Freaks, 1932, EEUU, Tod Browning, Harry Earles, Olga Baclanova, Wallace Ford.
Definición de película de culto por antonomasia, obra perturbadora y fascinante a la par que incomprendida y mutilada en su momento, esta cinta de Browning supone para el espectador la radical exposición a sus miedos atávicos, una inmersión en las profundidades de su conciencia y una re-definición de los conceptos de belleza, amor y (a) normalidad.
Tod Browning, autor de una interesante filmografia que empezó a forjarse como actor en producciones de Griffith después de dejar sus trabajos en su amado circo que fueron desde payaso a hombre-bala, consigue tejer una suerte de documental psicológico y realista con la deformidad como eje central del mismo, una exposición de las relaciones de los"freaks", de sus sentimientos y de su código de conducta que resulta aterradora en este proyecto personal que elaboró durante un lustro y que contó con el apoyo de Irving Thalberg y un equipo de guionistas que se basaron en la historia Spurs, de Tod Robbins, escritor que ya habia colaborado con Browning en el guión de alguno de los filmes que el director realizó con Lon Chaney, Sr.
Vilipendiada por la crítica de la época por entender como gratuito el desfile de seres deformes y rechazada por el público que salía escandalizado de las salas de proyección (todo lo cual da muestras de la hipocresía de la sociedad puesto que en aquellos mismos años estaban en boga los circos en los que se reclutaban y exhibían a estas personas), así como vendidos sus derechos para desmarcarse de ella por la Metro al distribuidor Dwain Esper para su explotación en circuitos para público adulto con esloganes referentes al sexo ("¿Hacen las hermanas siamesas el amor?") y títulos alternativos, La Parada de los Monstruos tras su pre-estreno sufrió cortes (sobre los 26 minutos y entre los que se incluye la escena en la que Hércules canta con voz de "falsetto" tras su castración) que redujeron su metraje a poco más de una hora y añadidos de prólogo y final feliz, además de suponer el fin de la carrera de Browning que nunca se pudo rehacer del fracaso de esta obra y se retiraría pocos años después.
Esta inclasificable obra maestra, muestra del intento que la Metro (el estudio del" glamour" y de los musicales) hizo para entrar en el género del horror que tan buenos dividendos estaba dando a la Universal a principios de los años 30, traza unas lineas difusas sobre la normalidad y moralidad y es un acercamiento franco hacia personalidades humanas ordinarias y con sentimientos comunes al resto de la especie aunque presenten ciertas alteraciones físicas: la propuesta de Browning consigue la reflexión del espectador mediante el replanteamiento que se hace el mismo de la"normalidad" social y ello a través del uso de la exposición de la anormalidad física así como de la contraposición del honor y el respeto que impulsan la vida de los "freaks" frente a la corrupción moral de Cleopatra y Hércules (es de suponer que los nombres de los personajes no fueron escogidos al azar).
Cronológicamente enmarcada en el inicio del género de horror, uno de cuyos elementos principales es el maquillaje empleado para caracterizar a los monstruos (Frankenstein, La Momia), aquí el "monstruo" es gente real lo cual da lugar a unas interpretaciones de un realismo brutal, de absoluta pureza (puesto que no existen) ya que las personas deformes que salen en pantalla se comportan como son, quedando retratadas como seres humanos que se enamoran, que juegan (magnífica la escena en la que están correteando en el bosque bajo el manto protector de su "madre") y que son poseedoras de una capacidad de superación enorme.
Browning, maestro de de lo macabro y de lo mórbido, con este estudio sobre la moralidad humana con toques de humor negro (el parto de la mujer barbuda, los flirteos amorosos de las hermanas siamesas) hace que nuestros sentimientos viren desde la simpatía y comprensión respecto a los "freaks" hasta el horror y la repulsión que nos generan mediante el clímax final que supone la escena de inusitada tensión y violencia en la que que se nos obliga a cambiar nuestra interpretación moral ya definida durante el filme cuando comprobamos la cruel venganza llevada a término; en definitiva los "freaks" como humanos que son tienen claroscuros (es notable en este sentido la comparación que se puede hacer entre la bucólica escena en la que se nos presentan y la de la terrible venganza cimentada en su código de protección frente al mundo exterior).
Una de las películas más controvertidas de todos los tiempos (en el Reino Unido estuvo prohibida por más de treinta años), re-descubierta en los años sesenta, sigue siendo objeto de debate y no ha perdido ni un ápice de su tremenda capacidad de impacto a pesar de que el recorte cercano a la media hora afecta al desarrollo de los personajes y de algunas situaciones (el antagonismo entre la pareja Frozo-Venus y la que forman Cleopatra y Hércules). Una obra que nos deja un mensaje meridiano y rotundo: los deformes tienen derecho a la misma dignidad y al mismo respeto que los "normales" y son iguales en sentimientos a estos (aunque los auténticos monstruos parecen ser la bella Cleopatra y el forzudo Hércules). Un film de un poderoso magnetismo que nos enfrenta a nuestros prejuicios y emociones haciéndonos sentir compasión y repulsión, perturbándonos al reconocer nuestro rechazo hacia estos seres, algo que nos incomoda y nos causa desasosiego e inquietud en grado extremo...quizá la reacción de Cleopatra en esa bellísima e impactante escena de la ceremonia nupcial, en ese ritual de iniciación en el que se ve inmersa, no sea tan diferente de la que podríamos ofrecer la mayoría de nosotros.
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