8/3/13

El Tercer Hombre


The Third Man, Carol Reed, GB, 1949, Joseph Cotten, Valli, Orson Welles.

La mejor película británica realizada en el siglo XX. Este es el preeminente lugar que ocupa El Tercer Hombre en la lista del British Film Insitute, confeccionada en 1999 mediante encuesta a mil personalidades de la industria británica del cine y la televisión. De los votos de directores, críticos, actores, productores, guionistas y técnicos, entre otros, se colige la relevancia de esta película. Un reconocimiento que le vino ya desde su estreno con el Gran Premio en Cannes y el BAFTA a Mejor Película. Un excelente film que aúna atrevimiento formal con una entretenida historia. Lo primero alcanza resultados brillantes sin tropezar en la artificiosidad hueca, lo segundo desarrolla un arco argumental que entronca con la tradición inglesa del espionaje tiznándola con el barniz de la descomposición moral del negro. Por el camino, uno de los Personajes de la historia del cine, un villano amoral cuya interpretación a cargo de Orson Welles, amén de sus reconocidas aportaciones en su construcción, lo engrandecen hasta cotas superiores. Su irrupción muy avanzada la historia lo explica, no hay más que añadir. Sin embargo, la aparición de este tahúr del mercado negro de la podrida Viena de la posguerra, otrora capital del vals, poblada ahora por personajes siniestros, crápulas de disipada catadura moral e interesadas fuerzas de ocupación, es uno de los cuantiosos elementos que hacen de El Tercer Hombre una pieza única y notoria de la cinematografía mundial, ya no británica, un filme poderoso y extraño. Una de las ocasiones en las que el todo es más que la suma de las partes, ¡pero vaya partes!. Un director, Carol Reed, que, aunque en la actualidad es evocado por este film, tenía buena reputación y cierto prestigio obtenidos por anteriores obras como Larga es la Noche y El Ídolo Caído y que supo concebir un universo de zozobra angustiosa y de amenazador desasosiego con la inestimable colaboración de Robert Kraskercuyo trabajo anterior ya era augurio de la habilidad que demuestra aquí con el código expresionista. Los recursos sobre los que se apoya Reed como los continuos encuadres oblicuos y el contraste con profusión de zonas oscuras hacen que el espectador se encuentre inmerso en un mundo ajeno y misterioso, tal vez por ello, amenazador. Un guionista, Graham Greene, por cierto,  adaptado con frecuencia en el cine y que volvía a colaborar con Reed, cuya carrera como escritor habla por sí misma, si bien su historia original tuvo cambios significativos y, por otro lado, acabó siendo publicada como relato de título homónimo, su personal visión se deja notar en la elaboración de personajes y ambientes. Un músico, Anton Karas, creador de una desconcertante partitura cuya única fuente es su cítara, presente ya desde los títulos de crédito iniciales en los que se ve cómo se separan y se juntan las cuerdas del instrumento a medida que se toca; Karas, esclavizado de por vida al éxito que obtuvo con esta obra, otorga a la melodía protagonismo. De indudable impacto y trascendencia en el mundo del cine la música de El Tercer Hombre se conforma con entidad autónoma e independiente. Una ciudad, Viena, escenario que se integra de modo  singular y simbiótico con el relato, apropiándose de personalidad propia a lo largo de la narración. El magnate por excelencia de la producción cinematográfica inglesa, Alexander Korda, culmina los ingredientes de este pastel junto con su hermano, el escenógrafo Vincent y David O Selznick, el ínclito productor estadounidense, aportó a cambio de los derechos de distribución de la película en los USA a las estrellas en su nómina, Joseph Cotten y la italiana Alida Valli, acreditada simplemente con su apellido artístico, para completar un más que correcto elenco internacional de intérpretes de entre los cuales es justo mencionar a los siniestros Ernst Deutsch y Siegfried Breuer.


Fresca y poderosa hoy día, El Tercer Hombre deja una huella indeleble en el espectador que la descubre y obliga a quien ya la conoce a volver sobre ella a pesar de la ausencia de la sorpresa argumental que contiene. La estupenda fotografía en blanco y negro, la celebrada conversación en la noria, cerrada con el famoso diálogo del reloj de cuco que se remata con un apunte irónico de la ubicua cítara o las potentes imágenes de la persecución final en un insólito escenario subterráneo- del que Antonio Segura y Jordi Bernet tomaron buena nota para las aventuras de su Teniente Dante- atestiguan la marca de la película en el imaginario del cinéfilo. Vigente por su pulso narrativo firme y ágil, apoyado en el hábil y funcional montaje de Oswald Hafenrichter, y elaborada desde una técnica depurada y atrevida, esta barroca confluencia de géneros descolla por su expresionismo visual máximo, alarde de encuadres forzados, ángulos imposibles y prestidigitadores juegos de sombras. Si más allá del artificio se esconden cuestiones morales, como las que desde algunos sectores se interpretan en la escena de la feria del Prater, para muchos representación de la batalla entre el Bien y el Mal, para otros, símbolo del movimiento perpetuo del mundo- independiente de actos y comportamientos de los individuos-, o alegorías políticas sobre las relaciones exteriores de los EEUU y sus efectos, queda a gusto del espectador. La ingente literatura generada sobre esta película se pronuncia sobre estos y otros temas, salpica con innúmeras anécdotas que comienzan por el descubrimiento de Karas según versiones en las calles vienesas o en una fiesta, siguen con la contribución de Welles a su cínico e inmisericorde personaje o a la propia película en sí, prosiguen con la truncada participación de Cary Grant o James Stewart- depende de las fuentes- en el proyecto y continúan con la "archifamosa" polémica que mantuvieron guionista y director en torno al hermoso y patético final, para concluir en la posible inspiración en un espía de carne y hueso, Kim Philby, que le sirvió a Greene para crear a Harry Lime y, en definitiva, demuestra la presencia en la conciencia colectiva de medio orbe de esta propuesta. Por cierto que Harry Lime, dado su gran éxito entre la audiencia, obtuvo una serie radiofónica propia protagonizada también por Welles, cineasta cuya personalidad domina la película que nos ocupa y acomoda a su personaje o, mejor, explica, la fama de éste.


Una historia, publicada con posterioridad como relato, de amistad y traición, de fidelidad y amor que captura, en una ciudad dividida, oscura, misteriosa y desolada como atestiguan sus ruinas, poblada por personajes oportunistas, víctima de la inmoralidad abyecta y de la podredumbre ética, sumergida en una atmósfera de pesadilla paranoica regentada por la sospecha, la inseguridad y la desconfianza, la grandeza del cine. Porque Cine con mayúsculas es El Tercer Hombre. La riqueza visual de esta película se tiñe de desilusión y escepticismo, de un cinismo pesimista que la inserta en el negro, pero es uno más de los elementos  que considerados de manera aislada son brillantes y en conjunción con otros como la cítara, Viena y Orson Welles, alcanza la excelencia. El fin conmovedor corona un filme creado a partir de un gongorismo visual único y acertado desde la vertiente dramática pues genera un marco inestable por el que el americano inocente, escritor de novelas baratas del Oeste, deambula desconcertado (no deja de ser curioso que un norteamericano no se relacione con las tropas de su país), extraño y fuera de lugar, como una nota discordante en la melodía tañida por la cítara y la ciudad misteriosa poblada por supervivientes de diverso pelaje. Por favor, completen el programa con el documental presentado en Cannes en el año 2005, Shadowing The Third Man, y con la lectura de la magnífica novela de Eric Ambler también adaptada al cine, La Máscara de Dimitrios.



Las imágenes y vídeos se han encontrado en la Red tras búsqueda con Google y se utilizan únicamente con fines de ilustración. Los derechos están reservados por sus creadores.

2 comentarios:

  1. Una de las mejores peliculas de la historia, de una belleza plastica impresionante, mantenimiento de ritmo, emoción y presión psicológica inmejorable, adaptación genial de un guión genial... ¡Joder!!! lo tiene todo.
    Grandísimo post una vez mas tío.

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    1. Tenemos conexión en esta película, amigo Addison. Gracias por leerlo, saludos "bloggys".

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