normal que acaba atrapado en su propio destino, un "looser" de todas todas que no puede sino sucumbir y convertirse en marioneta ante la depredadora felina que no duda en utilizar sus atributos naturales para manejar los hilos de la vida del desdichado. Es El Sueco el que representa el drama de la desesperanza que supone esta oda al fatalismo. El pesimismo de buena parte de la sociedad norteamericana se encuentra en la actitud resignada de este hombre cuya verdadera muerte ya se había producido antes de la llegada de los matones y es que el destino se desliza por los vericuetos de la trama contada de manera canónica. El Sueco pierde la batalla contra Tánatos (encarnada en Kitty Collins, la voraz Ava Gardner de camino al estrellato) y no es víctima de las Keres (la pareja de fríos ejecutores). El Sueco se mueve en la clásica ambigüedad moral de los grandes protagonistas del género y cuenta también con la rica complejidad psicológica que los suele caracterizar. Un gran personaje para una notable película que no alcanza la excelencia por algunos deslices, en parte derivados por la dificultad en desarrollar la narración con flash-backs contados por los diferentes caracteres, circunstancia que en determinado momento deja al relato como inverosímil y forzado. No obstante, Forajidos es una obra seca y dura. Un magnífico molde de cine negro que años más tarde disfrutaría de una también espléndida revisión a cargo de Don Siegel, realizador que trabajó en el primer tratamiento del guión y que se sacó la espina de no ser elegido para dirigir esta primera adaptación para el celuloide del relato corto homónimo escrito por Ernest Hemingway. Fue Robert Siodmak, cineasta asociado al género negro y de amplia trayectoria en el mudo alemán y en la Serie B americana, el que se encargó de dirigir la función ideada por el Nobel y auspiciada por otro nombre relevante para el "noir", Mark Hellinger, quien ya había firmado el libreto para algunas películas de temática criminal y producido otros títulos de frontera entre el cine de gánsteres y el cine negro. Cabe decir que Siodmak despliega la historia tejida por  el guionista Anthony Veiller (con la inestimable colaboración no acreditada de John Huston -otra figura del género- y al parecer, también, de Richard Brooks) con fuertes tonos expresionistas y una estilizada iluminación, moviéndose por el distrito urbano propio del género. Un tipo de cine que bebe de relatos dominados por avaricias y traiciones y se alimenta de aspectos formales como el uso de la profundidad de campo o los encuadres inusuales. Sustentos que se sirven en este plato bien condimentados, incluso el deporte quizá más negro, el boxeo, tiene cabida en el guiso. Siodmak logra filmar con maestría absoluta el atraco y alcanza brillantez en otros momentos como el del restaurante en el que se encuentran el agente de seguros, empeñado en solucionar el misterio que sirve de motor a la acción (encarnado por el versátil Edmond O'Brien), y la mujer fatal que lanzó la carrera de Ava Gardner.


Un prólogo alucinante que supone uno de los inicios más reconocidos de la historia del género (y del cine) sitúa las coordenadas de la obra en la violencia más feroz y sirve para fijar en la pareja de pistoleros la personificación del destino, fuerza dominante de la narración ya que la obra está marcada por el fatalismo definitivo. La reconstrucción de la vida del protagonista cuya actitud ante la muerte da pie a la encuesta que inicia el investigador demuestra que la voluntad del hado es sobrenatural y abrumadora. Poco se puede hacer ante ella, nada cuando su brazo ejecutor es una mujer colmada de codicia, podrida hasta el alma como dictan los mandamientos, veneno mortal para los que gravitan a su alrededor y capaz de cualquier cosa por alcanzar sus deseos. La serie de flash-back "à la Kane", elemento habitual en el género y  que hilvana la narración resuelve el misterio de la conducta del protagonista, aporta hondura dramática y significación narrativa e informa del peso del destino en la vida de las personas. El pesimismo inherente al género deja su poso en esta historia de pasión, amor y obsesión, de atracos y traiciones, de avaricia y ambición. Una obra que bien podría ser inmejorable elección para adentrarse en el cine negro. Esta quintaesencia del género podría completarse en un programa doble con su hermana menor que reúne unos años más tarde a algunos de lo miembros principales de este gran éxito de público y crítica, de nuevo bajo los auspicios de Hellinger Siodmak, Lancaster y el compositor Miklós Rózsa, cuyo trabajo en esta Forajidos es notable, volverían a coincidir para conseguir otro interesante ejercicio negro.


Las imágenes se han encontrado en la Red tras búsqueda con Google y se utilizan únicamente con fines de ilustración. Los derechos están reservados por sus creadores.


4 comentarios:

  1. El primer encuentro entre El Sueco y Kitty revela la inteligencia de la puesta en escena por el juego de miradas, la posición de los personajes en el encuadre o el uso metafórico de una lámpara (el fuego, la pasión) . Saludos.

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  2. Así es, Ricard, la puesta en escena es uno de los puntos fuertes de esta película en la que las miradas o el balanceo de un pie, en fin, los detalles, determinan el destino de un hombre. Saludos.

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  3. Sin duda mi Siodmak favorito, y por ende uno de mis títulos negros preferidos. El personaje de el sueco, ese plano secuencia que para mi es mejor que el de Welles en sed de mal, como decis todos los pequeños detalles... esta es una autentica obra maestra. Curiosamente creo que Criss Cross es una pelícla más valorada que esta, lo digo simplemente porque en los casos donde me he encontrado alguna entrada sobre el cine negro de Siodmak siempre la he visto mas valorada. En fin para gustos colores.

    Saludos
    Roy

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    1. Pues no sabría decirte cual goza de mayor prestigio, en cualquier caso el programa doble es de muchos quilates. Me alegra leerte por aquí. Un saludo.

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