31/10/21

Titane

 

Titane, J. Ducournau, 2021, Fr, V. Lindon, A. Rousselle, G. Marillier.

Inclasificable y salvaje, esta controvertida y polémica película no es para menos. El espectador queda demolido una vez termina la proyección y a lo largo de la misma a buen seguro que alguien se habrá tapado los ojos alguna que otra vez. Una primera parte que raya en lo gore deja paso a una segunda en la que presenciamos una historia dura de amor y redención, pero todo rodado con  fortaleza siderúrgica y, especialmente, con una fisicidad abrumadora en la que el dolor inunda cada instante, el dolor físico y el dolor de las almas. Un espectáculo perturbador envuelto con una vis esteta moderna a la vez que con una hechura canónica, pero que transporta a la más rabiosa actualidad en sus múltiples capas temáticas. Nada parece azaroso en este segundo largo de Ducournau, desde la elección de la andrógina Agathe Rousselle para encarnar el doble personaje sobre el que desarrolla la inquietante trama hasta el uso que se hace de la banda sonora metálica, industrial y electrónica firmada por Jim Williams.

 

La felina y andrógina Rousselle trasciende el estereotipo, algo que no es baladí.
 

Mucho de lo que hablar sobre esta Titane, una revisión del clásico tema de la ciencia-ficción del hombre-máquina que cómo va a dejar indiferente si socava múltiples convenciones de nuestra sociedad. Por ejemplo, la poderosa presentación del personaje de Alexia culmina con un baile explícito de ella en ropa sugerente sobre el capó de un coche (no son pocos los que le piden autógrafos, ella es una "star"), mientras que Adrien cuando le toca ser la estrella en una fiesta cargada de testosterona realiza parte de los movimientos de aquella danza sexual de Alexia causando reacciones muy diferentes...¿es posible que hasta el deseo, o determinado tipo de deseo, sea un constructo social? Sobre la realidad de las cosas animo a realizar un pequeño ejercicio práctico: busquen en la red de redes imágenes de ambos bailes...seguramente uno cueste de encontrar o ni tan siquiera aparezca (pueden dedicar el tiempo que quieran a curiosear) mientras que el otro salte en las dos o tres primeras fotos que generen las búsquedas. Y no sólo el constructo social del género queda en entredicho, sino también se abre la veda para hablar del tótem de la familia. Casi nada.

 

Sexo, violencia, toques de Carpenter y Tarantino envuelven una película que conmueve e interpela.
 

La complejidad de la película desemboca en un "escándalo" que va más allá de la representación gráfica del sexo y la violencia (a fin de cuentas que la gente se maree ha pasado, más o menos, siempre) porque dispara sobre cuestiones muy candentes hoy. Pero también plantea otras universales como la redención y la aceptación del otro y de uno mismo, y, por supuesto, el amor -distintas tonalidades de amor-. Obviamente, está el filial incondicional (¿hasta dónde puede llegar un padre por su hijo?) del desesperado padre encarnado por un estupendo Vincent Lindon a través de cuya mirada clara y límpida casi podemos llegar a su alma, pero también el cuasi-maternal que muestra su ex-pareja hacia él en determinada situación, sin olvidar el que llega a sentir Alex que corona la evolución del personaje doble, notablemente retratada por Ducournau y ejemplarizada en esos dos momentos frente al televisor (mientras Alexia come impasible cuando ve  el noticiero que da cuenta de los crímenes -en uno de los guiños cinéfilos que pueblan el metraje-, Alex, por contra, en similar tesitura debe cambiar de canal).

Amor y Dolor

Para culminar esta interesante película Ducournau nos ofrece una última andanada, esta vez dirigida hacia la revisión de los mitos de la cristiandad. De hecho, ya nos venía avisando de la capa mística de este excelente final (o principio) a través de la progesión de la música (estupenda, claro ejemplo de la integración como elemento capital de una obra cinematográfica) o cuando Vincent se dirige a sus bomberos cuando observa que cuchichean sobre su reaparecido vástago. La virginalidad de la conclusión queda patente en el recurso de la iluminación nívea que irradia a una nueva raza de seres, hombres-máquina que podrán crecer bajo la protección y con el amor del Señor (Legrand).


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